EL TEATRO INMEDIATO (23)
Desconozco, mientras
escribo, si el drama sólo puede renovarse a escalar menor, en diminutas
comunidades, o si es posible a escala mayor, en una gran sala de capital.
¿Podemos conseguir, en consonancia con nuestras necesidades actuales, la que
Glyndebourne y Bayreuth lograron en circunstancias muy distintas y con ideales
muy diferentes? Es decir, ¿podemos realizar un trabajo homogéneo que moldee al
público incluso antes de que entre en la sala? Glyndebourne y Bayreuth estaban
en armonía con la sociedad a la que proveían artísticamente. Hoy día resulta
difícil ver un teatro vital y necesario que no esté en desarmonía con la
sociedad, que no desafíe en lugar de celebrar sus valores aceptados. Sin
embargo, el artista no tiene como misión acusar, disertar, arengar y menos aun
enseñar. Desafía de verdad a los espectadores cuando es el aguijón de un público
que está decidido a desafiarse a sí mismo. Complace auténticamente al público
cuando es el portavoz de ese público que tiene motivos para el regocijo.
Si surgieran nuevos
fenómenos ante el público, y si este se abriera a ellos, acaecería una poderosa
confrontación, y entonces la dispersa naturaleza del pensamiento social se concentraría
en ciertas notas graves, ciertos objetivos considerados esenciales tendrían que
reafirmarse, examinarse de nuevo, renovarse. De esta manera la división entre
positivo y negativo, entre optimismo y pesimismo, carecería de sentido.
En un momento de cambio
total surge automáticamente la búsqueda de la forma. Destrucción de las
antiguas, experimentación de las nuevas: palabras, relaciones, lugares,
edificios, todo pertenece al mismo proceso, y cualquier representación teatral
es un aislado disparo a un blanco invisible. Hoy día resulta necio esperar que
una simple representación, grupo, estilo o método de trabajo nos revele lo que
buscamos. El teatro sólo puede avanzar con la experiencia del cangrejo, ya que
el adelanto de nuestro mundo es tan a menudo hacia los lados como hacia atrás.
Esta es la razón por la que durante muy largo tiempo no ha podido existir un
estilo universal para el mundo del teatro, a diferencia de las salas teatrales
y de ópera del siglo XIX.
Sin embargo, no todo es
movimiento, ni destrucción, ni inquietud, ni moda. Hay pilares afirmativos que
se manifiestan en esos momentos en que de repente, en cualquier sitio, se
produce un logro completo, ocasiones en que una total experiencia colectiva, un
teatro total formado por obra y espectador, hace que nos parezca desatino la
distinción entre Mortal, Tosco y Sagrado. En esos raros momentos, el teatro
festivo, de catarsis, de exploración, el teatro de significado compartido, el
teatro vivo son uno solo. Una vez transcurrido ese momento, no cabe recuperarlo
servilmente por imitación: lo mortal vuelve de manera furtiva, y comienza de
nuevo la búsqueda.
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