Especializada en Salud Pública con orientación en Salud Mental, la psicóloga Alicia Stolkiner habla sobre el encierro, la angustia, el control social y se anima a pensar cómo saldremos de esta cuarentena: "Este país, de cada crisis profunda, se quedó con un capital acumulado".
Alicia Stolkiner es
docente universitaria, psicóloga, especialista en Salud Pública y una de las
voces autorizadas para pensar el impacto del encierro en las subjetividades. En
diálogo con el Grito del Sur, la especialista habla sobre biopoder,
control social, solidaridad y las posibles consecuencias sociales de la
pandemia de coronavirus.
Circula un cartelito en redes sociales que dice «Ahora que estás en cuarentena, ¿Pensabas que el encierro era una buena terapia?»
Lo vi y me pareció una buena
pregunta. Obviamente no es lo mismo una situación de aislamiento que uno
realiza en términos de un impresionante esfuerzo colectivo por el cuidado de la
vida, que una persona que está encerrada disque para cuidarla a ella. Esta
situación que están atravesando muchas personas es una situación de encierro,
pero sin embargo no es un aislamiento. Estamos fuertemente comunicados,
inclusive he visto situaciones donde se reavivan diálogos en determinados
grupos familiares. La consigna sirve para pensar cuan costoso es el aislamiento
y, por ende, qué falacia está contenida en la idea de que encerrar una persona
puede ser un componente para su bienestar subjetivo. Además pensemos que
nosotros, los que tenemos la suerte de tener viviendas habitables, estamos en
nuestras casas y podemos fijar nuestras rutinas. En cambio, la persona que está
encerrada en una institución manicomial no está en su casa y la rutina se la
marca la institución.
¿Cómo afecta el contexto de encierro a la gente con padecimientos de salud mental?
En diálogo con otros profesionales,
las personas diagnosticadas como psicóticas o en tratamiento por problemáticas
graves, asombrosamente sobrellevan la situación mejor que muchas personas que
aparentemente no tenían síntomas de tener problemáticas de salud mental. Hay un
estudio muy extraño que hizo la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en
Nicaragua después del terremoto, un país chico, con apenas tres millones y
medio de habitantes y un único hospital psiquiátrico. Lo sorprendente fue que,
en los dos años siguientes al terremoto, no hubo ingresos nuevos por episodios
psicóticos agudos. Entonces, es extrañísimo ver cómo responden las personas que
normalmente parece que tienen problemáticas psiquiátricas severas y, esto es
sólo una hipótesis, pero no están tan mal como algunas personas con las cuales
hablo. Creo que va por grupo social y el padecimiento tiene mucho que ver con
las condiciones en las cuales transcurre el encierro. Cada situación es
absolutamente singular. Imaginate una pareja que le tocó la cuarentena en el
momento en que estaban eligiendo el departamento para que él se fuera porque se
estaban separando. Ni hablemos de la gravedad de la situación de los hogares
donde hay un abusador o un violento.
¿Qué pasa con la relación
entre el encierro y la escalada de violencia de género?
Bueno, hemos tenido un femicidio por
día desde que empezó la cuarentena. Están los teléfonos para pedir auxilio pero
tenemos que poner a disposición todos los métodos. Por ejemplo, así como cuando
una persona llega del exterior y la mandan al domicilio, en el ascensor tiene
que poner la declaración jurada de que no va a salir de su casa y los vecinos
se encargan cuidadosa y hasta policialmente de controlar que no salga, los
vecinos también debieran encargarse de denunciar cualquier situación de
maltrato o violencia que escuchen dentro de los hogares porque pueden estar
salvando una vida.
En estos días
emergió una lógica policial de denuncia y señalamiento de los vecinos…
El policiamiento es control. Cuando
Donzelot escribe «La policía de las familias» no quiere decir que haya un cana
adentro de cada casa, sino que explica cómo se estructura un cierto control
societal, que puede ser hecho para destruir, para explotar o para cuidar y
fomentar lazos de solidaridad. No hay sociedad que no ejerza un biopoder sobre
sus ciudadanos: aun en la Samoa que estudió Margaret Mead, no hay sociedad que
no tenga ejercicio de un biopoder. En un contexto como éste, hay un sector
facho que le gusta hacer ese policiamiento de denuncia del otro. Pero los
vecinos no sólo tendrían que controlar que la persona que esté en cuarentena no
salga sino que también tienen que controlar si hay alguien que le puede llevar
la comida. Yo soy grupo de riesgo, pero puedo ir al almacén porque no llegué de
Italia hace 5 días. Si estuviera sola o en cuarentena y no tengo quien me
traiga la comida, entonces los vecinos policiales, que se encargan de que no
salga a la puerta, se deberían encargar de llevarme la comida. Ahí se marca la
diferencia.
Hay un debate a
raíz del coronavirus entre Slavoj Zizek y Byung Chul Han. El primero plantea
que la salida del virus dispondrá las condiciones para la emergencia de un
nuevo comunismo, el coreano le responde diciendo que un virus no hace la
revolución y que probablemente el capitalismo salga fortalecido.
Las dos posibilidades están en juego
y yo no soy maga, pero te voy a dar un solo ejemplo. La epidemia de la peste
negra, de peste bubónica, que mató a la cuarta parte de Europa en el siglo XIV,
fue definitoria en el pasaje del feudalismo al capitalismo. No estoy diciendo
que fuera la causa, pero catalizó una serie de fenómenos. Murió una tercera
parte de los siervos y el trabajo o la servidumbre se volvió un bien escaso. En
este momento se están poniendo en juego las dos tensiones. ¿Cómo hace el
capitalismo más concentrado para seguir concentrándose y reventando la vida y,
mientras tanto, cómo otro sector empieza a pensar en otras formas de vida? El
director de la OMS pidió tregua absoluta en todas las situaciones de guerra del
mundo. Eso es meterle un parate a la industria armamentística. Hoy, en
Argentina el que venga a decirte, como dice «Invertir en Salud» de 1993
-que fue la biblia de la reforma de los sistemas de salud (NdR: Informe del
Banco Mundial)-, que los sistemas de salud estatales y públicos son
inoperantes, que se fije lo que está pasando en EE.UU. donde se acaba de
derrumbar el modelo que se intentó imponer de las aseguradoras privadas de los
sistemas de salud. En conclusión, yo creo que Byung habla desde su experiencia
y Zizek piensa en una lógica elaborativa teórica. Lo que creo es que, si las
cosas seguían como seguían, el capitalismo no iba a terminar con una revolución
sino con una catástrofe mundial. Es una cosa de la modernidad creer que el
hombre puede dominar la naturaleza.
¿Considerás que hay
algo de la ética del colectivismo oriental que se opone a un individualismo
occidental y tuvo su impacto en las formas con que se combatió la pandemia?
Totalmente. Alguna vez, durante la época de Mao, cuando vivía en México, tuve contacto con un grupo de becarios chinos que estaban haciendo su doctorado en literatura hispana en la Universidad de México. Era la época en que no había un mercado para proveer de ropa a los 1400 millones de habitantes. Todos se vestían iguales. Y no te estoy hablando del siglo XIV, sino cuando yo tenía 30 años. Hoy en día, hay gente en China que pasó parte de su vida vistiéndose de la misma manera que el resto. China es un país que logró establecer una política de hijo único y prácticamente no la violaba nadie. Nosotros tenemos incorporados fuertemente una idea de individuo. He leído cosas sobre Corea, un Estado basado en las ideas de confucio. Yo lo que te puedo decir, es que hace 25 años hago artes marciales y te aseguro que la corporeidad es distinta. Una disciplina de lucha cuyo lema es «sin odio, sin deseo, sin temor».
¿Cómo vamos a salir
de esto como sociedad?
(Inhala) Vamos a ver. Desde hace tres días ya ha empezado un movimiento que está tratando de recomponer la hegemonía de los grandes grupos económicos y los bancos en algunos medios y en redes sociales. Está empezando una tensión en la cual yo creo que van a presionar para que se levante tempranamente la cuarentena y después le van a cargar los muertos al Gobierno. Ilusamente, creen que les va a permitir recomponer el estado anterior. Ilusamente porque no vamos a volver a ser los mismos, para bien o para mal. Tenemos que saber que este virus no se va a ir, se va a quedar hasta que descubramos la vacuna. Entonces, probablemente, ya no va a poder existir más un sistema de transporte que lleve a la gente tan amontonada, sin comprender que implica una amenaza a la salud. Nosotros compramos subtes que no tienen lugar para sentarse, que están pensados para llevar gente parada y hacinada. Eso es potencial foco de una epidemia. Así y todo, este país, de cada crisis profunda, se quedó con un capital acumulado. De la dictadura militar, con los organismos de DD.HH. y actores muy potentes en Estado de Derecho. Después del año 2001 nos quedamos con los movimientos sociales que, si no existieran, ahora el conurbano estaría ardiendo.
(EL GRITO DEL SUR / 4-4-2020)
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