1ra edición: Editorial Roca Viva / Julio 1996
1º edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes /
2019
II / Psicosis
La
psiquiatría psicoanalítica desde la Teoría del Ser (5)
El juego que se realiza
con los niños pequeños de tomarlos en brazos y elevarlos para soltarlos por un
momento, procurándoles la sensación de quedar suspendidos en el aire, les
produce a los niños un gran placer, contrariamente a lo que se podría pensar,
placer motivado seguramente por la repetición, ahora no angustiosa, sino por el
contrario placentera, de la vivencia traumática del nacimiento, cuando pasan de
un espacio en que se hallan contenidos a un espacio abierto, en que se sienten
suspendidos. Allí la energía del narcisismo del Ser nos procura un
presentimiento de existencia.
Si bien nacemos con un
cuerpo ya formado, no tenemos en los primeros meses de vida representación de
un cuerpo constituido. Los llantos y gritos del recién nacido no tienen
referente corporal, siendo meros eventos neurofisiológicos, al decir de
Meltzer.
Por eso entendemos que en
el nacimiento somos seres ingrávidos e incorpóreos, pura energía psíquica
vivenciando un espacio multidimensional y atemporal. La creación de un alma que
se desprende del cuerpo cuando morimos tiene aquí su origen, como la creencia
de la vida eterna del alma puesto que en el nacimiento no hay tiempo. También en
la patología mental hay episodios psicóticos en los cuales el psiquismo se
desprende del cuerpo.
Relataré el caso de una
paciente que me fue transmitido por una colega. Dice la paciente: “En el
aeropuerto sentía aquello de las nitideces. Veía los aviones con nitidez. En el
ómnibus cerré los ojos y se me fue. Me resaltaba lo oscuro con lo claro.
Supongamos que el eje de coordenadas soy yo. Los demás sentidos bajan su
función y aumenta la visión. Recibo estímulos y los estímulos me chocan”.
Este fragmento clínico
hace pensar en un aparato psíquico abierto, que ha perdido el aparato protector
de estímulos, de manera que las excitaciones visuales procedentes del exterior
le llegan con excesiva intensidad provocando lo que ella llama “las nitideces”.
Prosigue la paciente: “En
ese momento era yo y el horizonte, yo y la textura. Es una sensación anormal
porque no me siento yo, porque estás atrapada en eso. En ese momento yo no estoy.
Es feo, muy feo. Paso a ser parte de las cosas y no soy más que un ser pensante.
No soy yo sintiendo sino yo como un sentimiento más”.
Aquí la paciente describe
en forma diáfana un estado muy similar al que experimentamos todos en el
momento del nacimiento. No hay cosas ni acontecimientos separados, formamos
parte de todas las cosas existentes, en una unidad invisible con el Todo. Sólo
podemos tener un presentimiento de existencia, de que somos sin ninguna
referencia a un yo sentidor, a un sí mismo que siente. Es un sentimiento
impersonal. Es a este estado que llamamos instancia del Ser, con la cual
nacemos, y que se revive en situaciones patológicas como la que estamos
relatando.
Nacemos como seres
cósmicos, sintiéndonos flotar, como esta paciente, en un espacio infinito y sin
tiempo. Nosotros pensamos que el psiquismo es anterior a la vinculación con el
otro y anterior al yo, puro presentimiento de ser. Muy pronto, el vínculo con
la madre nos procurará algún límite y con él, la sensación de poseer un cuerpo.
Pero la madre, en un comienzo, no se siente como un ser separado, como madre objeto,
sino que el cuerpo materno y el cuerpo propio se sienten como una unidad no
diferenciada. Es el período de las identificaciones primarias que generarán la
primera formación yoica, que Freud llamó corporal y que describió como una
superficie, la proyección de la superficie corporal originada en el contacto
con la madre, y proyectada en la corteza.
Nosotros llamamos a esta
primera formación yoica, yo-Ser, por entender que es un yo corporal con límite
abierto, no limitado aun por la piel. El límite puede ser ya el horizonte, ya
una ventana o los barrotes de la cuna.
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