CANCIÓN
SEGUNDA (8)
¡Oh cauterio suave!
¡Oh
regalada llaga!
¡Oh
mano blanda! ¡Oh toque delicado.
que
a vida eterna sabe
y
toda deuda paga!
Matando,
vida en muerte la has trocado.
DECLARACIÓN
(10)
16
/ La cual mano, según habemos dicho, es el piadoso
y omnipotente Padre. La cual habemos de entender que, pues es tan genrosa y
dadivosa cuanto poderosa y rica, rica) y poderosamente enriquece al alma cuando
se abre para hacerle mercedes. Y así la llama mano blanda, que es como
si dijera: ¡Oh mano tanto más blanda para esta mi alma que tocas asentando
blandamente, cuanto si asientases algo pesado huindirías todo el mundo, pues de
tu solo mirar la tierra se estremece (Ps. 103,32), las gentes se
desfallecen y los montes se desmenuzan (Hab. 3,6)! ¡Oh, pues, otra vez
grande mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19,21), tocándole
tantico ásperamente, para mí eres tanto más amigable y suave, que a él fuiste
dura, cuanto más amigable y graciosa y blandamente de asiento tocas en mi
alma!, porque tú haces morir y me haces vivir, y no hay quien rehuya de tu
mano (Deut. 32,39). Mas tú, ¡oh divina vida!. nunca matas sino para dar
vida, así como nunca llagas sino para sanar. Cuando castigas suavemente tocas,
y eso basta para consumir el mundo; pero cuando regalas, muy de propósito
asientas, y así del regalo de tu dulzura no hay número. Llagásteme para
sanarme, ¡oh divina mano!, y mataste en mí lo que me tenía muerta sin la vida
de Dios en que ahora me veo vivir. Y esto hiciste tú con la liberalidad de tu
generosa gracia, de que usaste conmigo con el toque que me tocaste de resplandor
de tu gloria y figura de tu sustancia (Hebr. 1,3), que es tu Unigénito
Hijo, en el cual, siendo él tu sustancia. Tocas fuertemente desde un fin
hasta otro fin (Sap. 7,24); y este Unigénito Hijo tuyo, ¡oh mano
misericordiosa del Padre!, es el toque delicado con que me tocaste en la fuerza
de tu cauterio y me llagaste.
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