¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
8
/ ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma
rebosando aguas divinas, en ellas ella revertida como una abundosa fuente, que
por todas partes rebosa aguas divinas! Porque, aunque es verdad que esta
comunicación que vamos diciendo es luz y fuego de estas lámparas de Dios, pero
es este fuego aquí (como habemos dicho) tan suave, que con ser fuego inmenso,
es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el ímpetu que él
desea. De manera que estas lámparas de fuego son aguas vivas del espíritu, como
las que vinieron sobre los Apóstoles (Act. 2,3), aunque eran lámparas de fuego,
también eran aguas puras y limpias, porque así las llamó el profeta Ezequiel
cuando profetizó aquella venida del Espíritu Santo, diciendo: Infundiré -dice
allí Dios- sobre vosotros aguas limpias y pondré mi espíritu en medio de
vosotros (36,25-26). Y así, aunque es fuego, también es agua; porque este
fuego es figurado por el fuego del sacrificio que escondió Jeremías en la
cisterna, el cual en cuanto escondido era agua, y cuando le sacaban afuera para
sacrificar era fuego (2 Mach. 1,20-22; 2,1-12). Y así este espíritu de Dios, en
cuanto está escondido en las venas del alma, está como agua suave y deleitable
hartando la sed del espíritu, y en cuanto se ejercita en sacrificio de amar a
Dios, es llamas vivas de fuego que son las lámparas del acto de la
dilección y de llamas que arriba alegamos del Esposo en los Cantares
(8,6). Y por eso aquí el alma las nombra llamas, porque no sólo las gusta
en sí como aguas, sino también las ejercita en amor de Dios como llamas. Y, por
cuanto en la comunicación del espíritu de estas lámparas es el alma inflamada y
puesta en ejercicio de amar, en acto de amor, antes las llama lámparas que
aguas, diciendo: ¡Oh lámparas de fuego! Todo lo que se puede en
esta canción decir es menos de lo que hay, porque la transformación del alma en
Dios es indecible. Todo se dice en esta palabra: que el alma está hecha de Dios
por participación de Él y de sus atributos, que son los que allí llama lámparas
de fuego.
En
cuyos resplandores.
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