jueves

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 20


18 (2)

Entonces empezó el espectáculo aéreo. Había un tipo que hacía acrobacias con un Fokker. Era bueno, giraba y hacía loopings, después caía en picada y a último momento salía barriendo el suelo. El mejor de los trucos era agarrar dos pañuelos rojos colocados en postes de unos dos metros de alto con unos ganchos que llevaba en las alas. El Fokker inclinaba un ala para recoger uno de los pañuelos y después se daba vuelta para recoger el otro.

Al rato hubo algunos números de escritura en el cielo bastante aburridos y unas carreras de globos que eran una bobada. Entonces vino algo bueno, una carrera alrededor de cuatro columnas que estaban en el suelo. Los aeroplanos competían dando doce vueltas alrededor de las columnas y el primero que llegaba ganaba el premio. Si algún piloto volaba por arriba de las columnas quedaba descalificado automáticamente. Los aviones calentaban los motores en la pista. Cada uno era de un modelo diferente. Uno tenía un cuerpo muy fino casi sin alas. Otro era ancho y redondo y parecía un balón de fútbol. Todos estaban muy bien pintados. El premio era de $ 100. Seguían calentando los motores, y te dabas cuenta que ahora iba a venir algo realmente excitante. Los motores rugían como si quisieran salir de los aviones. Entonces el juez bajó la bandera de salida y despegaron. Eran seis aviones y casi no tenían espacio para dar vueltas entre las columnas. Algunos pilotos iban por abajo, otros a media altura y otros más arriba. Algunas se apuraban y perdían terreno en los giros. Otros iban más lentos y hacían giros más cerrados. Era maravilloso y terrible. Entonces uno perdió un ala. El avión empezó a rebotar contra el suelo con el motor incendiado. Al final quedó boca arriba echando fuego y humo. La ambulancia y los bomberos se le acercaron enseguida. Los demás aviones seguían volando. Hasta que de golpe le explotó el motor a otro avión y se deshizo en pedazos que empezaron a caerse de a poco, hasta que se destrozó completamente contra el suelo. Pero pasó algo raro. El piloto abrió la cabina, salió y esperó parado a la ambulancia saludando a la gente, que aplaudía como loca. Fue algo milagroso.

Y de repente pasó lo peor. Dos aviones quedaron enganchados mientras daban la vuelta a una columna y se estrellaron contra el suelo, incendiados. La ambulancia y los bomberos volvieron a acercarse y sacaron a dos tipos en camillas. Era triste que aquellos dos valientes se murieran o quedaran inválidos para siempre.

Ahora quedaban nada más que dos aviones, el 5 y el 2, tratando de conseguir el premio. El 5 era el finito que apenas tenía alas y giraba mucho más rápido que el 2. El 2 era el que que tenía forma de balón de fútbol y avanzaba mucho en los giros, aunque no le servía de nada. El 5 se le adelantaba continuamente.

-El avión número 5 -dijo el locutor- lleva dos vueltas de ventaja y le quedan dos para llegar al final.

Parecía que iba a ganar el 5. Pero entonces volteó una columna y la volteó y fue cayendo en picada a toda velocidad, hasta que rebotó contra el suelo, se siguió arrastrando y quedó dado vuelta. La ambulancia y los bomberos tuvieron que ir mucho más lejos.

El número 2 siguió girando entre las tres columnas que quedaban y la que estaba caída, hasta que aterrizó. Había ganado el gran premio. El piloto era un tipo gordo como el avión. Yo pensaba que iba a ser un tipo con pintún y duro. Había tenido suerte. Casi nadie lo aplaudió.

El espectáculo se cerraba con un concurso de paracaidismo. Habían pintado un círculo en el suelo, y ganaba el que cayese más cerca. Me pareció un poco estúpido. No había ruido ni acción. Lo único que hacían los que saltaban del avión era tratar de caer en el círculo.

-Esto no es muy bueno -le dije a Frank.

-No -me contestó él.

Los tipos seguían saltando y cayendo cerca del círculo y de golpe el gentío empezó a gritar oooohs y aaaahs.

-¡Mirá! -dijo Frank.

Uno de los paracaídas se había abierto a medias y no embolsaba mucho aire. El hombre caía más rápido que los otros y le podíamos ver el movimiento de las piernas y los brazos, tratando de desenredar el paracaídas.

-¡Cristo! -gritó Frank.

El tipo siguió cayéndose cada vez más rápido. Y cada vez lo podíamos ver mejor. Seguía tirando de las cuerdas para desenredarse pero al final no pudo. Hasta que rebotó en el suelo y cuando volvió a caerse quedó inmóvil. El paracaídas a medio abrirse cayó arriba de él.

Suspendieron el resto de los saltos.

Después fuimos saliendo con todo el mundo, y nosotros estábamos en guardia por si veíamos a Daniel.

-Mejor no hacemos auto-stop para volver -le dije a Frank.

-Mejor.

Yo no me daba cuenta si lo que me había excitado más fue la carrera de los aviones, el salto fallido del paracaídas o la concha.

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