4 / EL HÉROE COMO AMANTE (1)
La hegemonía arrancada al enemigo, la libertad
ganada de la malicia del monstruo, la energía vital liberada de los afanes con
el tirano Soporte, son simbolizadas como una mujer. Ella es la doncella de los
innumerables asesinatos del dragón, la novia robada al padre celoso, la virgen
rescatada del amante profano. Ella es la “otra porción” del héroe mismo, pues “cada
uno es ambos”: si la estatura de él es la de monarca del mundo, ella es el
mundo, y si él es un guerrero, ella es la fama. Ella es la imagen del destino
que él debe sacar de la prisión de la circunstancia que lo envuelve. Pero
cuando él ignora su destino, o está engañado por consideraciones falsas, ningún
esfuerzo de su parte vencerá los obstáculos. (26)
El adolescente magnífico, Cuchulainn,
en la corte de su tío, el rey Conchobar, hizo que los nobles temieran por la virtud
de sus esposas y sugirieran que buscara una mujer propia. Los mensajeros del
rey fueron a cada provincia de Irlanda, pero no pudieron encontrar una
aceptable. Luego, Cuchulainn mismo fue a ver a una doncella que conocía en
Luglochta, loa “Jardines de Lugh”. Y la encontró en su campo de juego, con sus
hermanastras alrededor de ella, enseñándoles labores de aguja y hermosos
trabajos manuales. Emer levantó su bello rostro, reconoció a Cuchculainn y
dijo: “¡Que te salves de todo peligro!”.
Cuando el padre de la joven, Forgall el
Astuto, supo que la pareja había hablado, envió a Cuchulainn aprender las
argucias de la guerra con Donall el Soldado, en Alba, con la esperanza de que
el joven nunca volviera. Donall le señaló otra tarea: la imposible jornada
hacia cierta mujer guerrera, Scathach, a quien el joven debía obligar a
instruirlo en sus artes de valor sobrenatural. La jornada de héroe de
Cuchulainn muestra con extraordinaria sencillez y claridad todos los elementos
esenciales de la clásica consumación de la tarea imposible.
El camino cruzaba una planicie de mala suerte; en la primera mitad, los pies de los hombres se quedaban pegados; en la segunda, la hierba brotaba y los retenía entre las puntas de sus hojas. Pero apareció un hermoso joven que dio a Cuchulainn una rueda y una manzana. En la primera parte de la planicie la rueda rodaría delante de él, y en la segunda parte, la manzana. Cuchulainn sólo tenía que seguir la línea que estas le marcaran, sin dar un paso fuera de ella. Así alcanzó a cruzar el estrecho y peligroso camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario