martes

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (16)


¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro;
pues ya no eres equiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

DECLARACIÓN (14)

30 / Donde es de saber, que el amor natural de las almas que llegan a este estado, aunque la condición de su muerte, en cuanto al natural, es semejante a las demás, pero en la causa y en el modo de la muerte hay mucha diferencia, porque, si las otras mueren muerte causada por enfermedad o por longura de días, estas, aunque en enfermedad mueran o en cumplimiento de edad, no las arranca el alma sino algún ímpetu y encuentro de amor mucho más subido que los pasados y más poderoso y valeroso, pues pudo romper la tela y llevarse la joya del alma.

Y así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce, más que les fue la vida espiritual toda su vida; pues que mueren con más subidos ímpetus y encuentros sabrosos de amor, siendo ellas como el cisne, que canta más suavemnte cuando se muere. Que por eso dijo David que era preciosa la muerte de los santos en el acatamiento de Dios (Ps. 115,15), porque aquí vienen en uno a juntarse todas las riquezas del alma y van allí a entrar los ríos del amor del alma en la mar, los cuales están allí tan anchos y represados, que parecen ya mares; juntándose ya lo primero y lo postrero de sus tesoros, para compañar al justo que va y parte para su reino, oyéndose ya las alabanzas desde los fines de la tierra, que, como dice Isaías, son gloria del justo. (24,16).

31 / Sintiéndose, pues, el alma a la sazón de estos gloriosos encuentros tan al canto de salir a poseer acabada y perfectamente su reino, en las abundancias que se ve está enriquecida -porque aquí se conoce pura y rica y llena de virtudes y dispuesta para ello, porque en ese estado deja Dios al alma ver su hermosura y fiale los dones y virtudes que le ha dado, porque todo se vuelve en amor y alabanzas, sin toque de presunción ni vanidad, no habiendo ya levadura de imperfección que corrompa la masa-, y como ve que no le falta más amor que romper esta flaca tela de vida natural en que se siente enredada, presa e impedida su libertad, con deseo de verse desatada y verse con Cristo (Phil, 1,23), haciéndole lástima que una vida tan baja y flaca la impida otra tan alta y fuerte, pide que se rompe, diciendo: Rompe la tela de este dulce encuentro.

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