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Finalmente se decidió que
me matricularía en la Universidad de la Ciudad de Los Angeles. No había que
pagar ninguna fianza y se podían comprar libros usados en la cooperativa. A mi
padre lo avergonzaba tanto que yo no trabajara, que pensó que el estudio me iba
a transformar en alguien un poco más respetable. Eli LaCross (Baldy) había hecho
un curso allí y me aconsejó.
-¿Cuál es la carrera más
jodidamente fácil de aprobar? -le pregunté.
-El periodismo. Tiene
materias muy fáciles.
-Bueno. Voy a ser
periodista,
Después miré el programa
universitario.
-¿Y qué vendría a ser eso
del Día de la Orientación que nombran aquí?
-Uh, a esa mierda no le
des pelota.
-Gracias por advertirme,
compañero. Mejor nos vamos al bar que está que queda frente al campus y nos
tomamos un par de cervezas.
-¡Totalmente de acuerdo!
-Dale.
Después del Día de la
Orientación te tenías que anotar en las materias que te interesaban. Todo el
mundo corría enloquecidamente para arriba y para abajo con papeles y cuadernos.
Yo fui en tranvía. Había tomado el “W” hasta Vermont y después el “V” en
dirección norte, hacia Monroe. Pero me mareaba no entender adónde iba toda
aquella gente ni lo que tenía que hacer yo.
-Perdoname… -le pregunté
a una muchacha.
Ella apenas dio vuelta la
cabeza pero siguió caminando muy rápido. En seguida pasó un muchacho corriendo
y lo frené agarrándolo del cinturón.
-¿Qué carajo estás
haciendo? -me preguntó.
-Callate la boca. ¡Lo que
quiero saber es qué mierda está pasando y qué es lo que tengo que hacer!
-Eso te lo explicaron
ayer en el Día de la Orientación.
-Ah…
Lo solté y él siguió
corriendo. Yo no sabía qué hacer. Me había imaginado que tenía que encontrar un
sitio para anotarme en el curso de Iniciación Periodística y que allí me iban a
dar una tarjeta donde figuraba mi programa de clases. No era así. Y nadie me
iba a explicar nada de nada. Me sentí como si estuviera otra vez en la escuela
primaria, separado del grupo que sabía más de lo que yo sabía. Me senté en un
banco y que me quedé mirando a todos los que pasaban corriendo. A lo mejor podía
inventar algo. Podía decirle a mis padres que iba a la Universidad de la Ciudad
de Los Angeles y venir todos los días a tirarme en el pasto. Entonces se me
acercó otro muchacho corriendo. Era Baldy. Lo agarré del pescuezo.
-¡Pará, Hnak! ¿Qué te
pasa?
-¡Te voy a romper la jeta,
pelotudo!
-¿Pero qué te pasa?
-¿Cómo mierda hago para
apuntarme en la clase? ¿Qué tengo que hacer?
-¡Pensé que ya sabías!
-¿Y cómo iba a
saberlo? ¿Te creés que nací con esa información adquirida, etiquetada y lista
para ser consultada cuando la necesitara?
Y lo arrastré hasta un
banco sin dejar de agarrarle el cuello de la camisa.
-Ahora explícame claramente
y con inteligencia todo lo que hay que hacer y cómo. ¡Si me lo explicás bien no
te cago a patadas!
Entonces Baldy me explicó
todo lo que me había perdido en el Día de la Orientación, mientras yo le seguía
agarrando la camisa.
-Por ahora lo dejo pasar,
pero algún me las vas a pagar por haberme jodido. Y no te voy a avisar cuándo.
Lo solté y él salió corriendo a juntarse con los otros. Yo ahora no tenía la menor necesidad de apurarme. Seguramente me iban a dar las peores aulas, los peores profesores y el peor horario. Fui caminando muy despacio a apuntarme y tuve la sensación de ser el único estudiante que estaba tranquilo en todo el campus. Empezaba a sentirme superior.
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