por Diana Arrastia
A estas alturas de la vida, la
persona y el actor que conviven en Alberto San Juan (Madrid,
1968) se hacen menos líos con las cosas. “No pretendo alcanzar ningún lugar
en especial ni siento que haya consumado nada. Estoy en el curso de mi vida,
que sé que es un ratito breve. Tengo la enorme fortuna de que algo que me
apasiona, que es contar historias y ser actor, me da de comer, pero para mí lo
más importante es vivir con el mayor disfrute posible, no referido a algo
banal sino consciente”, confiesa. Y de ahí nace su rasgo comprometido. “Un
sistema basado en la explotación del ser humano dificulta la posibilidad de
disfrutar, porque para ello hace falta un acceso a lo básico para todo el
mundo. La cosa no me viene tanto de asuntos morales como de una cuestión
práctica. Vivir sometido es peor que vivir libre”.
Así piensa y siente (y reivindica),
a sus recientes 52 años, el otrora icono del cine español y protagonista de
taquillazos como Airbag, El otro lado de la cama o Días
de fútbol. “Es una afirmación totalmente exagerada, pero sí, dio la
casualidad de que participé en algunas películas que vio mucha gente y que se
siguen recordando 20 años después”. Él se queda con La isla interior (2009)
o Bajo las estrellas, con la que ganó el Goya a Mejor Actor en
2008. Poco después comenzaba una crisis económica mundial, y también la suya
propia. “Me vi de pronto sin trabajo y coincidió, además, con que el grupo
Animalario dejó de trabajar. Esto ya era en 2012 y de ahí surgió el proyecto
colectivo Teatro del Barrio [en
Lavapiés, Madrid], nacido de la necesidad urgente de actuar sobre la realidad.
A él me di por entero durante sus primeros cinco años de vida actuando,
dirigiendo y escribiendo una serie de obras”. Entrega que compaginó (y aun
compagina) con otros montajes de teatro, la televisión y el cine, donde
debutó como codirector de la película El Rey hace un par de
años.
En 2020, San Juan vuelve a hablar de
casualidades: la película Sentimental (en cines), la
serie Reyes de la noche (en Movistar+ para 2021) y la
función El chico de la última fila (hasta el 8 de noviembre
en el María Guerrero de Madrid), que supone su reencuentro con los
exanimalarios Juan Mayorga, que firma el texto; Andrés Lima, que lo dirige, y
Pilar Castro y Willy Toledo, que la protagonizan. “Animalario ha sido y es mi
principal escuela de teatro y una de mis principales escuelas de vida. Los
vínculos que se han creado son de una solidez de tipo familiar”. Con los temas
que aborda Sentimental, en la que Cesc Gay adapta al cine su
obra Los vecinos de arriba, se le despierta el sentido común. “La
realidad tiene algo maravilloso y es que se puede transformar siempre que
primero la mires con los ojos abiertos. La llegada de los vecinos (él mismo y
Belén Cuesta) enfrenta a Julio y Ana (Javier Cámara y Griselda Siciliani) a
su realidad de pareja en crisis. Y eso es positivo. Cuando hay un problema, no
queda más remedio que enfrentarte a él”. La propuesta de los vecinos lo
dinamita todo. “No digo que sea mejor follar libremente todas y todos, pero
critico absolutamente que se trate de imponer el modelo de pareja monógama y
que lo otro sea infidelidad o adulterio. La pluralidad de relaciones sexuales
debería estar igual de aceptada y naturalizada. Yo mismo siento necesidad de
experimentar más allá de lo que podríamos llamar pareja convencional, que
tampoco ataco porque se puede ser feliz”.
A estas alturas de la vida, poco importan los descalabros profesionales. “Tengo asumido que la vida es imperfecta, que el ser humano también lo es y que no he nacido para inaugurar el mundo ni voy a dejarlo concluido antes de marcharme. Todo va a quedar a medias, haré cosas que quizás hayan merecido la pena y otras que no. Lo que sí me dolería es no haberlo intentado”.
(EL PAÍS España / 23-11-2020)
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