martes

LA PATRIA Y LA TUMBA (4) - RICARDO AROCENA


(Crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General)

A la memoria de María Cristina Díaz Marrero

La Historia parece un jadeante gigante cansado, detenido por un instante en un rincón del almanaque, como queriendo tomar impulso, para poder encaminarse hacia otros rumbos. La gente está en suspenso, a la espera de que el río inacabable del tiempo recobre su marcha. Los sectores organizados alertan que nada ni nadie a partir de lo que ocurra será el mismo y que el Uruguay caerá en la vergonzante pendiente del resto del continente, pero no todos son conscientes o no quieren serlo de lo que acecha. El presidente Juan María Bordaberry está convencido como nunca de que el destino lo ha elegido para cumplir un rol histórico, que es un instrumento de la providencia divina y que ha sido convocado a impulsar leyes universales que en un plazo no muy largo encarnarán en nuevas instituciones más acordes con lo que en su opinión es el orden natural. Se inclina y se persigna ante una imagen religiosa para que le dé fuerzas, es consciente de que cada día tiene menos apoyo y que solamente cuenta con el respaldo militar, pero éste también es en muchos aspectos relativo, ya que entre los generales no faltan los que lo miran con recelo. En realidad fueron ellos los que lo conminaron a iniciar un proceso que con su participación o sin su participación, iniciaría igual. Y presionado por ellos, por las fuerzas sociales a las que se debe, por sus convicciones y por los fantasmas de su pasado, terminó por aceptar. Su familia lo ha educado en la defensa del integrismo, de los dogmas antiliberales y del linaje al que pertenece. Por un momento le llega la imagen de Domingo, su padre, en su estancia de Durazno, brama que la sociedad democrática y la cristiana son extremos contradictorios y excluyentes y contra los que impulsaron la educación laica, abolieron la pena de muerte e implantaron el voto femenino, entre otras aberraciones. Desde algún rincón del tiempo ahora le dice que ha llegado la hora de extirpar la subversión marxista para salvar a la civilización occidental, y que hay que eliminar a la tradición batllista, a los partidos políticos, a las formas republicano-democráticas de gobierno y a la constitución vigente. Los ojos de Bordaberry parecen más hundidos que nunca, son los ojos de un hombre resuelto, jugado, de un cruzado, de un auténtico guerrero de Dios, que no vacilará ante nadie que atente contra la tradición, la familia y la propiedad.

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Entre sus seguidores crecen las expectativas en la medida que pasan las horas. Saborean de antemano la ofensiva militar, pero los inquieta la previsible respuesta popular. La saborean los estancieros en sus estancias y dibuja sonrisas en la cara de muchos directivos de la Asociación Rural; entusiasma a los inversores y bancos extranjeros, a los especuladores, a los tantas veces denunciados negociantes de la industria frigorífica, a los dueños de las financieras que prosperan con la fuga de capitales y la evasión de impuestos. Festejan el clan Peirano y sus cómplices del Banco Mercantil, de tanta incidencia en la industria frigorífica, automotriz y agropecuaria; festeja el clan Ferrés de gran peso en las industrias del vidrio, del arroz, de los aceites, del azúcar y de los cueros; festejan los directivos de Adela y Deltec, y de otras financieras internacionales que quieren, con el apoyo de EEUU y Europa, quedarse con la riqueza ganadera y frigorífica del Río de la Plata; hace restregar las manos del grupo Pellegrini y brillar los ojos con codicia a Jorge Peirano Faccio, a César Charlone, a Alejandro Vegh Villegas, a Carlos Frick Davie, a Horacio Abadie Santos y a muchos ministros y ex ministros que son o han sido fieles representantes de los intereses de la banca, de los frigoríficos y de la gran estancia en el gobierno. Sus sueños están por cumplirse. Con el Parlamento disuelto, los medios de comunicación controlados, la central sindical ilegalizada, los partidos proscriptos, todo queda a pedir de boca para acumular ganancias sin control y es un respiro ante tantos sobresaltos de los últimos años, desde que en Chile triunfó Allende y la subversión marxista. Para su disgusto el mal ejemplo ha contagiado a otros países de la región, en particular al Uruguay, adonde la izquierda, nucleada en el Frente Amplio, propone una reforma agraria y nacionalizar la banca y el comercio exterior. Por todo esto el novel embajador norteamericano Mr. Siracusa está abrumado, son muchos los cabos nacionales e internacionales que debe atar, para que nada entorpezca los planes; nada deja al azar, es que tiene una larga experiencia en este tipo de menesteres y su principal preocupación es mantener informado al detalle de cuanto ocurre a sus superiores del Departamento de Estado, que miran al Uruguay como una pieza del ajedrez internacional, imprescindible para conformar un bloque en el sur del continente similar al de la OTAN, con Brasil como inspirador y estado gendarme por excelencia y los ejércitos de cada país transformados en instrumentos a su servicio.

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Juan José y Cristina logran eludir el interrogatorio de la patrulla militar e inmediatamente retornan a su hogar. Seguramente los operativos de control y vigilancia van a aumentar ni bien caiga el día y no pueden exponerse demasiado, como militantes comunistas mucho tienen que organizar, él en el sindicato metalúrgico y ella en la Facultad. En la pensión para estudiantes residentes del interior otros como ellos están en la misma situación. La militancia recorre Montevideo y el resto de las ciudades, el alerta es llevado a las fábricas, a las facultades, a las cooperativas, a los clubes sociales, a las comisiones vecinales, a los locales políticos, en particular frenteamplistas. Y en cada lugar comienzan a tomarse medidas, hay que abastecerse de material de propaganda y agitación, conseguir lugares de reunión y por sobre todo procurar que nadie quede sin formar parte de la reacción popular. ¿Pero cuál será esta? Cristina, agotada por el ajetreo y los nervios se derrumba sobre la cama. Juan José la mira, está espléndida con la pollera tableada y el largo pelo húmedo que le envuelve la cara. Ella se reconforta con su mirada. Y le hace un gesto con las cejas, como diciendo: ¿Y ahora qué? 

Juan José se pone serio y le contesta:

-Lo estuve conversando en la fábrica con el resto, la resolución de la C.N.T. es clara y ha sido ratificada por varios Congresos: en caso de golpe de estado, ocupación de los lugares de trabajo y huelga general. Desde hace años mi sindicato viene practicando la forma de llegar a la totalidad de las empresas del gremio ante una eventualidad como ésta, en un plazo que no puede superar las dos horas, los mecanismos organizativos y de información están aceitados como para poder hacerlo.

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27 DE JUNIO. A Bordaberry los acontecimientos lo tienen desbordado. Luego de un día por demás agitado deberá afrontar una noche larga y plagada de definiciones. Son las O horas y el Senado intenta reunirse, pero por el momento no hay quórum, recién lo consigue 25 minutos más tarde. Los rumores han dejado de ser rumores y los legisladores ahora tienen la certeza de que participan en la que será, quién sabe por cuanto tiempo, la última sesión de la Cámara Alta. El Parlamento está por ser disuelto y se suceden las intervenciones condenatorias. Es un momento de inflexión de la historia, que luego del momentáneo paréntesis, recomienza su andar. No es fácil adivinar su destino, pero tanto en el Palacio de mármol como entre el común de la gente, nadie ignora que el ritual de sangre será su motor. Con su reconocida firmeza oratoria lo denuncia el senador frenteamplista Enrique Rodríguez: "Después de esta jornada aciaga, en la dura lucha, en las confrontaciones, en la sangre que seguramente verterán los que han llevado al país a esta encrucijada... más allá de todo esto, surgirá un pueblo que como aquí se ha dicho, no ha nacido para ser esclavo. Y, en el centro de ese pueblo -que nadie lo dude, que nadie tenga un asomo de duda- estarán las fuerzas que componen el núcleo político que nosotros representamos". Inicia para el país una pendiente hacia lo ignoto, hacia lo presumible pero todavía no cuantificable ni cualificable, la pregunta para muchos es ¿cuál será la dimensión y la duración de lo que vendrá? En definitiva será hasta que más temprano o más tarde, otro número en el calendario, otra esquina del tiempo, indique una nueva pausa, un nuevo rumbo en el devenir eterno. "Yo no sé si la historia de esta ignominia será corta o será larga.”, -interviene el senador del Partido Nacional Dardo Ortiz. Y haciendo una emocionada pausa condena a los que se prestan a colaborar con el régimen que nace: “Habrá quienes rodeen al nuevo poder como los cuervos que esperan alimentarse con nuestros despojos..., sé que quienes nos agobian hoy con su prepotencia y su cobardía, incapaces de vencernos con razones, dejarán sin duda una herencia materialmente cuantiosa, pero moralmente miserable. ¡Pobres de ellos!" No menos emocionado interviene el legislador colorado Amílcar Vasconcellos, quien apuesta al futuro: "Hay vencedores efímeros que las hojas del tiempo de la historia desparraman, y se olvidan hasta del odio de los pueblos. Ellos se sentirán vencedores, y muchos serviles y miserables se acercarán para decorar una situación momentánea, pero ya sentirán también el látigo de la historia sobre sus nombres y el de sus hijos, como una mancha indeleble por la inmensa traición que están cometiendo". Se suman otras intervenciones, hasta alrededor de la 1:40 de la madrugada, casi en el mismo momento en que arriba a Suárez y Reyes el Ministro de Defensa Walter Ravenna. Ya todos saben que a las 5.00 am, hablará Juan María Bordaberry por la cadena de radiodifusión nacional. 

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