por Carlos Javier González Serrano
Suele considerarse que la literatura
en España alcanzó una de sus cimas de producción, fundamentalmente, a través
del estilo culterano de Luis de Góngora y
la poesía y la prosa de Francisco de Quevedo,
uno de nuestros más ingeniosos conceptistas y sin duda el más claro exponente
de la sátira española. Sin embargo, en este contexto del Siglo de Oro de las letras españolas, suele
olvidarse a otra de las grandes figuras de aquel tiempo: Baltasar Gracián (1601-1658), mente preclara e
igualmente maestro conceptista, padre de un tipo de literatura moralista o moralizadora que no
encuentra parangón en la tradición española anterior al siglo XX.
52. Nunca descomponerse. Gran assunto
de la cordura, nunca desvaratarse: mucho hombre arguye, de coraçon coronado,
porque toda magnanimidad es dificultosa de comoverse. Son las passiones los
humores del ánimo, y cualquier excesso en ellas causa indisposición de cordura;
y si el mal saliere a la voca, peligrará la reputación. Sea, pues, tan señor de
sí, y tan grande, que ni en lo más próspero, ni en lo más adverso pueda alguna
censurarle perturbado, sí admirarle superior.
Gracián, Oráculo manual y arte de prudencia
Tanto la poesía como la prosa
del Barroco español tuvieron su expresión de acuerdo
con dos corrientes de estilo ciertamente diversas: la culterana y la conceptista. De forma tradicional, el
conceptismo designa un estilo basado en sus líneas generales en el ingenio y
sutileza de las asociaciones de palabras o ideas, poniéndose de relieve muy
notablemente en la prosa barroca (a través de Quevedo o Gracián). Por lo que
toca al culteranismo, se caracterizaba por un estilo que hace uso excesivo de
las metáforas y de un lenguaje cultista, es decir, repleto de neologismos y
tendiendo a una sintaxis latinizada.
Casi en su totalidad, la obra de
Gracián puede tomarse como un intento público, y a veces desesperado, de desengañarse del mundo. Hay que tener muy en cuenta que
este singular y heterodoxo jesuita tuvo que sufrir al final de sus días
durísimas sanciones por haber publicado sus libros sin el permiso expreso de
los superiores de la Compañía de Jesús, llegando a ser destituido de la cátedra
que ostentaba en Zaragoza, desterrado e incluso sometido a
un ayuno de pan y agua. Gracián intentó sin éxito ingresar en otra
orden religiosa, pero la muerte fue más rápida que sus intenciones.
299. Dexar con hambre. Hase de dexar
en los labios aun con el néctar. Es el deseo medida de la estimación; hasta la
material sed es treta de buen gusto picarla, pero no cabarla. Lo bueno, si
poco, dos vezes bueno. Es grande la vaxa de la segunda vez: hartazgos de agrado
son peligrosos. […] Gústase el doble de la felicidad penada.
Gracián, Oráculo manual y arte de
prudencia
En cuanto al tipo de literatura que
llevó a cabo, Gracián supone un caso único en nuestro Siglo de Oro: en España
no abundaban los escritores moralistas, del estilo
de los franceses La Bruyère o La Rochefoucauld, e incluso Maquiavelo en Italia. Gracián, como tipo, se
acerca más a estas figuras extranjeras que a otros autores españoles. Sus
primeras obras compendian las cualidades ideales que deberían reunir los arquetipos sociales del héroe, el cortesano o el político.
El grueso del pensamiento de Gracián
se encuentra en el Oráculo manual y arte de
prudencia (1647), así como en una de las grandes novelas de
la historia universal de la literatura: El Criticón (1651-1657),
donde presenta la vida como una lucha, la continua
perfección como un no dejarse nunca ir (atenerse siempre a la razón, no
a la pasión), el ideal del más sabio como un bastarse a sí mismo, el
carácter ultrajante del deseo como máquina que teje constantemente un mundo de ilusiones,
etc., asuntos todos que fueron retomados por dos gigantes alemanes posteriores
como Arthur Schopenhauer (que tradujo
el Oráculo al alemán) y Friedrich Nietzsche. En el Oráculo, donde precisamente encontramos una colección
de aforismos redactados con un contundente y característico tono directo y
epigramático, pero muy pulido, damos de nuevo con el núcleo de su filosofía en
máximas por lo general bastante breves: no descomponerse, tener buenos
repentes, saberse atemperar, ser hombre de buen dejo, saberse negar, ser hombre
de resolución o nunca perderse el respeto a sí mismo. Nietzsche,
algunos siglos más tarde y en el mismo sentido que Gracián, dejaría dicho
en El crepúsculo de los ídolos: “Regla suprema: es preciso
no ‘dejarse ir’ ni siquiera delante de sí mismo”.
Cauta, si no engañosa, procedió la
naturaleza con el hombre al introduzirle en este mundo, pues trazó que entrasse
sin género alguno de conocimiento para deslumbrar todo reparo. […] Parece que
le introduze [al hombre] en un reino de felizidades y no es sino un cautiverio
de desdichas; que cuando llegar a abrir los ojos del alma, dando en la cuenta
de su engaño, hállase empeñado sin remedio, véese metido en el lodo de que fue
formado; y ya, ¿qué puede hazer sino pisarlo, procurando salir dél como mejor
pudiere?
Gracián, El Criticón,
comienzo de la “Crisi Quinta”
En definitiva, Gracián persigue
una integración armónica de todas las aptitudes del ser humano en ese mundo de miserias y de continua lucha, lo
que él mismo llamó una “gran sindéresis”, consistente “en una connatural
propensión a todo lo más conforme a razón, casándose siempre con lo más
acertado”. Aurora Egido, miembro de la Real Academia
Española, cuenta con uno de los estudios más completos y recomendables en
español sobre la obra de este egregio escritor y pensador. El título, de
por sí elocuente, hace alusión a dos de los conceptos más desarrollados por el
autor nacido en Calatayud: la agudeza y el ingenio.
Como Egido apunta en las primeras
líneas del libro, “Gracián se presenta como una sagaz luminaria de nuestro
tiempo al ofrecernos el curso y el discurso de la vida como una cadena de
continuadas crisis o juicios que obligan al discernimiento, a la deliberación y
a la elección en todos los ámbitos”.
Fáltanos la admiración comúnmente a nosotros porque
falta la novedad, y con ésta la advertencia. Entramos todos en el mundo con los
ojos del ánimo cerrados y cuando los abrimos al conocimiento, ya la costumbre
de ver las cosas, por maravillosas que sean, no dexa lugar a la admiración. […]
[P]ero los varones sabios vuelven atrás, renovando el gusto y contemplando cada
cosa con novedad en el advertir, si no en el ver (El Criticón, I, 2).
En un recorrido enciclopédico por la
obra de Gracián, Aurora Egido examina y desarrolla en Bodas de Arte e
Ingenio, con magnífica prosa erudita, las distintas nociones principales de
este autor, a veces tan funestamente olvidado.
96. De la gran sindéresis. Es el trono de la razón,
basa de la prudencia, que en fe della cuesta poco el acertar. […] Todas las
acciones de la vida dependen de su influencia, y todas solicitan su
calificación, que todo ha de ser con seso. Consiste en una conatural propensión
a todo lo más conforme a razón, casándose siempre con lo más acertado (Oráculo manual y de prudencia).
Una faceta recogida de manera
brillante por Egido: “Él apeló siempre al ideal de un ‘corazón puro’, como órgano sin excrementos, que tiene
su punta dirigida a la tierra, pero al que pintan con alas ‘para que lo
realcen’. De esta forma, la ‘libertad de ingenio’ se
completó en él con la ‘libertad de corazón’, aunque esta tenga sus límites,
tanto en uno mismo como en su relación con los otros”.
Egido presenta a Gracián en sus
aspectos personales y doctrinales como alguien que se adelantó a su tiempo y
que diagnosticó los males sociales e individuales de
un periodo histórico tan oscuro como inquietante: “Gracián denunció la falsedad
inherente a las repeticiones que se disfrazan de novedad. Aspirante a la
grandeza y a dibujar el perfil de un varón excelente en todos los empleos,
sabía, sin embargo, de las limitaciones humanas para alcanzar la perfección”.
Un ensayo prolífico y generoso en los detalles, de muy agradable lectura, que ayudará a los lectores a situar en el lugar histórico que corresponde a este autor aragonés, de pluma inigualable y tasador sin par de las lacras y tormentos más acuciantes del alma humana. Un autor muy recomendable para leer en tiempos de crisis.
(El vuelo de la lechuza / 7-5-2020)
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