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JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (130) Psicoanálisis del mito

 1 / EL HÉROE PRIMORDIAL Y EL HÉROE HUMANO (2)

 

Esos reyes serpientes y minotauros hablan de un pasado en que el emperador era el portador de una especial fuerza creadora y sostenedora del mundo, mucho mayor que la representada en la psique humana normal. En esa época se llevó a cabo un pesado trabajo de titanes, el establecimiento grandioso de los fundamentos de nuestra civilización humana. Pero con el avance del ciclo, vino un período en que el trabajo por hacer ya no era ni protohumano ni sobrehumano; era una labor específicamente humana: dominio de las pasiones, cultivo de las artes, elaboración de las instituciones económicas y culturales del estado. Ya no se requiere la encarnación del Toro de la Luna, ni la sabiduría de la Serpiente de los Ocho Diagramas del Destino, sino un espíritu humano perfecto, alerta a las necesidades y esperanzas del corazón. Por lo tanto, el ciclo cosmogónico genera un emperador en forma humana que permanecerá frente a todas las generaciones del porvenir como el modelo del rey del hombre.

 

Huang Ti, el “Emperador Amarillo” (2697-2597 a. C.), fue el tercero de los augustos Tres. Su madre, una concubina del príncipe de la provincia de Chao-tien, lo concibió una noche cuando contemplaba una brillante luz dorada alrededor de la constelación de la Osa Mayor. El niño pudo hablar a los setenta días de nacido y a la edad de once años subió al trono. Su don particular era su facultad de soñar: dormido podía visitar las regiones más remotas y tener trato con los inmortales en el reino de lo sobrenatural. Poco después de haber subido al trono, Huang Ti cayó en un sueño que duró tres meses enteros, durante los cuales aprendió la lección del dominio del corazón. Después de un segundo sueño de duración comparable, regresó con el poder de enseñar sus súbditos. Los instruyó en el dominio de las fuerzas de la naturaleza dentro de sus propios corazones.

 

Este hombre maravilloso gobernó China durante cien años, y en su reino el pueblo disfrutó de una verdadera edad de oro. Reunió seis grandes ministros a su alrededor, con cuya ayuda compuso un calendario, estableció los cálculos matemáticos y enseñó a hacer utensilios de madera, barro y metal, a construir barcos y carruajes, a usar el dinero y a construir instrumentos musicales de bambú. Señaló lugares públicos para la adoración de Dios. Instituyó los límites y las leyes de la sociedad privada. Su esposa descubrió el arte de tejer la seda. Plantó cien variedades de grano, verduras y árboles; favoreció el desarrollo de los pájaros, de los cuadrúpedos, de los reptiles y de los insectos; enseñó los usos del agua, del fuego, de la madera y de la tierra; y reguló los movimientos de las mareas. Antes de su muerte, a la edad de ciento once años, el fénix y el unicornio aparecieron en los jardines del imperio, como prueba de la perfección de su reino. (3)

 

Notas 

(3) Giles, op. cit., p. 338; MacGowan, op. cit., pp. 6-8; Edouard Chavannes, Les mémoires historiques de Se-ma-Ts’ien (París, 1895-1905), vol. I, pp. 25-36. Ver también John C. Ferguson, Chinese Mythology (“The Mythology of All Races”), vol. VIII, Boston, 1928), pp. 27-28, 29-31.

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