MUCHOS TIPOS DE PRISIONES:
LA
MUJER QUE QUEDA AL ÚLTIMO
“NUESTRA
SEÑORA
DETRÁS
DEL MURO”
Cómo
la herida generacional de ser despojados de
la
Madre provoca que generaciones subsiguientes
vivan
agachadas como si aun los estuvieran
aplastando
cuando ahora son, de hecho, libres (5)
La capillita Sixtina de Nuestra Señora de Guadalupe (6)
El
lugar correcto para nuestra Santa Madre es… en todos lados, así como el lugar
para el amor es… en todos lados, incluyendo a los que están encarcelados y los
que están libres
En el caso de que la
Madre Santísima sea tomada como una “distracción”, como al menos uno de quienes
planearon la “remodelación” dijo que fue una queja que escuchó, simplemente en
comparación hay más de cinco mil enormes basílicas, catedrales e iglesias de
tamaño mediano y pequeño en el mundo, veneradas y honradas en el tiempo, donde
María, la Santa Madre, la Madre de Dios, ocupa un lugar central en el altar. Su
imagen está en el punto medio exacto, a la derecha del altar o instalada en un
nicho decorativo o en una humilde silla o en un ornado domo arriba de todo el
altar, como la figura más alta, más destacada.
Una basílica así está en
Roma, a tiro de piedra del Vaticano, y es una de las cuatro basílicas papales.
Es la venerada Basílica de Santa María Maggiore, en la cual la ubicación de la
Madre de Dios, como se le nombró por mandato de un decreto expedido por el
Concilio de Éfeso en 431 d. C., es tan sólo un ejemplo de cómo Mary, María,
Mir-yam está justo en medio no nada más de la iglesia sino de la gente, y que
esta colocación ha sido aprobada y apoyada por un papa tras otro, obispos y
cardenales durante casi mil quinientos ochenta años, hasta el presente.
Vaya trayectoria. Qué
precedente tan vinculante para que María ocupe el punto medio, sin distraer sino
reuniendo, junto, atrayendo al centro de todos los Corazones Sagrados. Con
tales ejemplos de la Santa Madre aprobados en sus múltiples lugares en todo el
mundo, parece extraño que sea cubierta en una iglesia católica en aparente
oposición a los estándares establecidos por el papado mismo desde tiempos
inmemoriales. Me sigo preguntando dónde están todos los hechos de lo que
sucedió, el pensamiento en sí, o quizás los accidentes de pensamiento detrás de
todo esto.
La iglesia de Nuestra
Señora de Guadalupe en el norte de Denver se formó entre los que vinieron de la
opresión, de ser los desaparecidos, ellos mismos negados al no ser
percibidos como valiosos en la cultura dominante. De nuevo, como la hija de
refugiados e inmigrantes, comprendo muchas capas de la lucha, pues me
empapé de las creencias tribales de mi familia superpuestas a sus creencias
religiosas, y su posterior desgarramiento al ser literalmente masacrados,
mutilados y puestos en fuga por dos ejércitos enemigos durante la “larga guerra
negra”.
También veo la
concordancia aquí con las familias que tienen parientes en la cárcel, pues con
frecuencia es lo mismo. Cuando alguien dirige, alguien con el fuego verdadero
del Espíritu Santo dentro de su cabeza, cuando ese, o más, se levantan en un
esfuerzo diario por ser disciplinados y examinarse espiritualmente, cuando se
paran al frente y dicen “¡En nombre de todo lo Sagrado, no ahora, no de nuevo,
nunca, nunca más!”, entonces puede ocurrir algo, despertar algo decente que
había sido puesto a dormir accidental o indebidamente, hace mucho o poco.
Sé también que, como el
sistema carcelario que puede ofrecer respuestas humanitarias a los presos y no
demasiado duras o negligentes, también quien sea que ordenó el cubrimiento del
mural sagrado de Nuestra Señora puede en cualquier momento reconsiderar para
ofrecer una respuesta amorosa a la gente que ama a Nuestra Señora y su Hijo
Salvador, a los ángeles y a los santos. Cualquiera que sin ver con claridad y/o
cualquiera que ordenó la destrucción también puede ordenar la restauración. Eso
lo sé.
Y tengo esperanza de
esto: que se descubra el mural de Nuestra Señora, que los arreglos necesarios
tengan lugar y por tanto la buena voluntad, el entendimiento franco y verdadero
hacia todos, y así avancemos juntos en la celebración de todas las personas
involucradas. Entretejidas, sin que nadie ponga mala cara sino uniéndonos de
nuevo en la pureza de su Inmaculado Corazón, recordando el linaje que
compartimos con Nuestra Madre y su Divino Hijo que no trajeron conflicto
sino aceptación de “los más pequeños de todos” en este mundo, el amor por las
mujeres y los niños, protección para quienes se esfuerzan por amar. Por esto
rezo.
Pues tengo la certeza de
que muchos padres y prelados son madres ellos mismos. Quieren amar y ayudar
mucho más que crear barricadas o dividir. Como madres verdaderas van todos los
días con los oídos pendientes del latido del corazón de la familia, siempre
viendo cómo le está yendo a todos. Los que encabezan familias de creyentes no
olvidan los dolores de cabeza y del corazón y lo reconfortante de la vida
parroquial familiar cotidiana.
Y como nosotras las
madres de familia también sabemos: la madre marca la pauta para todos en la
mesa. La madre marca la pauta para la familia entera. Si da consejos amables;
si es amarga y resentida; si está tan ocupada tratando de subir por la escala
laboral en lugar de estar cerca de sus hijos; si es de apoyo en lugar de
rencorosa; si es receptiva y ayuda felizmente de formas reales, o está llena de
lugares comunes, promesas rotas, y repite el cliché de que “tengo las manos
atadas”, en lugar de resolver de verdad los problemas, guiadas por su corazón
roto e intuitivo; si se mueve en el amor, siempre en el amor, no sólo moviendo
la boca con la palabra “amor” de forma manipuladora; si tiene una suave fiereza
en ella; si no tiene ataques de resentimiento porque insiste en recordarles a
todos que deben preocuparse por ella, antes incluso que ocupar de su propia
alma; si está dedicada a aprender y enseñar en lugar de amonestar y castigar,
esto último es una manera segura de tener siempre a los demás “en menos”; si
una madre hace que su mesa sea una de bienvenida, entonces sus hijos tendrán
más posibilidades de crecer, de nutrirse y nutrir a otros, de ser aceptados y
aceptar a otros, de serle fiel a lo más sagrado en uno y en los demás y amarlo
y tenerle lealtad.
Pero si no, como ha
ocurrido a lo largo de la historia, atestiguando que los esfuerzos por borrar
verdaderos seres humanos bienamados al desdeñar y cubrir lo sagrado como
“tumbas sin nombre”, sólo han provocado que las madres y los padres, los
hermanos y las hermanas, los amores y amigos de los desparecidos busquen
sin tregua a sus propios Santos, sin parar. Por todo el mundo, es un imperativo
de la psique tener este tipo de lealtad de familia sanguínea con los seres
amados y con los Santos bienamados. Las sentencias, decretos y órdenes en
contra de lo sagrado no pueden subvertir esta clase de pureza que una Fuerza
Mayor da, esta afirmación: “jamás hubo un amor más grande”. Ni siquiera las
paredes y las prisiones pueden evitar que la gente ame y siga lo Santo, ni que
lo Santo deje de amar y guiar a la gente.
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