martes

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (17)


¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro;
pues ya no eres equiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

DECLARACIÓN (15)
-
32 / Y llámale tela por tres cosas. La primera por la trabazón que hay entre el espíritu y la carne. La segunda, porque divide entre Dios y el alma. La tercera, porque así como la tela no está tupida y condensa que no se puede traslucir lo claro por ella, así en este estado parece esta trabazón tan delgada tela, por estar ya muy espiritualizada e ilustrada y adelgazada, que no se deja traslucir la Divinidad en ella. Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de verda la flaqueza de estotra, y parécele mucho más delgada tela, y aun tela de araña como le llama David, diciendo: Nuestros años como la araña meditarán (Ps, 89,9); y aun es mucho menos delante del alma que así está engrandecida, porque, como está puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como también dice David, mil años son como el día de ayer que pasó (Ps. 8,4), y según Isaías, todas las gentes son como si no fuesen (40,17). Y ese mismo tomo tienen delante del alma, que todas las cosas le son nada, y ella es para sus ojos nada. Sólo su Dios para ella es el todo.

33 / Pero hay aquí que notar: ¿por qué razón pide aquí que rompa la tela, que la corte o que la acabe, pues todo parece una cosa? Podemos decir que por cuatro cosas. La primera, por hablar con más propiedad; porque más propio es del encuentro romper que cortar y que acabar. La segunda, porque el amor es amigo de fuerza de amor y de toque fuerte e impetuoso, lo cual se ejecuta más en el romper que en el cortar y acabar. La tercera, porque el amor apetece que el acto sea brevísimo, por que se acabe más presto, y tiene tanta más fuerza y valor cuanto más presto y más espiritual, porque la virtud unida es más fuerte que esparcida; e intróducese años al modo que la forma en la materia, que se introduce en un instante, y hasta entonces no había acto, sino disposiciones para él. Y así, los actos espirituales como en un instante se hacen en el alma, porque son infusos de Dios, pero los demás que el alma de suyo hace más se pueden llamar disposiciones de deseos y afectos sucesivos, que nunca llegan a ser perfectos de amor o contemplación, sino algunas veces cuando (como digo) Dios los forma en el espíritu. Por lo cual dijo el Sabio que el fin de la oración es mejor que el principio (Eccl. 7,9), y lo que comúnmente se dice, que la oración breve penetra los cielos. De donde el alma que ya está dispuesta, muchos más y más intensos actos puede hacer en breve tiempo que la no dispuesta en mucho, y aun, por la gran disposición que tiene, se suele quedar por mucho tiempo en acto de amor o contemplación; y a la que no está dispuesta todo se le va en disponer el espíritu, y aun después se suele quedar el fuego por entrar en el madero, ahora por la mucha humedad de él, ahora por el poco calor que dispone, ahora por lo uno y lo otro; mas en el alma dispuesta, por momentos entra el acto de amor, porque la centella a cada paso prende en la enjuta yesca. Y así, el alma enamorada más quiere la brevedad del romper que el espacio del cortar y acabar. La cuarta es por que se acabe más presto la tela de la vida, porque el cortar y acabar va con más acuerdo, porque se espera que la cosa esté sazonada o acabada, o algún otro término, y el romper no espera al parecer madurez y ni nada de eso.

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