1 / EL HÉROE PRIMORDIAL Y EL HÉROE HUMANO (2)
Esos
reyes serpientes y minotauros hablan de un pasado en que el emperador era el
portador de una especial fuerza creadora y sostenedora del mundo, mucho mayor
que la representada en la psique humana normal. En esa época se llevó a cabo un
pesado trabajo de titanes, el establecimiento grandioso de los fundamentos de
nuestra civilización humana. Pero con el avance del ciclo, vino un período en
que el trabajo por hacer ya no era ni protohumano ni sobrehumano; era una labor
específicamente humana: dominio de las pasiones, cultivo de las artes,
elaboración de las instituciones económicas y culturales del estado. Ya no se
requiere la encarnación del Toro de la Luna, ni la sabiduría de la Serpiente de
los Ocho Diagramas del Destino, sino un espíritu humano perfecto, alerta a las
necesidades y esperanzas del corazón. Por lo tanto, el ciclo cosmogónico genera
un emperador en forma humana que permanecerá frente a todas las generaciones del
porvenir como el modelo del rey del hombre.
Huang
Ti, el “Emperador Amarillo” (2697-2597 a. C.), fue el tercero de los augustos
Tres. Su madre, una concubina del príncipe de la provincia de Chao-tien, lo
concibió una noche cuando contemplaba una brillante luz dorada alrededor de la
constelación de la Osa Mayor. El niño pudo hablar a los setenta días de nacido
y a la edad de once años subió al trono. Su don particular era su facultad de
soñar: dormido podía visitar las regiones más remotas y tener trato con los inmortales
en el reino de lo sobrenatural. Poco después de haber subido al trono, Huang Ti
cayó en un sueño que duró tres meses enteros, durante los cuales aprendió la
lección del dominio del corazón. Después de un segundo sueño de duración
comparable, regresó con el poder de enseñar sus súbditos. Los instruyó en el
dominio de las fuerzas de la naturaleza dentro de sus propios corazones.
Este
hombre maravilloso gobernó China durante cien años, y en su reino el pueblo
disfrutó de una verdadera edad de oro. Reunió seis grandes ministros a su alrededor,
con cuya ayuda compuso un calendario, estableció los cálculos matemáticos y
enseñó a hacer utensilios de madera, barro y metal, a construir barcos y
carruajes, a usar el dinero y a construir instrumentos musicales de bambú.
Señaló lugares públicos para la adoración de Dios. Instituyó los límites y las
leyes de la sociedad privada. Su esposa descubrió el arte de tejer la seda. Plantó
cien variedades de grano, verduras y árboles; favoreció el desarrollo de los
pájaros, de los cuadrúpedos, de los reptiles y de los insectos; enseñó los usos
del agua, del fuego, de la madera y de la tierra; y reguló los movimientos de
las mareas. Antes de su muerte, a la edad de ciento once años, el fénix y el
unicornio aparecieron en los jardines del imperio, como prueba de la perfección
de su reino. (3)
Notas
(3) Giles, op. cit., p. 338; MacGowan, op. cit., pp. 6-8; Edouard Chavannes, Les mémoires historiques de Se-ma-Ts’ien (París, 1895-1905), vol. I, pp. 25-36. Ver también John C. Ferguson, Chinese Mythology (“The Mythology of All Races”), vol. VIII, Boston, 1928), pp. 27-28, 29-31.
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