¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
17 /
¡Oh admirable excelencia de Dios, que, con ser estas lámparas de los atributos
divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vean distintamente tan
encendida una como la otra, y siendo cada una sustancialmente la otra! ¡Oh
abismo de deleites, que tanto más abundante eras cuanto están tus riquezas
recogidas en unidad y simplicidad infinita de tu único ser, donde de tal manera
se conoce y gusta lo uno, que no impide al conocimiento y gusto perfecto de lo
otro, antes cada cual gracia y virtud que hay en ti, es luz que hay de
cualquiera otra grandeza tuya, porque por tu limpieza y sabiduría divina muchas
cosas se ven en ti, viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del
Padre, el resplandor de la luz eterna, espejo sin mancilla e imagen de su
bondad! (Sap. 7,26)
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