b) (5)
Pero regresemos a la estética expresiva (por supuesto, aquí tan sólo nos referimos
al valor estético espacial y por eso acentuamos el momento plástico-pictórico
en la obra propiamente estética del actor, mientras que lo más importante es la
creación del carácter y del ritmo interior; más adelante nos convenceremos de
que también estos aspectos transgreden la vida del héroe vivida internamente, y
no los crea el autor en el momento de la transformación, coincidencia con el
héroe, sino que los forma desde el exterior el actor-autor-director-espectador;
a veces el actor tanto vive como estéticamente empatiza consigo mismo, en tanto
que autor del héroe lírico: el momento propiamente lírico de la creación del
actor). Desde el punto de vista de la estética expresiva, todos los aspectos
que son estéticos desde nuestro punto de vista, o se la labor del actor como
autor, director y espectador, se reducen tan sólo a la creación de una forma
puramente expresiva como camino de una realización más completa y diáfana de la
empatía-simpatía; un valor propiamente estético se realiza sólo después de la
transformación, en la vivencia de la vida del héroe como si fuera suya propia,
y en este momento el espectador habría de fundirse con el actor mediante la
forma expresiva. La comprensión ingenua de un hombre de pueblo que estuvo
avisando al héroe sobre la trampa empleada en su contra y que estuvo a punto de
lanzarse a ayudarlo durante un atraco, nos parece mucho más cercana a la
postura estética real del espectador. A través de tal comprensión, un espectador
ingenuo ocupaba una posición estable fuera del héroe, contaba con los momentos
que transgreden la conciencia del mismo protagonista y estaba a punto de
aprovechar el privilegio de su posición afuera, ayudando al héroe allí
donde carecía de fuerzas en su lugar. Es una actitud correcta con respecto al
héroe. Su equivocación consiste en no poder encontrar una posición igualmente
firme fuera de la totalidad del
acontecimiento representado, lo cual, ciertamente, obligaría a su actividad a
desarrollarse no en un sentido ético, sino estético; irrumpió en la vida como
un nuevo participante y quiso ayudarla desde su interior, es decir, en un plano
ético-cognoscitivo atravesó el escenario y se colocó junto al héroe en
un solo plano de la vida como acontecimiento ético abierto, con lo cual
destruyó el acontecimiento estético al dejar de ser espectador-autor. Pero el
acontecimiento vital en su totalidad no tiene solución: desde adentro, la vida
puede expresarse mediante un acto, una confesión-arrepentimiento, un grito: la
absolución y la bienaventuranza descienden del Autor. La solución no es
inmanente a la vida sino que desciende hacia ella como el don de la
participación recíproca del otro.
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