¡Oh
llama de amor viva,
que
tiernamente hieres
de
mi alma en el más profundo centro;
pues
ya no eres equiva,
acaba
ya, si quieres;
¡rompe
la tela de este dulce encuentro!
DECLARACIÓN
(9)
20 /
Y así, en esta sazón padece el alma acerca del entendimiento grandes tinieblas,
acerca de la voluntad grandes sequedades y aprietos, y en la memoria grave noticia
de sus miserias, por cuanto el ojo espiritual está muy claro en el conocimiento
propio; y en la sustancia del alma padece desamparo y suma pobreza, seca y
fría, y a veces caliente, no hallando en nada alivio, ni un pensamiento que la
consuele, ni aun poder levantar el corazón a Dios, habiéndole puesto esta llama
tan esquiva, como dice Job que en este ejercicio hizo Dios con él, diciendo: Mudado
te me has en cruel (30.21); porque, cuando estas cosas juntas padece el
alma, verdaderamente le parece que Dios se ha hecho cruel contra ella y desabrido.
21 /
No se puede encarecer lo que el alma
padece en este tiempo, es a saber muy poco menos que un purgatorio. Y no sabría
yo ahora dar a entender esta esquiveza cuánta sea ni hasta adónde llega lo que
en ella se pasa y siente, sino con lo que a este propósito dice Jeremías con
estas palabras: Yo varón, que veo mi pobreza en la vara de la indignación; hame
amenazado y trájome a las tinieblas y no a la luz: tanto ha vuelto y convertido
su mano contra mí. Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis huesos;
cercome en rededor, y rodeome de hiel y trabajo; en tenebrosidades me colocó como
muerto(s) sempiternos; edificó en derredor de mí, y por que no salga; agravome
las prisiones: y, demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha
excluido mi oración: cerrome mis caminos con piedras cuadradas, y trastornó mis
pisadas y mis sendas (Thren. 3,1-9). Todo esto dice Jeremías, y va allí
diciendo mucho más. Que, por cuanto en esta manera está Dios medicinando y curando
al alma en sus muchas enfermedades para darle salud, por fuerza ha de penar
según su dolencia en tal purga y cura: porque aquí le pone el corazón sobre
las brasas, para que en él se extrique y desenvuelva todo género de demonio (Tob.
6,8); y así, aquí van saliendo a luz todas sus enfermedades, poniéndoselas en
cura, y delante de sus ojos a sentir.
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