3 / EL HÉROE COMO GUERRERO (1)
El lugar del nacimiento del héroe, o la
tierra remota del exilio del cual retorna para llevar a cabo sus hechos de
adulto entre los hombres, es el punto central u ombligo del mundo. Así como
surgen las ondas de un manantial sumergido, así las formas del universo se expanden
en círculos desde su fuente.
“Arriba de las amplias, inmóviles
profundidades; debajo de las nueve esferas y de los siete pisos del cielo, en
el punto central, el Ombligo del Mundo, el lugar más tranquilo de la tierra,
donde la luna no desaparece, ni el sol se pone; donde rige el eterno verano y
el cuclillo canta eternamente, allí adquirió la conciencia el Joven Blanco.”
Así empieza el mito de un héroe de los Yakut de Siberia. El Joven Blanco fue a
averiguar dónde estaba y cómo era el lugar en que vivía. Al este se extendía un
campo amplio y abandonado, en medio del cual se levantaba una enorme colina y
en el centro de la colina un árbol gigantesco. La resina del árbol era
transparente y de dulce olor, la corteja nunca se secaba ni se rompía, la savia
brillaba como plata, las exuberantes hojas nunca se marchitaban y las flores
eran como un grupo de tazas boca abajo. La copa del árbol se levantaba sobre
los siete pisos del cielo, y servía como poste de amarre para el Alto Dios, Yryn-ai-tojon;
mientras que las raíces penetraban en los abismos subterráneos, donde formaban
los pilares de las habitaciones de las criaturas míticas propias de esa zona.
El árbol sostenía conversaciones, por medio de su follaje, con los seres del
cielo.
Cuando el Joven Blanco volvió el rostro
al sur percibió en medio de una verde pradera el tranquilo Lago de Leche que
ningún soplo agita; en las orillas del lago había espesos pantanos de nata. Al
norte había un bosque sombrío con árboles que susurraban día y noche; y en
ellos existía toda clase de bestias. Altas montañas se levantaban detrás;
parecían llevar sombreros de piel de conejo blanco, se apoyaban contra el cielo
y protegían el lugar central del viento norte. Un campo de arbustos bajos se
extendía hacia el oeste y detrás de él estaba un bosque de abetos altos; detrás
del bosque esplendía una serie de agudos y solitarios picos.
Así era el mundo que contempló el Joven
Blanco a la luz del día. Cansado de estar solo, sin embargo, fue hacia el árbol
gigante de la vida. “Honorable y Alta Señora, Madre de mi Árbol y del Lugar en
que Vivo -rezó-: todo lo que vive existe en parejas y engendra descendientes,
pero yo estoy solo. Quiero viajar y buscar una esposa de mi especie; quiero
medir mis fuerzas en contra de mi especie; quiero conocer hombres y vivir de
acuerdo con la costumbre de los hombres. No me niegues tu bendición, pues rezo
humildemente. Inclino mi cabeza y doblo mi rodilla.”
Entonces las hojas del árbol empezaron
a susurrar, y una lluvia fina, blanca como la leche, cayó desde ellas hacia el
Joven Blanco. Podía sentirse un tibio aliento del viento. El árbol comenzó a
gemir y de sus raíces salió hasta la cintura una figura femenina: una mujer de
edad mediana, de mirada tierna, con el cabello flotante y el seno desnudo. La
joven le ofreció al joven leche de su exuberante pecho, y después de tomarla,
el joven sintió que su fuerza se había centuplicado. Al mismo tiempo la diosa
prometió al joven toda clase de felicidades, y lo bendijo en tal forma que ni
el agua, ni el fuego, ni el hierro, ni ninguna otra cosa pudieron hacerle daño.
(19)
Desde el lugar umbilical, parte el
héroe a realizar su destino. Sus hechos de adulto derraman fuerza creadora
sobre el mundo.
Cantó el viejo Väinämöinen;
tembló el sol y calló el lago
temblaron montes de cobre,
estallaron fuertes rocas,
las piedras en dos partiéronse,
las del río se quebraron. (20)
La estrofa del héroe-bardo resuena con
la magia del verbo poderoso; en forma similar, el filo de la espada del
héroe-guerrero relampaguea con la energía de la Fuente creadora; ante ella caen
los cascarones de lo degastado.
Notas
(19) Uno Holmberg (Uno Harva) Der
Baum des Lebens (Anales Academiae Scientiarum Fennicae, Ser B. Tom XVI, Nº
3; Helsinki, 1923), pp. 57-59; de N. Gorochov, “Yryn Uolan” (Izvestia Vostochno-Siberskago
Otdela I. Russkago Geograficheskago Obshchestva, XV, pp, 43 ss.
(20) Kalevala, Canto tercero.
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