"UN ESCRITOR, O TODO HOMBRE, DEBE PENSAR QUE CUANTO LE OCURRE ES UN INSTRUMENTO"
Entre las numerosas páginas memorables
de Borges, hay algunas que no sólo nos deleitan desde una perspectiva
intelectual o literaria, sino que nos llegan a encontrar desde la emoción, la
melancolía y la posibilidad espiritual de hallar una cierta
iluminación. Borges no es sólo el frío escritor ajedrecista y el
erudito: hay algo de fuego y oscuridad; Borges es también el individuo que
sufrió mucho (por o pese a su celebridad) pero que mantuvo siempre una cierta
actitud agnóstica y una capacidad de asombro que le permitieron seguir adelante
pese a su ceguera. Justamente en unas páginas que se titulan La ceguera,
Borges nos regala palabras que pueden ser invaluables para las personas que
sufren de enfermedades físicas o mentales. El escritor argentino empieza:
He dicho que la
ceguera es un modo de vida, un modo de vida que no es enteramente desdichado.
Recordemos aquellos versos del mayor poeta español, fray Luis de León:
"Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas
sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanza, de recelo".
Edgar Allan Poe sabía de memoria esta estrofa.
Para mí, vivir sin
odio es fácil, ya que nunca he sentido odio. Pero vivir sin amor creo que es
imposible, felizmente imposible para cada uno de nosotros. Sin embargo, el
principio “vivir quiero conmigo,/ gozar quiero del bien que debo al cielo”: si
aceptamos que en el bien del cielo puede estar la sombra, entonces, ¿quién vive
más consigo mismo? ¿Quién puede explorarse más? ¿Quién puede conocerse más a sí
mismo? Según la sentencia socrática, ¿quién puede conocerse más que un ciego?
Cualquier terapeuta, o incluso un businessman, reconocerá
en estos párrafos la actitud ideal para enfrentar una adversidad: tomarlo
como una oportunidad para profundizar en el autoconocimiento. Claro que hay que
tener curiosidad intelectual y una cierta independencia, hay que estar
fascinado con la mente y el conocimiento en sí. Sin sus queridos escritores,
sin Poe, sin Chesterton, sin Stevenson, sin Léon Bloy, sin Schopenhauer y
varios más, Borges habría perecido en la penumbra. Los siguientes
párrafos son vitales, incluso los podríamos incrustar dentro de una especie de
alquimia psicológica, de utilizar la propia oscuridad, el propio sufrimiento
para alcanzar la sabiduría, una gnosis que germina en la sombra, como los
alquimistas, que utilizaban lo más ruin y vil para transformarlo en oro:
Un escritor, o todo
hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le
han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un
artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las
desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte;
tiene que aprovecharlo. Por eso yo hablé en un poema del antiguo alimento de
los héroes: la humillación, la desdicha, la discordia. Esas cosas nos fueron
dadas para que las transmutemos, para que hagamos de la miserable circunstancia
de nuestra vida, cosas eternas o que aspiren a serlo.
Si el ciego piensa
así, está salvado. La ceguera es un don. Ya he fatigado a ustedes con los dones
que me dio: me dio el anglosajón, me dio parcialmente el escandinavo, me dio el
conocimiento de una literatura medieval que yo habría ignorado, me dio el haber
escrito varios libros, buenos o malos, pero que justifican el momento en que se
escribieron. Además, el ciego se siente rodeado por el cariño de todos. La
gente siempre siente buena voluntad para un ciego.
Celebremos esta actitud maravillosa, que seguramente no dominaba todo el tiempo la vida de Borges, pero que el escritor claramente entendió como la forma más positiva y quizás la más genuina de asumir su condición.
(PIJAMASURF / 19-10-2018)
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