¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh
toque delicado.
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, vida en muerte
la has trocado.
DECLARACIÓN (21)
36
/ En este estado de vida tan perfecta siempre el
alma anda interior y exteriormente como de fiesta, y trae con gran frecuencia
en el paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar nuevo,
siempre nuevo, envuelto en alegría y amor en conocimiento de su feliz estado. A
veces anda con gozo y fruición, diciendo en su espíritu aquellas palabras de
Job que dicen: Mi gloria se innovará siempre, y como palma multiplicaré yo
los días (29,20); que es como decir: Dios, que permaneciendo en sí siempre
de una manera, todas las personas innova,, como dice el Sabio (7,27), estando
ya siempre unido en mi gloria, esto es, no la deja volver a vieja, como antes
lo era; y multiplicaré los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia
el cielo, como la palma hacia él envía sus enhiestas. Porque los merecimientos
del alma que está en est estado son ordinariamente grandes en número y calidad,
y también anda comúnmente cantando a Dios en su espíritu lo que dice David en
el salmo que comienza Exaltabo te, Domine, quoniam suscepiti me, particularmente
aquellos dos versos postreros que dicen: Convertisti plactum meu in gaudium
mihi, etc., conscidisti meum, et circumdedisti me (laetitia) (Ps.
29,12,13), para que te cante mi gloria y ya no sea compungido; Señor Dios
mío, para siempre te alabaré. Y no es de maravillar que el alma con tanta
frecuencia ande en estos gozos, júbilos y fruición y alabanzas de Dios, porque,
además del conocimiento que tiene de las mercedes conocidas y recibidas, siente
a Dios aquí tan solícito en regalarla con tan preciosas y delicadas y
encarecidas palabras, que le parece al alma que no tiene él otra en el mundo a
quien regalar, ni otra cosa que no emplear, sino que todo Él es para ella sola.
Y, sintiéndolo así, lo confiesa como la esposa en los Cantares, diciendo: Dilectus
meus mihi et ego illi (2,16)
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