La aplicación de LSD en psiquiatría (4)
Pero el estado de ánimo depresivo continuó. Repetidas veces intenté ver
cuadros claros y alegres. Era imposible; surgían únicamente formaciones
oscuras, azules y verdes. Quería imaginarme fuegos lucientes como en el primer
ensayo de oscuridad. Y vi fuegos: pero eran holocaustos en la almena de un
castillo nocturno en una pradera otoñal. Una vez logré divisar un grupo
luminoso de chispas que se elevaba; pero a media altura se convirtió en un
grupo de pavones oscuros que pasaba tranquilamente. Durante el ensayo estuve
muy impresionado de que mi estado de ánimo guardara una interrelación tan
estrecha e inquebrantable con el tipo de alucinaciones.
Durante el segundo ensayo de oscuridad observé que los ruidos casuales y
luego también los emitidos adrede por el director del ensayo producían
modificaciones sincrónicas de las impresiones ópticas (sinestesias). Asimismo,
una presión ejercida sobre el globo ocular provocaba cambios en la visión.
Hacia fines del segundo ensayo de oscuridad me fijé en fantasías sexuales,
que estaban, sin embargo, ausentes por completo. No podía sentir deseo sexual
alguno. Quise imaginarme una mujer; sólo apareció una escultura abstracta
moderno-primitiva, que no producía ningún efecto erótico y cuyas formas fueron
asumidas y reemplazadas inmediatamente por círculos y lazos movedizos.
Tras concluir el segundo ensayo de oscuridad me sentí obnubilado y con
malestar físico. Transpiraba, estaba cansado. Gracias a Dios, no necesitaba ir
hasta la cantina para comer. La laborante que nos trajo la comida me pareció
pequeña y lejana, dotada de la misma y extraña delicadeza que el director del
ensayo…
Hacia las 15 horas me sentí mejor, de modo que el director pudo continuar
con sus tareas. Con dificultades, comencé a estar en condiciones de redactar yo
mismo el protocolo. Estaba sentado a la mesa, quería leer, pero no podía
concentrarme. Me sentía como un personaje de cuadros surrealistas, cuyos
miembros no están unidos al cuerpo, sino que están sólo pintados a su lado…
Estaba deprimido, y por interés pensé en la posibilidad de mi suicidio. Con
algún susto comprobé que tales pensamientos me resultaban extrañamente familiares.
Me parecía peculiarmente comprensible que un individuo depresivo se suicide…
En el camino a casa y a la noche volví a estar eufórico y pleno de los
acontecimientos de la mañana. Sin saberlo, lo experimentado me había causado
una impresión indeleble. Me parecía que un período completo de mi vida se había
concentrado en unas pocas horas. Me seducía repetir el intento.
Al día siguiente mi pensar y actuar fue incitante, me costaba un gran
esfuerzo concentrarme, todo me daba igual… Este estado voluble, levemente
ensoñado, continuó por la tarde. Tenía dificultades para informar más o menos
ordenadamente acerca de una tarea simple. Crecía un cansancio general y la
sensación de que volvía a situarme en la realidad.
Al segundo día después del ensayo mi naturaleza era indecisa… Depresión suave pero clara durante toda la semana, cuya relación con el LSD, desde luego, era sólo mediata.
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