CAPÍTULO III / TRANSFORMACIONES DEL HÉROE
7 / EL HÉROE COMO
SANTO
Antes de que pasemos al último episodio
de la vida, un tipo más de héroe debe ser mencionado: el santo o asceta, el que
renuncia al mundo.
“Dotado de un entendimiento puro, refrenando
el yo con firmeza, alejándose del sonido y de otros objetos, y abandonando el
odio y el amor, viviendo en la soledad, comiendo poco, dominando la palabra, el
cuerpo, la mente, siempre en meditación y concentración, cultivando la
liberación de las pasiones; olvidando la vanidad y la fuerza, el orgullo y la
lujuria, la ira y las posesiones, tranquilo de corazón y libertado de su ego,
merece volverse un solo ser con lo imperecedero.” (34)
La regla es la de ir al padre, pero más
a su aspecto no manifiesto que a su aspecto manifiesto, dando el paso al que
renunció el Bodhisattva: aquel tras el cual no hay retorno. No se implica aquí
la paradoja de la perspectiva dual, sino el último llamado de lo invisible. El
ego se deshace. Como una hoja muerta en la brisa, el cuerpo continúa moviéndose
sobre la tierra, pero el alma se ha disuelto ya en el océano de la beatitud.
Tomás de Aquino, como resultado de una experiencia
mística mientras celebraba una misa en Nápoles, dejó la pluma y la tinta en una
repisa para que los últimos capítulos de su Summa Theologica fueran
completados por otra mano. “Mis días de escritor -dijo- han terminado; porque
me han sido reveladas tales cosas, que todo lo que he escrito y enseñado me
parece de poca importancia; espero en Dios que, así como ha llegado el fin de
mi enseñanza, pronto venga el fin de mi vida.” Poco después, a los cuarenta y
nueve años, el santo murió.
Estos héroes están por encima de la vida
y también por encima del mito. Ninguno de ellos trata el mito, ni el mito puede
tratar de ellos en forma apropiada. Se han escrito sus leyendas, pero los
sentimientos piadosos y las lecciones de sus biografías son necesariamente
inadecuados, casi mezquinos. Ellos salieron del reino de las formas, en el que
la encarnación desciende y en el que Bodhisattva permanece, el reino del perfil
manifiesto del Gran Rostro. Cuando el perfil escondido se ha
descubierto, el mito es la penúltima palabra y el silencio es la última. En el
momento en que el espíritu pasa a lo escondido, sólo permanece el silencio.
*
Cuando el rey Edipo supo que la mujer
con quien se había casado era su madre y que el hombre que había asesinado era
su padre, se sacó los ojos y vagó en penitencia sobre la tierra, Los freudianos
dicen que cada uno de nosotros mata a su padre, y se casa con su madre al mismo
tiempo, sólo que inconscientemente: las maneras indirectas y simbólicas de
hacer esto y las racionalizaciones de la consecuente actividad compulsiva
constituyen nuestras vidas individuales y civilización común. Si los
sentimientos cayeran en la cuenta de la verdadera importancia de los actos y de
los pensamientos del mundo, cada uno sabría lo que Edipo sabía: la carne se nos
presentaría como un océano de violación propia. Este es el sentido de la
leyenda del papa Gregorio el Grande, nacido del incesto y que vivió en incesto.
Aterrorizado, huye a una roca en medio del mar, y en ella hace penitencia por
su vida misma.
El árbol se ha convertido en una cruz:
el Joven Blanco que mamó la leche se ha convertido en el Crucificado que traga
hiel. La corrupción llega hasta donde antes florecía la primavera. Por encima de
este umbral de la cruz -porque la cruz es un camino (la puerta del sol), no un
fin- está beatitud de Dios.
“Posuit signum
in faciem meam, ut nullum praeter eum amatorem admittam
Desponsari,
dilecta, veni, hiems transit, turtur canit, vineae florentes redolent,
Annulo suo
subarrhavit me Dominus meus Jesus Christus, et tamquam sponsam decoravit me
corona.
Induit me Dominus
cyclade auro texta, et inmensis monilibus ornavit me. » (35)
Notas
(34) Bhagavad
Gita, 18 : 51-53.
(35) Antífonas cantadas por las monjas durante su consagración como desposadas de Cristo; Pontificale Romanum, jussu editum a Benedicto XIV et Leone XIII. Pont Max., 1888.
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