I
Inmolada
La mugre en tus uñas
la mugre en tus palabras
el rancio aroma
de tu alma en
putrefacción
me atrapa, me impulsa
a buscar en ti al Hombre
flor viril en espiga.
Laberinto donde mi
femineidad se refleja
animalizada en charcos
de orín, como la imagen
de virgen que a los
quince
cargué en el pecho.
II
Malamores
Andamos de mal amores
Impidiendo sentirnos.
Bloqueamos la vida,
piedra contra hueso.
Latir del corazón
en mi mejilla,
humillación
ardiente. Belleza
de mi rostro prostituto.
Corremos atados
sin permitir que
el otro se salve.
El fracaso del infierno
sería insoportable.
III
Frente al viento y
al agua
tu sonrisa espejo
de sol
gravita la tierra
líquida;
transparencia inmaterial
que se levanta y
suavemente
retorna al rocío
de mis flores
IV
El velo de la piel
se derrite,
al calor de las
sonrisas abiertas.
Es de azúcar y paz
la libertad de
reinventarse:
siempre fuimos
felices.
Ser vida está en
la mesa,
en el fuego, en un
círculo;
de encuentros y
silencios.
La mirada viaja en
la luz,
haciéndola más
clara:
siempre seremos
felices.
Los cuerpos son
cómodos,
estamos unidos por
una lógica
de amor en la
tierra.
V
Estamos
encontrados
y si miramos luz adentro,
nos queda un nuevo
brillo,
más allá de los
tiempos.
VI
Me rejuvenece
reírme de la nada.
Un pétalo devenía
mariposa,
Cantaba la mañana,
Salté: lo pinté
uña
De mi dedo índice
Señalando mi
corazón gritaba
Soy del viento.
Y mientras
inhalaba
llegué al
continente de tus besos
el país vasija de
tus manos
me dibujaba.
Mi cuerpo se
volvió fragancias,
Y perlas
comestibles.
Formaba la fortuna
De ser parte del
misterio,
La suerte de
cruzar
horizontes con
miradas.
VII
Cerré los ojos y
vi tu cara
Es carnaval, y me
la puse.
Recorrí calles de
un pueblo
que no conocía,
usé tus ojos
para mirar veredas
y flores;
tu boca para
sonreír
con sabores
dulces.
Llegué al río que
nombran
los cantores: me
sumergí.
Sentí que me
disfrazaba
con tu estructura
ósea,
Tus brazos largos
al abrazo
Tus pies abiertos
al camino.
De pronto pude ver
las calles
de tu ciudad, los
amigos riendo
disfrazados,
bailando. La esquina
donde nos besamos
repleta
De besadores y un
perro. Un olor
fuerte a purpurina
y transpiración.
Tal vez fue causal
y rompimos
la frontera de
cuerpos y países,
los límites de
amores gastados,
para llegar de
ilegales a fumar
hierbas y sueños.
VIII
A cada paso crecen
las flores bajo
mis pies.
Al levantar
pesadamente
mi pierna, siento
el desgarro de
abandonar
la tierra.
En el momento de
separar
los dedos del pie
se desprenden las
semillas,
en múltiples
orgasmos
de vida que se
abre.
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