martes

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (73) - MIJAIL. BAJTIN

 3/1) El héroe lírico y el autor. (3)

 

b) (1) La autoridad del autor es autoridad de coro. El posesionamiento lírico en su base es una obsesión de coro. (Se trata del ser que encuentra una afirmación en el coro, el apoyo del coro. No es la naturaleza indiferente la que canta en mí, porque esta solamente puede originar un hecho de concupiscencia, un hecho de acción, pero no su expresión valorativa por más inmediata que fuese; esta expresión se hace poderosa y fuerte no física sino valorativamente, triunfante y posesiva sólo en el coro de otros. Esta expresión se transfiere del plano de la facticidad pura, de la existencia física a un plano valorativo distinto desde el exterior del ser afirmado sancionado emocionalmente.) La lírica es la vista y el oído de uno mismo desde el interior, con ojos emocionales, y en la voz emocional del otro: yo me oigo en el otro, con otros y para otros. La autoobjetivación lírica es la obsesión por el espíritu de la música, es el estar impregnado y compenetrado por el último. El espíritu de la música, un coro posible: esta es la postura firme y autoritaria de la autoría interior, fuera de sí mismo, de la vida interior de uno. Yo me encuentro en la voz ajena emocionada, me plasmo en la voz ajena que canta, encontrando en ella un enfoque válido para mi propia agitación interior; yo me canto con la boca de una posible amante. Esta voz ajena escuchada desde el exterior que organiza mi vida interior en la lírica es un coro posible, una voz acorde con el coro que percibe desde el exterior un posible apoyo del coro (esta voz no podría sonar así en la atmósfera del silencio absoluto y del vacío; el rompimiento individual y absolutamente solitario del silencio absoluto tiene un carácter horrible y pecaminoso, degenera en un grito que se asusta a sí mismo y se agobia a sí mismo con su existencia importuna y desnuda; la violación solitaria y totalmente arbitraria del silencio impone una responsabilidad infinita o resulta ser injustificadamente cínica; la voz puede cantar tan sólo en una atmósfera cálida, en la atmósfera de un posible apoyo por parte del coro, de una fundamental no soledad sonora). También el sueño acerca de uno mismo puede ser de carácter lírico, pero sería un sueño que se apropiaría de la música de otredad y por eso llegaría a ser productivo. También la lírica está llena de una profunda confianza inmanentizada en su poderosa, autoritaria, afirmativa forma que es el autor portador de la unidad formal conclusiva. Para hacer que la vivencia de uno suene líricamente hay que sentir en ella no a su propia responsabilidad no solitaria sino a su naturaleza valorativa; al otro en sí, a su pasividad en el posible coro de los otros que me rodea por todos lados y que parece encubrir el determinismo inmediato y apurado del único y unitario acontecimiento del ser. Yo aun no sobresalgo del coro como su protagonista que todavía conlleva en sí la concentración valorativa y coral del alma -la otredad-, pero que ya percibió su soledad; se trata del héroe trágico (otro solitario); en la lírica yo todavía me encuentro todo en el coro y hablo desde el coro. Por supuesto, la fuerza organizadora del amor en la lírica es sobre todo grande como en ningún valor artístico formal; se trata de un amor privado de casi todos los momentos objetivos, semánticos y objetuales que organiza la pura autosuficiencia del proceso de la vida interior, de un amor a la mujer que está por encima del hombre y de la humanidad social e histórica (la Iglesia y Dios). Una cálida atmósfera amorosa es necesaria para plasmar el movimiento interior, casi indefinido, a veces caprichoso, del alma (sólo se puede ser caprichoso en el amor del otro, se trata del juego del deseo en una densa atmósfera de amor; el pecado a menudo resulta ser un capricho malo en Dios). También la lírica del amor desesperado se mueve y vive tan sólo en la atmósfera de un amor posible, como una anticipación del amor. (La tipicidad y la ejemplaridad de la lírica amorosa y de la muerte. La inmortalidad como postulado del amor.)

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