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LA PATRIA Y LA TUMBA (9) Crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General - RICARDO AROCENA


A la memoria de María Cristina Díaz Marrero

Milagrosamente Cristina logra escapar de la redada. Por un momento le parece como que no la vieran, como que está envuelta por un halo invisible ya que blandiendo sus garrotes los soldados pasan corriendo a su lado sin detenerse. Mira hacia atrás y comprende: están concentrados en llegar al portón de la textil para apresar a los que están adentro y eso le permite correr hasta una esquina, pero cuando va llegando a ella unos policías comienzan a seguirla. Producto de los golpes y de los gases está débil, le cuesta avanzar, pero igualmente lo hace, aunque le parece que sus piernas funcionaran en cámara lenta y que los agentes están cada vez más cerca. Se desvía por la calle pero a determinada altura se da cuenta que está cerrada en su extremo y que no hay escape posible. Pero cuando creía que ya estaba todo perdido, una mujer abre la puerta de su casa y la hace entrar.

-No te preocupes, acá estás a salvo –le dice-, en el barrio todos estamos con los huelguistas, quedáte tranquila.

Entre las rendijas de la persiana ven pasar a los agentes que comentan desconcertados que no saben adonde la muchacha pudo haberse metido. Luego de recorrer varias veces la calle de arriba para abajo se marchan y la mujer le dice a Cristina que se ponga cómoda, que puede quedarse todo el tiempo que sea necesario. Y agrega que va a aprontar un mate. Más serena, Cristina mira su entorno. Es una vivienda humilde. La preside una imagen de Cristo con el corazón abierto, bajo la cual hay una mesa con prendas y retazos de cuero.

–Llamame Coca. Yo trabajo a destajo para una fábrica de la zona y hago changas de limpieza –le dice con calidez a la muchacha.

Es una mujer veterana, su rostro, surcado por arrugas, revela una vida de privaciones y sacrificios, que sin embargo no le han impedido disfrutar de la vida. Ama conversar. Y  lo hace sin parar.

-Jorge, mi hijo también está ocupando. Vive conmigo y trabaja en CUTSA. Allá no están reparando ni sale ningún coche, ni en la línea A ni en la D, ni en las Oficinas Centrales de la calle Larrañaga, adonde ni siquiera están abriendo los portones; el sindicato viene cumpliendo, aunque corre la voz de que los milicos quieren obligar a los dueños a que conduzcan con custodia armada. ¡Dios quiera que no pase nada y todo sea para bien! –exclama Coca, haciendo la señal de la cruz.

Mientras sirve un mate, agrega que la casa es alquilada, pero que tiene la esperanza de comprar, lo que mejoraría el presupuesto familiar, pero que le preocupa su hijo que tiene más de 30 años y continúa soltero y que no dice nada de formar familia, entre muchas otras historias domésticas. Después de un tiempo prudencial, Cristina decide marcharse. Coca le dice que ella también va a salir, que piensa ir hasta la Iglesia, adonde quedó en encontrarse con mujeres que trabajan en las fábricas en el caso de que la zona estuviera cercada y debieran escapar de la persecución y que además está prevista una misa de condena a la represión. La joven estudiante, luego de despedirse, emocionada, de Coca y de prometerle que volverá a visitarla, dirige sus pasos al local sindical, en donde espera encontrar a Magdalena. Pero el lugar está rodeado de militares que impiden la entrada. Y con un grupo de trabajadores que observa desde una esquina hace correr la voz entre los que van llegando, de que hay que concentrarse en la zona de las viviendas, para decidir en asamblea, cómo continuará la protesta. Y así, eludiendo la represión, en parejas o en grupos, la gente se dirige a ellas y comienza a agruparse. El estado de los manifestantes es de excitación. La violencia, lejos de amilanar a la gente, ha fortalecido el rechazo al régimen y la decisión de lucha. Los que van llegando son recibidos con aplausos por los que esperan y entre todos van armado el puzle de lo ocurrido…, que fulano fue arrestado, que mengano fue golpeado, que perengano fue subido a un camión. Pero Cristina no logra averiguar lo ocurrido con Magdalena, solamente que la vieron entrar en la hilandería y que un grupo de ocupantes fue interrogado en la zona de las piletas. Queda preocupada. Poco a poco se va congregando una muchedumbre, sobre la que ondea una bandera uruguaya y otra de la CNT. Un grupo de trabajadores porta una enorme pancarta con la consigna “NO AL GOLPE”, la rescataron de la refriega y la llevan con orgullo, como un trofeo. Asomados a las ventanas  los vecinos aplauden y corean consignas y subido sobre una explanada arenga un trabajador…

-Ni la clase dominante, ni el imperio que la apoya, pueden seguir engañando al pueblo, el único argumento que les queda es la represión, por eso debemos luchar sin tregua…

Las palabras son interrumpidas por el ulular de sirenas… Pero alzando la voz el dirigente continúa…

-La clase obrera está dando ejemplos de combatividad… -desde donde está el orador puede ver que la policía se acerca, pero nada lo arredra… Y continúa:

-Compañeros: no estamos dispuestos a aceptar dictaduras de ningún tipo, más que nunca luchar es la consigna… ¡Viva la huelga…!

Los policías se lanzan sobre él y le impiden continuar. La asamblea es disuelta y la gente corre, entre ellos Cristina, que con un grupo manifiesta por 8 de Octubre, hasta que nuevamente avanza la policía. El cartel queda protestando recostado contra un árbol y también es víctima de los agentes que lo rompen en pedazos. No hay otra alternativa que “disolverse” y Cristina busca refugio en una calle paralela, para dirigirse hacia el Centro. Ha decidido ir hasta el Hospital de Clínicas a que Andrea le vea unos moretones que tiene en el brazo y en la cadera. Sabe que el trayecto es largo y comienza a recorrerlo, pero se detiene en las esquinas para mirar hacia 8 de Octubre, que es custodiado por vehículos militares y policiales, que pasan a gran velocidad. Los moretones le duelen y quisiera hundirse en los brazos de Juan José. Pensar en él le da fuerzas y le dibuja una sonrisa que por un segundo la aparta del entorno, seguramente le diría que nada está perdido, que pese a que las fábricas están siendo desalojadas y a que hay orden de allanar los sindicatos, que tenga confianza, que la lucha recién empieza. Durante un largo trecho, mientras camina, siente el amenazante ulular de las sirenas. Pero en la medida que avanza y poco a poco, el aullido, va quedando, lánguidamente, atrás.

***

Cae la noche sobre la Plazoleta adonde convergen Tomás Claramout y Francisco Vázquez Cores. El congelante viento cobra fuerza en el espacio despoblado, levanta polvareda en las veredas de tierra y agita los trasparentes que protegen al caserío. Nadie recorre el lugar, cuando esporádicamente alguien lo cruza, lo hace casi corriendo, con la cabeza gacha y el abrigo apretado, tratando de dejar atrás las inclemencias naturales, la desolación y el miedo. Sin embargo, si alguien estuviera vigilando, notaría que con metódicos intervalos, escurridizas figuras se deslizan entre las penumbras para luego entrar por un corredor de balastro, protegido por transparentes, que desemboca en la puerta de una vivienda-taller apenas iluminada por una luz mortecina. Para el que llega hasta ella es un alivio, atrás quedó por el momento la desolación y el peligro, solamente le queda llamar a la puerta y confiar en que nada inesperado haya sucedido. Lo espera además de los anfitriones, un brasero encendido, en torno del cual calientan sus manos los que ya han llegado, la mayoría trabajadores, aunque tampoco faltan algún estudiante, algún comerciante y algún vecino. Los dueños tienen todo pronto para la reunión, es una pareja que vivió y trabajó desde siempre en las fábricas de Villa Española, pero que un día logró independizarse y montar el taller mecánico, que pasó a ser su principal sustento. El drástico cambio no los alejó de su compromiso social, al que canalizan a través del comité de base del Frente Amplio y de las comisiones de vecinos, es que tienen internizado que nada se puede conseguir si no es con militancia y sacrificio. Por eso desde el golpe de estado la pareja ha puesto a disposición su precario local, aun conociendo los riesgos. Han juntado ropa y alimentos, han visitado panaderos, carniceros, feriantes, chacareros, han repartido volantes, han colgado pancartas e informado de cuanto ocurre a los vecinos y la respuesta ha sido la mejor, pero ante la imponente ofensiva militar ocurrida a lo  largo del día, se hace necesario planificar la respuesta. Muchas fábricas han sido desalojadas, la represión está siendo salvaje y los comunicados amenazan con nuevas provocaciones.  Por eso es importante encontrarse, evaluar la situación, informarse y tomar medidas. Solamente falta Carlos que trae información de lo que ocurre en el resto del país, pero está tardando y por eso el anfitrión preocupado controla que la contraseña en la ventana esté correctamente colocada, es una pieza de metal que en el caso de que no estuviera, significaría que hay peligro. Finalmente los conocidos tres golpes de Carlos en el vidrio de la ventana acaban con la expectativa.

–No pude venir antes, a duras penas logré escapar del allanamiento de la sede de la Asociación de la Prensa, adonde requisaron todo, destruyeron parte del mobiliario y se llevaron a varios detenidos. Me pasé el día avisándoles a los familiares y al resto de los compañeros -se justifica.

Los presentes lo reciben con afecto. Lo conocen en su doble condición de trabajador de la prensa y militante frenteamplista, pero ahora lo reciben para que les transmita las evaluaciones de la dirección del Partido Comunista, del cual todos los reunidos son integrantes. Carlos se sienta sobre un cajón de cerveza, saca de entre sus ropas un minúsculo papel y antes de comenzar con el informe respira hondamente. Ha sido un día de muchas tensiones. Tiene enfrente a trabajadores de talleres y fábricas desocupadas, a curtidos combatientes de mil batallas, que esperan ávidos lo que llega a transmitir.

–Desde ayer de mañana los lugares de trabajo más importantes vienen siendo desalojados y las sedes sindicales han sido allanadas para que no nos podamos reagrupar. En muchos lugares, como por ejemplo en Alpargatas, los trabajadores han sido violentamente reprimidos. Han desalojado AMDET, el Zoológico, el Servicio Social. En una cantidad de lugares están exigiendo la presentación del personal, ustedes lo habrán escuchado, pero se los leo igual, dan idea de la dimensión de la batalla: AFE, Telecomunicaciones, Frigonal, Usinas y Limpieza de la IMM, Banca Oficial, AMDET, Dique Nacional, Pluna, General Electric, Coca Cola, Acodike y como bien saben, FUNSA. Seguramente ustedes en sus intervenciones enriquecerán este informe con lo que está pasando en estas zonas. Está claro que desde la mañana del sábado vivimos a escala nacional una violenta ofensiva en contra de la clase obrera y el movimiento popular, que demuestra la debilidad del régimen. Hasta el momento la dictadura no ha conseguido el apoyo de nadie importante y como contrapartida la Huelga ha concitado el respaldo del más vasto espectro político y social. La Universidad, las asociaciones profesionales, las Iglesias, las organizaciones vecinales, etc., han rodeado a la clase trabajadora, que está siendo el eje de la batalla. Por ejemplo, cuando desalojaron Cristalerías, los trabajadores marcharon por las calles con banderas nacionales cantando el himno, acompañados por cientos de vecinos. Y situaciones similares se vienen repitiendo en todos lados. Por eso, en total coincidencia con lo que plantea el Frente Amplio y la CNT, el Partido plantea que ante la ofensiva represiva, por un lado se trata de evitar enfrentamientos, pero a la primera oportunidad hay que volver a ocupar, junto a todos aquellos que estén dispuestos a acompañar la lucha. Más allá de lo difícil de la situación, no podemos aflojar. Hay que afinar los sistemas de información, para poder actuar en forma coordinada, hay que multiplicar los talleres de impresión, para reimprimir comunicados, hay que desmantelar las patrañas del enemigo y que cada lugar de trabajo, cada lugar de estudio, cada barrio, cada casa, se transforme en una trinchera de lucha. Que ningún uruguayo quede al margen de esta batalla. En otras palabras la clase obrera y el movimiento popular deben absorber la ofensiva y pasar al ataque. Por eso, tenemos que salir con planes bien concretos, en materia de organización, de finanzas, de propaganda, de movilización… Mañana lunes será un día clave.

Carlos finaliza su informe. Nadie deja de intervenir, pero  hay que terminar la reunión. Es tarde y afuera el frío arrecia. Igualmente hay que partir y van saliendo de a uno. Las baldosas humedecidas tamizan los pasos que se alejan.

***

María Micaela Rovira y Roberto Luzardo acaban de llegar de Punta del Este, adonde iniciaron su luna de miel. Por unos días piensan quedarse en Montevideo, en casa de la madre de la novia, en Pocitos, para luego viajar a Buenos Aires y posteriormente a Europa. Silvia está encantada de tener a su hija a su lado, ya que durante los próximos meses no la va a ver y por eso ha organizado una reunión íntima, a la que está invitada Esther Linares y su marido el empresario Daniel Mezzera y el mejor amigo de su yerno, Miguel Muñoz. No desconoce las enormes diferencias políticas que hay entre uno y otro, pero confía en que ambos tendrán en cuenta las circunstancias y no se les ocurrirá enfrentarse, sin embargo los sucesos del momento surgen imprevistamente, con un inocente comentario de su hija, que fastidiada, se queja, mientras deja las llaves del auto sobre la mesa:

-Disculpen la demora, pero llevé a las empleadas a su casa por la falta de transporte y para colmo tuve que hacer una cola enorme en la Estación para conseguir nafta.

Daniel Mezzera la mira y contesta displicente:

-No te preocupes, las cosas están por cambiar. El gobierno emplazó a las cooperativas, sino responden los autobuses serán conducidos por personal policial.

-Hace días que las viene emplazando y no veo ningún cambio –interviene Roberto, más por apoyar a su esposa que por otra cosa. En realidad los asuntos gremiales lo tienen sin cuidado, lo único que le preocupa es la rentabilidad de sus campos y deja que de todo lo demás se encarguen sus socios.

-Esta vez es diferente, acabo de escuchar por la radio que esa tal CNT fue disuelta, que sus locales serán clausurados y están prohibidos sus actos, reuniones y manifestaciones, pero además a las Fuerzas Conjuntas se les ha encargado arrestar a los dirigentes, así que  muerto el perro… -se regocija el empresario mientras saborea una aceituna.

-¿Quiere decir que terminó la huelga? –pregunta distraída Esther a su marido, a la que tampoco le inquietan demasiado los temas políticos, salvo cuando éstos invaden la sacrosanta paz de la Iglesia, como ha venido ocurriendo en su opinión en los últimos tiempos.

Su esposo la mira con fastidio. En su respuesta hay un rencor concentrado contra su mujer.

-Deberías informarte, no todo es ir a Misa… Entre ayer sábado y hoy domingo la mayoría de los lugares de trabajo han sido desocupados y están dadas las condiciones para que mañana lunes 2 de julio el país retorne a su vida normal.

-¿Y si deciden volver a ocupar? –interrumpe María Micaela, mientras recuesta su cuerpo al de su esposo con un vaso en la mano, fingiendo interés.

-Eso no va a ocurrir, en la mayoría de los casos simplemente ha habido que invitar a los obreros a abandonar las ocupaciones y lo han hecho sin causar ningún tipo de problemas y sin que haya sido necesario recurrir a la fuerza, como por ejemplo en mi textil, adonde estuve hoy de mañana –miente Mezzera.

-¿Y los que se resistan? –sondea con cuidado Miguel Muñoz.

Roberto lo mira, lo conoce bien y por el tono de su voz se da cuenta que su amigo está fastidiado

-Es de esperarse que no sea necesario tomar medidas. En todo caso, los que no se reintegren a trabajar seguramente serán destituidos y no será responsabilidad de las Cámaras ni del Gobierno. Pero no creo que sea necesario, en los procedimientos y desocupaciones, el personal de cada empresa ha colaborado completamente, porque al final entendió que está siendo manipulado por intereses subalternos. Por fin comprendieron que los dirigentes usaron las organizaciones sindicales con fines ajenos a su razón de ser y que la CNT se ha burlado del pueblo para debilitarlo y dominarlo y por esa razón es que ha sido disuelta.

-¿Y qué va a pasar con los sindicatos de ahora en adelante, porque si no me equivoco su funcionamiento está amparado por la Constitución? –interviene Roberto provocador, en apoyo de su amigo.

-No sé. Pero estoy convencido que la masa trabajadora debe adoptar sus propias decisiones y librarse del sentimiento de rebaño inculcado por falsos dirigentes, que responden a ideologías e intereses antinacionales.

-¿No le parece lógico que la clase trabajadora se esté expresando a través del único instrumento con que cuenta, como lo es la fuerza gremial, como reacción a lo que ha ocurrido en el plano institucional, sobre todo teniendo en cuenta las tradiciones democráticas del país?  –vuelve a intervenir Miguel.

-Creo que hay que desterrar el insidioso concepto de que en Uruguay hay una “clase trabajadora”, ese es un cimiento de odio inspirado en el caos de la lucha de clases –responde con hostilidad Mezzera.

-Si hay una Central sindical es porque existe una clase trabajadora… -se burla Miguel.

El empresario deja pasar el sarcasmo. Y agrega:

-Ha sido notoria la inconducta de la CNT. Pese a los esfuerzos del gobierno por conseguir la normalización por la vía del razonamiento pacífico, prefirió desafiar al poder legítimo, al que ha pretendido impedirle ejercer sus competencias legales y constitucionales… -elevó la voz el empresario.

Miguel no puede contenerse:

-Es inaceptable que Ud. diga que Bordaberry defiende a la Constitución y a las Instituciones, cuando en realidad las está pisoteando…

-Por mi parte estoy totalmente de acuerdo con lo que viene haciendo –responde Mezzera.

-¿No le preocupa que llegue el momento que, por este camino, las Fuerzas Armadas no puedan mostrar públicamente su uniforme, como les está pasando a sus colegas en la Argentina? –ataca Muñoz

-Para nada. Lo que están haciendo responde a las más arraigadas convicciones orientales y gracias a ellas de nada van a servir las maniobras de los que sueñan con modelos socializantes o comunizantes. No tienen ni tendrán suerte –contesta el empresario.

Muñoz prefiere no responder. Piensa que no vale la pena, sabe que su interlocutor no hace otra cosa que repetir lo que dicen los voceros del régimen, pero además que es conocido a nivel popular como un corrupto que integra un grupo financiero que viene siendo denunciado por haber trasladado a una colateral millones de dólares.  No vale la pena discutir, además mucho tiene para planificar para los próximos días en Colonia, para adonde piensa viajar a primera hora de la mañana, para organizar la resistencia al régimen, tal como lo pidió Wilson Ferreira. Pero en lo inmediato, al igual que a gran parte del país, la pregunta que lo agobia es ¿qué pasará mañana lunes con la Huelga General?

-¿Vieron que por el Uruguayo, Peñarol le ganó 2-0 a Villa Española? -intenta distender Roberto.

-Vi. Pero yo soy blanco y de Nacional -responde en forma escueta Miguel Muñoz.

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