¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
19 /
Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el entendimiento,
su vacío es sed de Dios, y esta es tan grande cuando él está dispuesto, que la
compara David a la del ciervo, no hallando otra mayor a qué compararla, que
dicen que es vehementísima, diciendo: Así como desea el ciervo las fuentes
de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios (Ps. 41,1). Y esta sed es de las
aguas de la sabiduría de Dios, que es el objeto del entendimiento.
20 /
La segunda caverna es la voluntad, y el vacío de esta es hambre
de Dios tan grande que hace desfallecer al alma, según lo dice también David,
diciendo: Codicia y desfallece mi alma a los tabernáculos del Señor (Ps.
83,3). Y esta hambre es de la perfección de amor que el alma pretende.
21 / La tercera caverna es la memoria, y el vacío de esta es deshacimiento y derretimiento del alma por la posesión de Dios, como lo nota Jeremías, diciendo: Memoria menor ero et (tabescet in) me anima mea; esto es: Como con memoria me acordaré y de él mucho me acordaré, derretirse ha mi alma en mí (Thren. 3,20); revolviendo estas cosas en mi corazón, viviré en esperanza de Dios.
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