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MARY SHELLEY ESCRIBIÓ SU INMORTAL “FRANKESTEIN” A LOS 19 AÑOS Y EN CONFINAMIENTO


por Isabel López

En abril de 1815, el monte Tambora, un volcán situado en Sumbawa, Indonesia, entró súbitamente en erupción. Su violenta explosión arrojó inmensas nubes de polvo y cenizas a la atmósfera, matando de forma inmediata a 12.000 personas. Se estima que murieron otras 70.000 personas más a causa del hambre y la enfermedad que vinieron después. La explosión del Tambora lanzó a la atmósfera millones de toneladas de cenizas volcánicas y dióxido de azufre que fueron arrastradas por las corrientes de viento alrededor de la tierra. En los meses siguientes, un velo invisible de ceniza cubrió el planeta, bloqueando la luz solar y enfriando las temperaturas.

El año siguiente, 1816, fue el tristemente célebre “año sin verano”. Las bajas temperaturas y las tormentas, incluso de granizo, fueron habituales en Europa durante esos meses. En Madrid llegaron a registrarse mínimas de 12 grados en pleno mes de julio. El frío y las lluvias torrenciales que azotaron Europa y Norteamérica provocaron la pérdida de cosechas y la muerte del ganado. Si a eso sumamos que las guerras napoleónicas casi habían acabado con las reservas de alimentos del continente, la consecuencia inevitable era la hambruna. Las terribles consecuencias que a nivel climatológico, social y político tuvo la erupción del Tambora se prolongaron durante años. Pero no sólo resultaron calamidades de aquel episodio. Ese desastre natural acabó dando origen a una de las cimas de la literatura gótica, el Frankenstein de Mary Shelley.

En el verano de 1816 se reunió en Suiza, en una casa llamada Villa Diadoti, a orillas del lago Lemán, un grupo de amigos procedentes de Inglaterra. Lo formaban Lord Byron; su médico y secretario personal, el doctor John William Polidori; Percy Shelley y su futura esposa, Mary Godwin (después Mary Shelley), y Claire Clairmont, hermanastra de Mary y amante de Byron. Pronto resultó evidente que lo que tendrían que haber sido unas divertidas vacaciones iba a convertirse en un tedioso confinamiento. Debido al mal tiempo, pocos eran los días en los que podían salir de excursión o remar en el lago. El grupo pasaba la mayor parte del tiempo encerrado leyendo relatos de terror. “La lluvia incesante nos confinaba en la casa. Unos volúmenes de historias de fantasmas cayeron en nuestras manos”, recordaría Mary años más tarde. Para combatir el aburrimiento y las discusiones que empezaban a surgir entre los amigos, Byron hizo una propuesta: que cada uno escribiera una obra de terror para compartirla después con el resto. El propio Byron escribió su poema Oscuridad, Polidori escribió su cuento El vampiro, precursor del género de vampiros e inspiración, años después, del Drácula de Bram Stoker, y Mary Godwin escribió Frankenstein.

Mary Shelley había nacido en Londres el 30 de agosto de 1797. Sus padres eran el pensador William Godwin y la pionera del feminismo Mary Wollstonecraft, que falleció tras dar a luz. Mary creció en un ambiente culto y desde niña asistió a las tertulias literarias que su padre organizaba en casa. Allí conoció al poeta Percy B. Shelley, que por entonces estaba casado y era padre de dos hijos. La pareja huyó a Francia un par de meses después acompañada por la hermanastra de Mary. Pasaron los siguientes años recorriendo Europa, viajes que les acabaron llevando a la casa que Lord Byron había alquilado cerca de Ginebra aquel verano de 1816.

Por entonces Mary Shelley tenía 19 años y no había publicado nada. Seguramente el encierro forzoso sacudido por tormentas, sumado a los relatos de miedo con los que los amigos se dedicaban a matar el tiempo, afectó a la ya de por sí nerviosa e inestable Mary, que una noche tuvo un sueño. “Vi al horrible fantasma de un hombre extendido que, tras la obra de algún motor poderoso, cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural”, contó después. Así nació el monstruo del doctor Frankestein. La relación entre la vida y la muerte, la pulsión humana por dominar la naturaleza y los límites de la ciencia son algunos de los temas que subyacen en su relato sobre un científico que crea un ser monstruoso simplemente porque puede hacerlo.

De regreso a Gran Bretaña, Mary Shelley convirtió ese relato en una novela que se publicó de formaanónima en 1818 bajo el título Frankenstein o el moderno Prometeo. Es la obra por la que siempre será recordada, aunque en las últimas décadas críticos y estudiosos han reivindicado su producción literaria, particularmente sus novelas ValpergaPerkin WarbeckLodoreFalkner y, sobre todo, El último hombre, la historia de un mundo futurista arrasado por una plaga, que la crítica tachó de “repugnante” en su momento.

Mary y Percy se casaron el 30 de diciembre de 1816 tras el suicidio de Harriet, la primera esposa de él. Dos años más tarde el matrimonio se mudó a Italia, donde tuvieron dos hijos que fallecieron al poco de nacer (antes ya habían perdido a otra niña). Sólo el nacimiento de su cuarto hijo, Percy Florence, el único que sobrevivió sacó a Mary Shelly de la depresión en la que había caído. En 1822, Percy Shelly murió ahogado al hundirse el barco en el que viajaba. Mary decidió conservar el corazón de su marido y viajó con él hasta su muerte en 1851, a los 53 años de edad, a causa de un tumor cerebral. Fue enterrada con el corazón de su esposo y con los mechones de pelo que había conservado de cada uno de sus hijos fallecidos.
(MAS / 23-4-2020)

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