2. EL CICLO UNIVERSAL (5)
“Lo
más Antiguo de lo Antiguo, lo más Desconocido de lo Desconocido, tiene una
forma y sin embargo no la tiene, leemos en un texto cabalístico de los hebreros
medievales. “Tiene la forma que preserva al Universo, pero no tiene forma
porque no puede ser comprendido.” (18) Este más Antiguo de lo Antiguo es
representado como un rostro de perfil; siempre de perfil, porque no puede
conocerse la parta escondida. A esto se le llama “Gran Rostro”, Makroposopos;
de las hebras de su blanca barba procede el mundo. “Esa barba, la verdad de las
verdades, viene desde las orejas y desciende alrededor de la boca del Bendito;
y desciende y asciende cubriendo las mejillas que se llaman lugares de copiosa
fragancia; está blanca de adornos; y desciende con un equilibrio de fuerza
balanceadas y ofrece una cubierta hasta la mitad del pecho. Esa es la barba del
adorno, verdadera y perfecta, de la que surgen trece fuentes, que desparraman
el más precioso bálsamo del esplendor. Esto está dispuesto en trece formas… Y
se encuentran en el universo ciertas disposiciones de acuerdo con esas trece
disposiciones que dependen de esa barba venerable y en las que se abren trece
puertas de gracias.” (19)
La
barba blanca del Makroprosopos desciende sobre otra cabeza (“Rostro Pequeño”, o
Mikroposopos) representada de frente y con la barba negra. Y el ojo del Gran
Rostro no tiene párpados y nunca se cierra, mientras que los ojos del Rostro
Pequeño se abren y se cierran con el ritmo lento del destino universal. Este es
el abrirse y cerrarse de la vuelta cosmogónica. Al Rostro Pequeño se le llama
DIOS y al Gran Rostro YO SOY.
El
Makroprosopos es el Increado no creador y el Mikroprosopos es el Increado
creador: respectivamente, el silencio y la sílaba AUM, lo no manifiesto y la
presencia inmanente en el giro cosmogónico.
Notas
(18)
Ha idra zUTta, iii, 288ª. Véase supra, p. 168.
El
Zohar (zôhar, “luz, esplendor”) es una colección de escritos
hebreos esotéricos, que dio a conocer hacia 1305 un sabio judío español, Moisés
de León. Se dijo que el material se había sacado de los originales secretos que
se remontaban a las enseñanzas de Simeón ben Yohai, un rabí de Galilea en el siglo
II d. c. Amenazado de muerte por los romanos, Simeón se había escondido durante
doce años en una cueva; diez siglos más tarde, sus escritos fueron encontrados
allí y ellos fueron las fuentes de los libros del Zohar.
Las
enseñanzas de Simeón se supone fueron tomadas del hokmah nistarah, o
sabiduría oculta de Moisés, esto es, un cuerpo de prácticas esotéricas,
estudiado por Moisés en Egipto, tierra de su nacimiento, y meditado por él
durante sus cuarenta años en el desierto (donde recibió instrucción especial de
un ángel) y finalmente incorporado criptográficamente en los primeros cuatro
libros del Pentateuco, de donde puede extraerse con el entendimiento y el
manejo adecuado de los valores numéricos místicos del alfabeto hebreo. Este
acervo y las técnicas para redescubrirlo y utilizarlo constituyen la cábala.
Se
dice que las enseñanzas de la cábala (qabbâlâh, “acervo recibido o
tradicional”) fueron en un principio confiada por Dios mismo a un grupo
esencial de ángeles en el Paraíso. Después de que el Hombre había sido expulsado
del Jardín, algunos ángeles comunicaron las lecciones a Adán, pensando que lo
ayudarían a recobrar la felicidad. De Adán pasó la enseñanza Noé y de Noé a
Abraham. Abraham comunicó algo de ella durante su estancia en Egipto y de ese modo
la sublime sabiduría puede encontrarse en forma abreviada en los mitos y
filosofías de los gentiles. Moisés estudió primeros con los sacerdotes de Egipto,
pero la tradición le fue repasada por las especiales instrucciones de sus
ángeles.
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