EL LENGUAJE (4)
Diminutivos, vesre, naturalidad
Merece un párrafo aparte
el uso de diminutivos. Estos iluminan una zona de ternuras por cosas, seres,
lugares, que aflora en el tango desde los comienzos y que repetidamente insiste
y se detalla sin resultar nunca ridícula. En Amurado:
Una
tarde más tristona
que
la pena que me aqueja
arregló
su bagayito
y
amurado me dejó.
Aunque es innecesario
citar textos, ya que aparecen con tanta frecuencia en los títulos: La cartita,
Caminito, La cieguita, Galleguita, Milonguita, El carrerito, Mocosita, Caminito
del taller, Noviecita mía, El matecito, Perdón, Viejita, etc.
El vesre (esa es
ya su designación entre nosotros; para qué llamarlo metátesis) es
considerado como una práctica lunfarda -aunque no se aplique necesariamente a lunfardismos-
y como tal ingresa en el tango. Dice Gobello que es una travesura; es una
travesura vieja como el mundo, o como el lenguaje, pero en el tango rara vez
tiene ese carácter.
Se le usa con parquedad,
sin enfatizarlo ni lucirlo. Casi siempre se echa mano a formas de uso
corriente:
El
gotán
se te fue al corazón
Tenés
un camba
que
te hace gustos
un
goruta
flaco y alto
que
trabajaba en la Boca
a aquellas voces que
permanecen por ser las más creíbles y que son casi como otro nombre de la cosa;
tan familiares que pueden pasar inadvertidas. Por eso caben en versos doloridos
o graves en que no hay lugar para juegos:
Los
recuerdos más fuleros
me
destrozan la zabeca
En éste como en otros
casos la inversión puede ser provocada por las necesidades de la rima; esa
posición a fin de verso y esa servidumbre le dan un poco más de relieve y
pueden exigir combinaciones nuevas o menos transitadas:
Paica
fayuta
que
me amurastes,
vos
me jurastes
quererme
bien;
mas
me batieron
que
estando en cana
eras
bacana
por
el sotrén.
Uno de los méritos
innegables del lenguaje tanguístico es su naturalidad, su manera de llenar el
verso, de seguir la música con las apariencias de lo coloquial. En ocasiones,
se dan cierta retórica, cierto lenguaje que suena a falso:
regresaba
a mi morada
con
deseos de descansar.
Al
llegar vi luz prendida
en
el cuarto de mi amada.
Pero al nivel del buen tango
lo corriente es lo otro:
Me
da su permiso,
señor
Comisario…
Por
favor, lárgueme, agente,
no
me haga pasar vergüenza.
Te
fuiste, ja! ja!
que
te vaya bien,
Recibí
tu última carta
en
la cual tú me decías
Hoy,
después de tanto tiempo
de
no verte, de no hablarte.
Esa tesitura coloquial, esa naturalidad, esa manera de instalarse en el verso y en la música, son propias de toda poesía popular. Es su condición de poesía de argumento, su carácter casi siempre dramático lo que hace aquí más difíciles y más notables tales virtudes.
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