miércoles

FRANCISCO "PACO" ESPÍNOLA - DON JUAN, EL ZORRO (96)

 

El sitio de la Mulita (21)



Era atrás del horno el agolpamiento, la detención de las sucesivas sombras y la bulla.


-¿Qué hay? ¿Qué hay? -repitió al llegar, y estiró a medias los brazos para mostrar las manos con armas.


-Yo estaba como un ser aquí… -ya se hallaba explicando el Cuzco Overo, todavía con el machete desenvainado. -Y siento unos golpecitos sordos… y me veo un cardo moviéndose…


-¿Cómo moviéndose? ¿A ver, cómo es eso, muchacho? ¿Cuál cardo, cuál?


-¡Ese que ha quedado ladiado! ¡Sí, mi Sargento, moviéndose! ¡Temblaba el cardo… se quedaba quietito un momento… volvía a sacudirse…!


-¿Ahá?


-¡Ahá!


El soldado Cuzco Overoi cabeceó con suficiencia. Y luego, adoptando un confidencioso aire paternal, acentuado sobre su jefe, pero que se extendía sobre el marcial conjunto suspenso, siguió:


-Yo calculé lo que era. Chapé el machete, y me perfilé. Y en eso, ¿no se me levanta, amigo, la gramilla…?


-¿Cómo que se levantó la gramilla? ¡A ver qué es eso, criatura!


La soldadesca estrechó aun más el círculo de palpitaciones.


-¡Seguro! ¡Como que empujaban desde abajo, con la cabeza! Y en cuanto ella quiso aparecer, le afirmé un planchazo sin darme tiempo de ver quién era. ¿No ve?


Y señaló en el suelo un pequeño boquete, a medias vuelto a cerrar. Ahora el círculo se desplazó, hizo del agujero su centro, y quedó agachado.


El Cabo Pato, que en el apuro sólo se había puesto las bombachas, y que estaba descalzo, echose a tierra con la intención de mirar hacia adentro.


Dando un pisotón al Soldado Gato Pajero y otro al Cabo Lobo quien, al intentar salvarse llevó al Voluntario Terutero entre las firmes botas del Veterano Avestruz hecho pasmo,


-¡Atrás! -gritó el Cimarrón, en un retroceso de dos pasos. ¿No ves que te van a dejar seco de un balazo, por zonzo?


Como si se la hubieran refregado con ortigas, el Pato retiró la cabeza. Y se incorporó más que ligero.


Una voz cascada atrajo la atención. Menos pregunta directa que cavilación interrogante fue la del veterano Avestruz.


-Pero, vamos a saber, ¿y el cardo temblaba asunto de qué?


Comenzó el Cuzco Overo, acercándose solícito al de la extrañeza:


-Sí, ¿sabés?, yo estaba… como un ser aquí. Y de repente…


Cierta ansia nacida en el pecho de la soldadesca ya los iba a estrechar en un haz de nuevo a todos cuando la impaciencia del Sargento relajó la atención.


-¿Pero y ahora vamos a tener el cuento hasta el día? ¡Soldado Pajero, usté se me pone de imaginaria en este buraco! ¡Y que ninguno se me asome ni a la entrada del pasadizo ni aquí, porque peligra que a boca de jarro le hagan fuego…!


-Y ahora que dice fuego -surgió una voz aguda y con la fuerza de quien llega y anuncia a la familia que sacó la grande -yo tengo una idea.


-¿Cuala?


-¿Cuala, a ver?


Todos se tornaron hacia el Voluntario Terutero.


-¿Por qué no prendemos un hojerío medio verdón en los dos lados de salida, y hacemos humo y se acaba de una vez?


Algunos de los lentos en pensar, cabecearon, aprobatorio; los otros, los de inteligencia ágil con penosa inquietud miraron al Cimarrón, quien, por suerte, se revolvió como mordido. Un momento contempló como para partirlo, al que hablara. Y mientras embarullado buscaba algún argumento eficaz, tartamudeaba el Sargento en forma que hizo errar a los milicos pues lo atribuyeron a la ira cuando, en realidad, era el brusco reaparecer del sentimiento de piedad por los sitiados lo que perturbaba.


-¡Usté, Terutero, es Voluntario… y no tiene voz! ¡Se me deja usté de ideas ahora mismito y… y no grite que aquí ninguno es sordo!


La energía con que quería hablar se le iba debilitando al Sargento. Y para rehacerse de un atisbo de desfallecimiento, siguió:


-Usté, si quiere, cumpla con el deber de venir aquí, que ha dicho que tiene aun siendo particular, y que yo no se lo veo. Y si no, no lo cumpla al deber. Y nosotros cumplimos con el militar nuestro.


Y en dudas de que la idea del Terutero contara con cierta aprobación barbotó:


-¡Al primero que me venga con ideas, lo mando de plantón toda la noche!

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