¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
35 /
Por lo tanto, cuando acaeciere que de esta manera se sienta el alma poner en
silencio y escucha, aun el ejercicio de la advertencia amorosa, que dije ha de
olvidar para que se quede libre para lo que entonces la quiere el Señor, porque
de aquella advertencia amorosa sólo ha de usar cuando no se siente poner en
soledad, con todo, u ociosidad interior u olvido o escucha espiritual; lo cual,
para que lo entienda, siempre que acaece es con algún sosiego pacífico y absorbimiento
interior.
36 / Por tanto, en toda sazón y tiempo, ya que el alma ha comenzado a entrar en este sencillo y ocioso estado de contemplación, que acaece cuando ya no puede meditar ni acierta a hacerlo, no ha de querer traer delante de sí meditaciones ni arrimarse a jugos ni sabores espirituales, sino estar desarrimada en pie, desasido el espíritu de todo sobre todo, como dijo Habacuc que había él de hacer para oír lo que le dijese el Señor: Estaré -dice- en pie sobre mi guarda, y afirmaré mi paso sobre mi munición, y contemplaré lo que se me dijere (2,1). Es como si dijera: levantaré mi mente sobre todas las operaciones y noticias que puedan caer en mis sentidos y lo que ellos pueden guardar y retener en sí, dejándolo todo abajo; y afirmaré el paso de la munición de mis potencias, no dejándolas dar paso de operación propia, para que pueda recibir por contemplación lo que se me comunicare de parte de Dios; porque ya hemos dicho que la contemplación pura consiste en recibir.
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