CANCIÓN TERCERA (10)
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
55 / Y cuando Él precie esta tranquilidad y adormecimiento o enajenación de sentido, échase de ver en aquella conjuración tan notable y eficaz que hizo en los Cantares, diciendo: Conjúroos, hijas de Jerusalén, por las cabras y ciervos campesinos, que no recordéis ni hagáis velar a mi amada hasta que ella quiera (3,5); en lo cual da a entender cuánto ama el adormecimiento y olvido solitario, pues interpone estos animales tan solitarios y retirados. Pero estos espirituales no quieren que el alma repose ni quiete, sino que siempre trabaje y obre, de manera que no dé lugar a que Dios obre y que lo que él va obrando se deshaga y borre con la operación del alma, hechos las raposillas que demuelen la flor de la viña (Cant. 2,15) del alma. Y por eso se queja el Señor por Isaías, diciendo: Vosotros habéis despàcido mi viña (3,14).
No hay comentarios:
Publicar un comentario