6.
HISTORIAS POPULARES DE LA CREACIÓN (1)
La
simplicidad de las historias sobre el origen del mundo de las mitologías
populares no desarrolladas, están en contacto con los mitos profundamente
sugestivos del ciclo cosmogónico. (52)
No hay ningún intento firmemente sostenido de sondear los misterios que
están detrás del velo del espacio, que destacan en los mitos profundos. A
través de la pared en blanco de la intemporalidad aparece una sombría figura
creadora que ha de plasmar el mundo de las formas. Su día es como un sueño en
su duración, en su fluidez y en su fuerza ambiente. La tierra no se ha endurecido
todavía; mucho queda por hacer para convertirla en un lugar habitable para los
futuros individuos.
El
Viejo viajaba, declaran los Backfeet de Montana; iba haciendo gente y
arreglando cosas. “Vino del sur y fue hacia el norte, haciendo animales y
pájaros mientras pasaba. Hizo primero las montañas, las praderas, los árboles
del monte y del bosque. Así pasó, viajando hacia el norte, haciendo cosas
mientras pasaba, poniendo ríos aquí y allá; y cascadas, y poniendo pintura roja
en el suelo aquí y allá, y compuso el nuevo mundo como lo vemos hoy. Hizo el
Río de Leche (el Tetón), lo cruzó y, como estaba cansado, subió, por una
colina, y se acostó a descansar. Cuando yacía de espaldas, estando en el suelo
y con los brazos extendidos, marcó con piedras el contorno de su cuerpo, de su
cabeza, de sus brazos, de sus piernas y de todo. Allí pueden verse todavía esas
rocas. Después que hubo descansado fue hacia el norte, tropezó con un
montecillo y cayó sobre sus rodillas. Entonces dijo: ‘Es fácil tropezar contigo.’
De manera que allí levantó dos grandes topes y los llamó Rodillas y así se
llaman hasta el día de hoy. Siguió hacia el norte y con algunas de las rocas
que llevaba con él construyó las Colinas del Pasto Dulce.
Un
día el Viejo determinó hacer una mujer y un niño; así pues, formó con barro a
una mujer y a un niño, su hijo. Después de haberle dado al barro forma humana,
le dijo: ‘Debéis ser gente’. Entonces lo cubrió, lo dejo y se fue. A la mañana
siguiente fue al mismo lugar y quitó la cubierta y vio que las formas de barro
habían cambiado un poco. A la segunda mañana habían cambiado más y a la tercera
más. A la cuarta mañana fue al lugar, quitó la cubierta, miró las imágenes, les
dijo que se levantaran, y ellas así lo hicieron. Caminaron hacia el río con su
Hacedor y él les dijo que su nombre era Na’pi, el Viejo.
Cuando
estaban parados cerca del río, la mujer le dijo, ‘¿Cómo es esto? ¿Viviremos
siempre y esto no tendrá final?’ Él dijo: ‘Nunca he pensado en eso, tendremos
que decidirlo. Voy a tomar una astilla del hueso de un búfalo y la tirará al
río. Si flota, cuando la gente muera, ha de resucitar en cuatro días, sólo
morirán por cuatro días. Pero si se hunde, el hombre tendrá fin. Tiró la astilla
en el río y la astilla flotó. La mujer se volvió, levantó una piedra y dijo: ‘No,
voy a tirar la piedra en el río; si flota viviremos siempre, si se hunde, la
gente deberá morir y siempre han de sentir compasión los unos por los otros.’
La mujer tiró la piedra al agua y se hundió. ‘Muy bien -dijo el Viejo-, has
escogido. Todos habrán de perecer’. (53)
Notas
(52)
Una amplia distinción puede hacerse entre las mitologías de los verdaderamente
primitivos (los pueblos cazadora, pescadores, recolectores de raíces y de
frutos, y los de las civilizaciones que surgieron siguiendo el desarrollo de
las artes de la agricultura, el pastoreo y la lechería, hacia 6000 a. C. La
mayor parte de lo que llamamos primitivo es en realidad colonial, difundido desde
algún elevado centro cultural y adaptado a las necesidades de una sociedad
sencilla. Con el objeto de evitar el término equívoco “primitivo”, llamo a las
tradiciones degeneradas o no desarrolladas “mitologías populares”, El término
es adecuado a las finalidades del presente estudio elemental y comparativo de
las formas universales, pero ciertamente no sería de utilidad para un análisis
histórico estricto.
(53) George Birtd Grinell, Blackfoot
Lodger Tales (Nueva York, Chales Scribner’s Sons, 1892, 1916), pp. 137-138.
No hay comentarios:
Publicar un comentario