2. LA MATRIZ DEL DESTINO (2)
El
primer día, Morongo dio a luz pollos, ovejas y cabras.
La
segunda noche Mwuetsi durmió con Morongo de nuevo. Y a la mañana siguiente Morongo
dio a luz primero niños y luego niñas. Los muchachos que nacieron por la mañana
ya habían crecido al atardecer.
En
la cuarta noche Mwuetsi quiso dormir con Morongo de nuevo. Pero empezó una
tormenta y Maori habló: ‘Déjala, vas rápidamente hacia tu muerte.’ Mwuetsi tuvo
miedo. La tempestad pasó. Cuando hubo pasado, Morongo le dijo a Mwuetsi: ‘Haz una
puerta y úsala para cerrar la entrada de la choza. Maori no podrá ver lo que
hacemos y podrás dormir conmigo.’ Mwuetsi hizo una puerta. Con ella cerró la
entrada de la choza. Entonces se acostó con Morongo. Después se fue a dormir.
Cerca
de la mañana, Mwuetsi despertó. Mwuetsi vio que el cuerpo de Morongo estaba
hinchado. Cuando llegó el día, Morongo empezó a dar a luz. Morongo parió leones,
leopardos, serpientes y escorpiones. Maori lo vio. Maori le dijo a Mwuetsi: ‘Te
previne.’
La
quinta noche Mwuetsi quiso dormir con Morongo otra vez. Pero Morongo dijo: ‘Mira,
tus hijas han crecido. Ayúntate con tus hijas.’ Mwuetsi miró a sus hijas. Vio
que eran hermosas y que habían crecido. De manera que durmió con ellas. Dieron
niños a luz. Los niños que nacieron por la mañana ya habían crecido al llegar
la noche. Y Mwuetsi se convirtió en el Mambo (rey) de un gran pueblo.
Pero
Morongo durmió con la serpiente. Y ya no dio a luz. Vivió con la serpiente. Un
día, Mwuetsi volvió a Morongo y quiso dormir con ella. Morongo dijo: ‘Déjame.’
Mwuetsi dijo: ‘Tengo ganas.’ Se acostó con Morongo. Debajo del lecho de Morongo
estaba la serpiente. La serpiente mordió a Mwuetsi. Mwuetsi enfermó.
Después
de que la serpiente hubo mordido de Mwuetsi, Mwuetsi enfermó. Al día siguiente
no llovió. Las plantas se marchitaron. Los ríos y los lagos se secaron. Los
animales murieron. La gente empezó a morirse. Mucha gente murió. Los hijos de
Mwuetsi preguntaron: ‘¿Qué haremos?’ Los hijos de Mwuetsi dijeron: ‘Consultaremos
al hakata (los dados sagrados).’ Los hijos consultaron al hakata.
El hakata dijo: ‘Mwuetsi el Mambo está enfermo y muriéndose. Debéis
mandar a Mwuetsi a Dsivoa.’
De
allí que los hijos de Mwuetsi estrangularon a Mwuetsi y lo enterraran. Enterraron
a Morongo con Mwuetsi. Luego escogieron a otro hombre para que fuera Mambo.
Morongo también había vivido dos años en el Zimbabwe con Mwuetsi.’ (9)
Es
claro que cada una de las etapas de la procreación representa una época en el
desarrollo del mundo. El patrón del proceso ya era conocido casi como si ya lo
hubieran observado; esto queda indicado en la advertencia del Más Alto. Pero al
Hombre de la Luna, el Poderoso Viviente, no se le negaría la realización de su
destino. La conversación en el fondo del lago es el diálogo de la eternidad y del
tiempo, el “Coloquio de lo Pasajero”, “ser o no ser”. El indómito deseo triunfa
finalmente; el movimiento empieza.
Las
mujeres y las hijas del Hombre de la Luna son las personificaciones y los
precipitadores de su destino. Con la evolución de su voluntad de creación del
mundo, las virtudes y los rasgos de la madre diosa se metamorfosearon. Después
del parto del vientre elemental, las primeras dos esposas fueron prehumanas,
suprahumanas. Pero cuando prosiguió el ciclo cosmogónico y el momento creciente
pasó de sus formas primordiales a sus formas históricas humanas, la señora de
los partos cósmicos desapareció y el campo quedó libre a las mujeres de los
hombres. Por lo tanto el viejo señor demiúrgico en medio de su comunidad se
convirtió en un anacronismo metafísico. Cuando al final de cansó de lo
meramente humano y sintió nostalgia por la mujer de su abundancia, el mundo
enfermó por un momento bajo la fuerza de su reacción, pero luego se liberó y
corrió libremente. La iniciativa pasó a la comunidad de los hijos. Las figuras
paternas simbólicas, parecidas a los sueños, sucumbieron en el abismo original.
Sólo el hombre permaneció en la tierra completa. El ciclo se había iniciado.
Notas
(9) Leo Frobenius y Douglas C. Fox, African Génesis (Nueva York, 1937), pp. 215-220. Zimbabwe significa “la corte real”. Las enormes ruinas prehistóricas cerca de Fort Victoria son llamadas “Gran Zimbabwe”. (Nota de Frobenius y Fox.)
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