martes

EL EXTRAÑO CASO DE SUSANA SOCA (1)

 

por Valentina Litvan


Cuando primero Rubén Darío y más tarde Ángel Rama establecen sus respectivas antologías de raros, no solamente quieren destacar a determinadas figuras, rescatarlas, darles visibilidad, sino que están poniendo en cuestión el modo en que se constituye una tradición. ¿Quién la integra y con qué legitimidad? Partiendo de estas premisas, me interesa analizar el caso de Susana Soca, una escritora uruguaya que parece entrar en la tradición desde un lugar periférico, extraño y extranjerizante; un lugar que por otra parte sólo parece hacerse posible gracias al espacio que ella ofrece a otros escritores, en tanto fundadora y directora de la revista La Licorne (París 1947-1948; Montevideo 1953-1959), o en tanto mecenas de algunos artistas. En este sentido, podemos asociar la rareza de Susana Soca con un no lugar que paradójicamente constituye la posibilidad misma de su identidad de escritora 1.


Un nombre y una imagen


Escritora, editora, mecenas, Susana Soca ocupa un lugar múltiple e inestable en el campo literario uruguayo. Tanto su obra de creación, compuesta por poemas y prosas ensayísticas, como su revista La Licorne son de difícil acceso y apenas leídas. Sin embargo, más allá de un corpus que a veces parecería ser prescindible, su nombre es una referencia constante en el Uruguay. “Susana Soca” es una calle de Montevideo, fue una librería en Punta Carretas, da nombre a la escuela Nº 180 o hace referencia a un premio literario creado por la Universidad de la República. “Soca” es también, en honor a su padre el Dr. Francisco Soca, el nombre del pueblo anteriormente llamado “Mosquitos”, y de cuya capilla Susana es la destinataria.2 Su nombre transita por el patrimonio entendido en un sentido amplio y la figura queda convertida en insignia, objeto de homenaje colectivo. El corpus de la autora desaparece para ceder su lugar a un cuerpo que desborda los márgenes de la esfera literaria. Además de su presencia en el espacio público a través del nombre, Susana Soca ha sido encarnada por una serie de retratos, pinturas al óleo, esculturas, fotografías, de artistas célebres, uruguayos y extranjeros, como Daniel Ostier, Gisèle Freund o Eduardo Yepes; y escritores como Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges o Henry Michaux le dedican una novela (Juntacadáveres) o un poema (“Susana Soca”; “La ralentie”), respectivamente. Obras, nominaciones, dedicatorias que se suman a la memoria de una escritora comprometida con su tiempo, que sin embargo queda recordada únicamente desde los bordes, desde los aspectos externos como son el nombre o el contorno de su figura. De modo que su presencia deja solo una huella, como la inscripción de una ausencia.


Esta extraña manera de aparecer en el campo cultural uruguayo desde un no lugar y, sobre todo, desligada de su propio discurso literario, de sus textos, tiene que ver probablemente con el modo como ella se inserta en el campo literario en vida, fundamentalmente a través de su revista, y de cómo se convierte en escritora, de manera póstuma.


Susana Soca Blanco Acevedo (1907-1959) pertenecía a una familia de la clase dominante del país, tanto económica como política o cultural. Hija del célebre doctor Francisco Soca y de Luisa Blanco Acevedo, por parte de padre y madre Susana Soca tenía, además, vínculos estrechos con París, la capital cultural europea y occidental del momento, referencia fundamental para la configuración de una determinada identidad cultural y política uruguaya de la primera mitad del siglo XX, dominada por el batllismo3.


En su primer viaje, como signo que iba a regir un destino, fue bautizada en Notre Dame de París. Después, realizó varios viajes de ida y vuelta, pero durante la Ocupación y la guerra, Susana Soca se vio obligada a prolongar su estadía y vivió en París casi una década. Precisamente el mismo año de su regreso a Montevideo, en 1947, fundó los Cahiers de La Licorne, revista que además de difundir a algunos escritores hispanoamericanos por primera vez en Europa (entre ellos, a Felisberto Hernández, todavía poco reconocido en el Uruguay), permitió publicar a muchos escritores europeos en años de penuria editorial y económica.


A nivel personal, La Licorne significa la incursión de Susana Soca en la vida pública por su actividad de editora, pero también por la posibilidad que supone de publicar allí sus propios textos. Su obra sólo sería recogida más tarde en forma de tres libros póstumos, publicados gracias al impulso de amigos y colaboradores de la revista, en un gesto de homenaje, y siempre bajo el sello de La Licorne, convertido en editorial para la ocasión: En un país de la memoria (1959), Noche cerrada (1962) y Prosas de Susana Soca (1966).


De modo que si bien se puede afirmar que tiene una obra escrita y publicada, su identidad de autora permanece oculta tras su labor más visible de editora y dinamizadora cultural y, fundamentalmente, porque deja de circular en el momento mismo en que se publica; por lo que, en ese sentido, difícilmente podemos afirmar que ocupó un lugar como tal. Esta ambivalencia, su primera rareza, me interesa en su doble sentido afirmativo: Susana Soca es y no es autora, o lo es desde la negación. Porque aun si no se puede obviar la existencia real de sus textos (prosa y poesía), es evidente que como escritora no forma parte del canon uruguayo; en primer lugar porque en vida no pudo ser reconocida como tal y, en segundo lugar, porque después ha sido apenas recogida en alguna antología y está prácticamente ausente de la crítica literaria. En este sentido, su inserción en la clásica antología de ensayos de Carlos Real de Azúa es reveladora porque allí se publica un fragmento de su texto sobre el viaje a Moscú (“Encuentro y desencuentro”). Se trata de un texto en el que aparece dentro de su rol de mecenas, en busca de manuscritos de Boris Pasternak, y no un texto en el que destaque su aspecto creativo.


Pero, sobre todo, este carácter ambivalente, bizarro, de su identidad de escritora, se da en el hecho de que Susana Soca nace como autora tras su muerte, cuando ya ha dejado de existir. Esto que parece una evidencia para todo autor cuya obra es póstuma, deja de serlo cuando comprendemos que en el caso particular de Susana Soca, junto a la publicación inmediata de su obra, su muerte también está en el origen de toda esa serie de discursos textuales y visuales que van configurando una imagen singular de la escritora.


Una ficción


Escribía Carlos Real de Azúa en el quinto aniversario de su muerte:

A raíz de su trágica muerte en la bahía de Guanabara, el 11 de enero de 1959, sobre pocos uruguayos, con seguridad, debe haberse escrito tanto y tan honda y comprensivamente como sobre esta extraña, inapresable y rica personalidad. […] Pero adviértase, con todo, que todavía queda envuelto en el misterio el último recinto de su alma y aun permanece Susana Soca (tendrán que afinarse técnicas y crecer su distancia) como un incitante enigma para la más escrupulosa, para la más delicada indagación literaria y humana. (387)


La muerte de Susana Soca cuando el avión en el que viajaba de París a Montevideo estalló en llamas al hacer escala en Río de Janeiro, el 11 de enero de 1959, provocó un gran impacto en la sociedad uruguaya y se empezó a gestar un imaginario, de carácter colectivo y no necesariamente escrito, en torno a su figura. Se fue construyendo así una imagen que va desde el puro rumor de transmisión oral4 hasta la redacción de textos, homenajes, dedicatorias; y que aunque no es una imagen unívoca y cambia con el tiempo, es una imagen que aparece para siempre ligada a la muerte y al misterio. Por lo que, en tanto autora, Soca aparece mediatizada por esa visión subjetiva donde se la ensalza colocándola en un espacio inalcanzable, fuera de un campo literario real. Susana Soca queda así involuntariamente relegada a un lugar legendario, lo que explicaría que ya no es necesario siquiera leer su obra.


En este sentido, me interesa referirme aquí al último número de su revista, publicado en modo de homenaje a Susana Soca, bajo la iniciativa de Guido Castillo, redactor de la revista junto a Ricardo Paseyro y Ángel Rama, en su período uruguayo. El número 16 de La Licorne constituye la clausura al tiempo que el lugar donde converge todo el sentido de lo que era La Licorne y donde finalmente se produce el nacimiento de la figura de Susana Soca. Por una parte se publica como una necesidad de constatar la muerte de su fundadora y de cerrar la revista (el fin de la vida de Susana Soca es también el fin de La Licorne); por otra parte, es un intento de reconocimiento hacia su fundadora y de dar una proyección a su obra.


Formalmente, y siguiendo el proyecto inicial de la revista, que pretendía servir de puente entre las culturas sudamericanas y europeas, el último número es bilingüe, en francés y en español, y se publican textos de diecinueve autores, muchos de ellos antiguos colaboradores de la revista: Jorge Luis Borges, Juana de Ibarbourou, Carlos Sabat Ercasty, Armando Vasseur, Esther de Caceres, Emilio Oribe, Enrique Lentini, Ricardo Paseyro, Guido Castillo, Marcel Jouhandeau, Jules Supervielle, Henri Michaux, José Bergamín, Jorge Guillén, María Zambrano, Emile Cioran, Sherban Sidéry, Lanza del Vasto y Giuseppe Ungaretti.


Si bien este último número se caracteriza por la heterogeneidad de los textos, tanto en los géneros como en el tono, se puede reconocer su unidad en una retórica compartida: la retórica del duelo y del homenaje, que responde a la intencionalidad común de reconocer y recuperar la figura de Susana Soca para su proyección futura. Este objetivo explica que al final de los diferentes artículos se publique una selección de los textos de la propia poeta y se invite así a su lectura. De modo que el homenaje puede considerarse la primera eclosión de Susana Soca en tanto autora, porque en él se publica por primera vez una compilación de varios de sus textos y porque en él se traza la primera imagen que será determinante para la recepción futura de la escritora.5


Allí, Susana Soca aparece descrita como misteriosa y rara, como no perteneciendo a este mundo. Pero además, dadas las circunstancias en que se publica el número, Soca aparece siempre ligada a la muerte. La filósofa española María Zambrano la identifica en tanto que poeta con el momento de su muerte:


Y todos sus gestos y acciones, sus palabras y sus silencios eran como fragmentos de un vasto orden, cuya clave parece estar en su muerte, es decir, en algo que es, algo no relatable. Y esta ausencia absoluta la irá descubriendo a quienes la conocieron y de algún modo trascenderá a los otros. Se adivina que su muerte es creadora, un poema… 


Según la imagen que se desprende del homenaje, Susana Soca se alcanzaría a sí misma, su verdad se haría visible, paradójicamente, en el momento de mayor ausencia, la de su desaparición. La muerte prematura llega a adquirir la dimensión de un destino inevitable, pues si bien el accidente de avión fue fruto del azar, su vida estuvo marcada por señales de esa predestinación. Según Cioran, el adiós representa la característica más íntima de Soca:


Un genre de malédiction pesait sur elle. Par bonheur, son charme même s’inscrivait dans le révolu. […] Qui sait déchiffrer les visages lisait aisément dans le sien qu’elle n’était pas condamnée à durer, que le cauchemar des années lui serait épargnée. Vivante, elle semblait si peu complice de la vie, qu’on ne pouvait la regarder sans penser qu’on ne la reverrait jamais. L’adieu était le signe et la loi de sa nature, l’éclat de sa prédestination, la marque de son passage sur terre; aussi le portait-elle comme un nimbe, non point par indiscrétion, mais par solidarité avec l’invisible. 


No sólo Soca quedó identificada con las circunstancias de su propia muerte, sino que sus rasgos son los de la ausencia misma, los de una presencia otra y lejana. En otras palabras, no sólo su obra, dado su carácter póstumo, imposibilitó la participación de Soca en tanto escritora en la sociedad, sino que quedó identificada con el misterio y su inefable rareza, doblemente relegada del campo social real de todo escritor.


Como consecuencia de su asociación con la muerte, se opera una abstracción en el retrato de Soca, siendo la espiritualidad el rasgo fundamental con el que queda finalmente asociada en el homenaje. Soca aparece desposeída de las marcas materiales del cuerpo y desconnotada de sexualidad, como una mujer-virgen-angelical y espectral. Por eso se la puede oponer a otros modelos de mujer escritora, como la poeta carnal y destructiva que para la sociedad representaba Delmira Agustini o la considerada como loca, María Eugenia Vaz Ferreira. Las dos mujeres uruguayas que firmaban el número estableciendo una filiación con Soca eran, en cambio, Juana de Ibarbourou y Esther de Cáceres, representantes de los valores ligados a la naturaleza y al cristianismo, respectivamente.


Al encarnar la muerte en tanto absoluto desconocido, lo absolutamente otro, el misterio de Soca se acentúa y se convierte, en cierto modo, en materia literaria; abre así la posibilidad infinita de la creación. Con la muerte de la mujer Susana Soca, comienza el misterio Susana Soca. En el homenaje, Soca no es más un sujeto, se ha convertido en objeto y objetivo, pues se trata de formular su reconocimiento en los textos. Por eso, más que de re-construcción de la autora, se puede hablar de construcción: queriendo recordarla, se la inventa. Entendida de este modo, Susana Soca es una ficción.


NOTAS

1 Dominique Maingueneau habla en este sentido de paratopía para referirse a la condición del escritor que debe negociar con el campo social, literario, al que pertenece para poder formar parte de él : “L’écrivain n’a pas lieu d’être [...] et doit construire le territoire de son œuvre à travers cette faille même [...] Faire œuvre c’est produire une œuvre et construire par là même les conditions qui permettent de la produire.” (2004 : 86). No hay que confundir ese no lugar al que me refiero como un aspecto sociológico, de figura marginal.

2 La capilla Soca del arquitecto vanguardista catalán Antoni Bonet i Castellana fue un proyecto inicial de Susana Soca, pero su construcción terminó por concretarse gracias a las directivas de su madre, tras la muerte de aquella. De este modo, la capilla fue destinada a Susana Soca, convirtiéndose simbólicamente en una suerte de mausoleo.

3 Hay que tener en cuenta el papel preeminente de Francisco Soca en la política uruguaya : gran amigo de Batlle, miembro del Ateneo, senador..., representa el estrecho vínculo del intelectual con la política. Cf. Héctor Muiños.

4 A menudo son afirmaciones contradictorias. Se trata de anécdotas que han pervivido en la memoria colectiva del Uruguay a lo largo del tiempo, la mayoría de transmisión oral, y muchas de ellas han sido falseadas por la imaginación, como el hecho de que su muerte tuviera lugar en la selva brasilera, y no en el aeropuerto de Río de Janeiro ; existen otras anécdotas como, por ejemplo, la “desaparición” de gran parte de su importante pinacoteca, así como de su biblioteca de primeras ediciones ; o aquélla según la cual ella habría salvado el mansucrito del Doctor Zhivago de Boris Pasternak de la censura de la Rusia soviética para publicarlo en Europa ; también otra, según la cual habría financiado la construcción de la iglesia de Atlántida ; y aun otra, según la cual su último viaje a Francia lo habría realizado para rezar en Lurdes por el bailarín Boris Kniassef, que se había quedado paralítico. Este anecdotario se caracteriza por la prácticamente ausencia de documentación, de modo que se puede afirmar que se trata sólo de rumores. Pero rumores que, en una sociedad pequeña donde el nombre de Susana Soca es evocado, se convierten en una fuente importante a tener en cuenta a la hora de comprender el lugar que ocupa esta figura en la cultura uruguaya.

5 No sólo su retrato, sino el tono homenajístico parecen haber marcado la recepción de Soca. Desde su muerte, el homenaje ha predominado sobre cualquier texto crítico acerca de su obra. Así, por ejemplo, los centenarios recientes de la fundación de la revista y de su muerte han sido ocasiones, tanto en Francia como en Uruguay, para celebrar eventos.


(Cuadernos LÍRICO)

Referencia en papel

Valentina Litvan, « El extraño caso de Susana Soca », Cahiers de LI.RI.CO, 5 | 2010, 305-319.

Referencia electrónica

Valentina Litvan, « El extraño caso de Susana Soca », Cahiers de LI.RI.CO [En línea], 5 | 2010, Publicado el 01 julio 2012, consultado el 21 julio 2020. URL: http://journals.openedition.org/lirico/431; DOI: https://doi.org/10.4000/lirico.431

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