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ESPACIO Y TIEMPO EN LAS PATOLOGÍAS MENTALES (54) - HÉCTOR GARBARINO

 

 

1ra edición: Editorial Roca Viva / Julio 1996 

1º edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2019

 

ESPACIO Y TIEMPO EN EL AUTISMO (4)

 

HÉCTOR GARBARINO

 

Diversos juegos, como el “está, no está” o esconderse, u otros similares, están destinados a establecer la existencia del objeto permanente, y con ello, la existencia del otro, ajeno a uno.

 

Junto a estas transformaciones espaciales que venimos relatando se operan también mutaciones en la noción de tiempo. Desde el no tiempo de la instancia del Ser donde el instante es la eternidad, ya que no hay sucesión de los instantes, se evoluciona hacia el tiempo circular del yo-Ser, para finalmente acceder al tiempo diacrónico, lineal, propio del ser humano.

 

En un principio todo sucede como si cada encuentro con el terapeuta fuera el primer encuentro, viviendo el niño en un presente eterno. No hay otro tiempo que el instante, no hay ausencia hasta que la presencia del mismo objeto junto a la regularidad constante de las sesiones, produce la discontinuidad del tiempo de tal modo que ahora el objeto desaparece y se vuelve a encontrar en una circularidad sin fin. Aquí es donde se dan las manifestaciones que atestiguan que el niño extraña al objeto, es decir, que su ausencia es una presencia potencial.

 

La continuidad lineal del tiempo es mucho más lenta en adquirirse, y acceden a ella sólo los autistas que evolucionan favorablemente. La desaparición definitiva de personas y objetos así como el crecimiento sin regresión del cuerpo terminan por imponer el tiempo lineal irreversible.

 

Los autistas son niños que no hablan. Se comprende que esto se así, ya que es un cuerpo que carece de límites y no hay un yo constituido de modo que no reconocen la existencia de otros cuerpos y sujetos independientes.

 

El grito y el llanto iniciales son acontecimientos corporales, fisiológicos, que la madre convierte en signo al responder al llamado. Primero es un signo mágico que produce el objeto, no lo nombra, sino que lo crea, ya que no hay distancia con el objeto. Es el lenguaje que llamamos presentacional del yo-ser, porque no representa al objeto, sino que está en continuidad con él.

 

Son los fonemas, como “f”, por el cual una niña expresaba, mirando por una ventana, su continuidad con el aire y su dilución en el espacio exterior. Y también los monemas, como ma, por mamá, o las vocalizaciones.

 

Cuando se adquieren los límites del cuerpo y se establece una distancia con el objeto, entonces se lo puede nombrar, lo que constituye el lenguaje presentacional, y con él se entra en el registro de lo simbólico que da lugar al proceso de mentalización.

 

Estamos en la tercera dimensión, que establece una distancia entre la imagen de sí y la imagen del objeto, dando lugar a las representaciones de sí que forman el yo instancia.

 

El reconocimiento del propio cuerpo da lugar a las primeras palabras referidas al cuerpo, como “mano, pata” y al objeto,”mamá”.

 

De cualquier manera, los autistas siguen oscilando entre la tercera y segunda dimensión, y a veces mismo se ubican en el registro multidimensional. Quizás sea este uno de los motivos, junto a posibles dificultades de orden orgánico que no les permite desarrollar el lenguaje de modo de alcanzar la aptitud para la comunicación verbal propia del ser humano.

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