crónica ficcionada del golpe de estado y de la Huelga General
Promedia la tarde.
Además de los sucesos del día, a Vázquez lo preocupa el caso que investiga y
que tuvo como saldo un soldado muerto y otro herido, es que los interrogatorios
que realizó el día anterior enmarañaron más las cosas. En su escritorio y rodeado
de sus libros se siente más protegido, pero suena el timbre y escucha voces que
al principio, dadas las circunstancias, lo inquietan. Se tranquiliza cuando
reconoce la voz de Andrea, su hija, a la que seguramente llamó Doris, que
continúa preocupada por el ensimismamiento de su esposo. Como un vendaval
irrumpe en su escritorio, el juez la abraza contento, es la luz que alumbra sus
ojos. Pocos minutos más tarde Vázquez también reconoce la estentórea voz del
Dr. Amílcar Muñoz, su mejor amigo, que avanza por el corredor. Hace frío y los
tres quedan al resguardo de una estufa a leña, Muñoz inicia la conversación con
otra mala noticia:
-Anoche murió Paco
Espínola.
Para los dos
hombres, el escritor, más allá de sus opciones políticas, es un símbolo del
Uruguay, del país en el que han vivido y su repentino fallecimiento les parece
premonitorio. Lo admiran por la belleza de sus obras, pero también por ser
consecuente con sus ideas, no vaciló en tomar las armas en Paso del Morlán
contra la dictadura de Terra, en jugar un activo papel en solidaridad con la
República española o más recientemente en enfrentar al pachecato, entre tantas
otras historias. Vázquez está contento de que esté su amigo. También es juez
como él. Le tiene gran estima. Ambos se conocieron siendo simples estudiantes,
décadas atrás, en la Facultad de Derecho y desde entonces se ven
frecuentemente. Lo único que los diferencia son sus banderías políticas, es que
Muñoz es blanco como hueso de bagual y por ese motivo la relación se ha
caracterizado por una constante discusión sobre el pasado del Uruguay, en temas
como la Guerra Grande, la guerra de 1904, o la muerte de Saravia, aunque en los
últimos años, cuando conversan sobre la realidad nacional son más las
coincidencias que las discrepancias, sobre todo cuando tratan temas como las
denuncias de torturas, el avasallamiento del Poder Ejecutivo sobre el Poder
Judicial, los permanente ataques a la Universidad, o la aplicación sin límites
de las Medidas Prontas de Seguridad, entre tantas otras cosas
-En lugar de Paco
Espínola tendría que haber muerto el tozudo y mediocre de Bordaberry, que es
incapaz de nada productivo, que vive cargado de encono, que odia todo lo que
sea inteligencia y que considera comunistas hasta a los curas que no dicen la
misa en latín.- estalla con furia Muñoz, pero Andrea lo contiene, lo conoce
bien y sabe que cuando se lanza en uno de sus discursos, es difícil traerlo a
la realidad.
-Lo importante es
que en cientos de lugares los trabajadores están resistiendo, por lo que he
podido averiguar, están ocupando UTE, ANCAP, PLUNA, ANP, OSE, el BPS, AFE, el
Poder Judicial y como médica doy fe de que también Salud Pública. A nivel
privado, no hay gremio que no esté movilizado, como por ejemplo los
trabajadores del cuero, de la industria química, los textiles, los de la
bebida, los gastronómicos, no funcionan las facultades, ni los teatros, ni los
cines, ni los restaurantes, ni el Puerto.-recuenta Andrea.
Vázquez la escucha
atentamente. No lo convence del todo que esté tan informada, eso indica que
está muy comprometida y por lo tanto corre riesgos. Muñoz más calmado contesta:
-Los wilsonistas
apoyamos totalmente la resistencia de los trabajadores, este es uno de los
episodios más hermosos de la historia nacional...
Pero súbitamente
lo embarga la ira, pierde el dominio de sí mismo y mirando fijo a su amigo,
estalla: ¡Como jueces de la nación, deberíamos publicar un comunicado a la
ciudadanía pidiendo la máxima colaboración posible para la captura y posterior
sometimiento, ante la Suprema Corte de Justicia, del ciudadano Juan María
Bordaberry, por habérsele comprobado los delitos de lesa nación, atentado a la
Constitución en grado de conspiración, rebelión, apología del delito, instigación
pública a delinquir e instigación a desobedecer leyes, entre muchas otras
cosas! Vázquez, Andrea y Doris sonríen, conocen bien a su amigo y saben que sus
explosiones son producto de la impotencia. Andrea mira la ventana, es tarde y
tiene que volver al Hospital de Clínicas, que también está siendo ocupado.
***
José, eufórico, no para de hablar.
Cristina lo escucha con atención. Ni bien se encuentran en una perdida
plazoleta del barrio Goes, le dice sin poder contenerse:
-¡La huelga es todo un éxito! ¡A las diez
de la mañana 220 empresas metalúrgicas ya estaban ocupadas!
Desde la madrugada que no se veían, del
sindicato lo habían pasado a buscar por la pensión para que colaborara en la
organización de la medida sindical, Cristina se había quedado prendida a la
radio hasta que escuchó el comunicado oficial e inmediatamente salió a
colaborar con la organización de la resistencia en la Facultad de Arquitectura.
Hace frío y lo soportan apretando los cuerpos, mientras comen unos refuerzos
que ella hizo a las apuradas, antes de salir para el encuentro. Ni bien lo ve,
atosiga a su compañero a preguntas, quiere que le cuente con lujo de detalles
cuál es el ánimo de la clase obrera, los niveles de aceptación de la medida,
todo lo que recuerde, entre otras cosas para poderlo retransmitir al gremio de
estudiantes. José toma sus manos y comienza a detallar, el viento congela a esa
hora de la tarde-noche y además apeligran llamar la atención, por lo que
deciden caminar por Arenal Grande hacia el centro, abrazados, como una pareja
cualquier que retorna a su hogar. En el oído casi, sintiendo que lo anega el
perfume de la piel de su mujer, José comienza a relatar.
-Ni bien terminamos de organizar la
ocupación en las fábricas metalúrgicas, el sindicato me pidió que fuera hasta
la Estación de AMDET a coordinar formas de intercambio de información para que
las noticias lleguen rápidamente a los lugares más apartados. Ya estaba ocupada
cuando llegué a la terminal que queda frente al Cementerio del Buceo, por
Avenida Rivera. Lo mismo Cristalerías del Uruguay, en Comercio y Rivera… ¡Qué
te puedo contar! El clima en todos lados es de combate. En muchos lugares los
trabajadores no llegan solos a sus lugares de trabajo, sino acompañados de sus
esposas y sus hijos, que los ayudan a cargar colchones, comida, frazadas… Las
familias prevén que la ocupación por tiempo indefinido va a ser larga y se
preparan, lo que está diciendo cuál es el estado de ánimo de la gente. En todos
los lugares han colgado carteles enormes para informar a cada barrio de las
razones de la huelga; los vecinos se solidarizan con yerba, alimentos, radios,
bicicletas, motos, todo lo que pueda ser útil. He recorrido la ciudad y
prácticamente no vi ómnibus en las calles, los pocos con los que me crucé
tenían cartel de expreso y trabajadores en su interior, pero además me
comentaron que no salió ningún tren, ni de carga ni de pasajeros. Las calles
están tan desiertas como ésta, incluso en los barrios populares y a lo largo de
la ciudad muchos comercios se han sumado a la huelga… Mi amor, no te quepa la
menor duda, estamos viviendo un momento histórico. ¡La huelga general es un
éxito…! Pero ahora, contáme vos…
***
Cristina hace una pausa antes de
responder. Suspira. Está cansada, pero contenta por todo lo vivido el primer
día de lucha. Y con ímpetu comienza a hablar, mientras aprieta el brazo de
José. “Como ya sabés, enseguida de conocido el decreto golpista, la Federación
de Estudiantes decidió ocupar. Están ocupadas las Facultades de Derecho,
Ciencias Económicas, Ingeniería, Medicina, Química, Odontología, la Estación
Experimental de Paysandú y la de Arquitectura, mi Facultad y se han manifestado
prácticamente todos los organismos del cogobierno llamando a sumarse a la
Huelga General. Es más, a mediodía lanzamos desde el Edificio Central, la
primera movilización contra el régimen.” Por un momento queda callada,
recordaba su intervención en la multitudinaria asamblea en Arquitectura, en la
cual además de estudiantes participaron funcionarios y docentes. Retenía casi
cada palabra de lo que había dicho y estaba segura que nunca las iba a olvidar,
que si sobrevivía algún día las repetiría ante sus nietos. "Los trabajadores, los estudiantes y el pueblo en
general, no podemos permitir que un régimen fascista asuma el poder sin que
haya una respuesta, eso sería una claudicación, es nuestra obligación que la
dictadura sienta el contragolpe y que nazca herida por la más amplia
resistencia popular. Responder es cuestión de principios, sobre todo porque el
fascismo viene a barrer nuestros intereses, nuestras conquistas y las
libertades sindicales y democráticas. Hay que enfrentarlo, erosionarlo,
aislarlo, que quede contra las cuerdas y huérfano de todo apoyo; en la
medida de que lo logremos y que nuestra lucha vaya creciendo hasta
transformarse en avalancha de multitudes, en la medida de que el combate
consolide la más amplia unidad anti dictatorial, los días de estos
traidores estarán contados.” En su torno bullía la indignación y el
entusiasmo y fue saludada con una ovación al terminar. Le comenta todo esto a
su compañero, que la mira entre orgulloso y embelesado. Cristina agrega: “El
Consejo Directivo Central está en sesión permanente y ha convocado a todos los
universitarios a sumarse al resto de la población, junto a los Partidos
Políticos y cualquier otra organización social, para evitar el afianzamiento de
la dictadura, es más, mañana se reúne la Asamblea General del Claustro y
seguramente hará un llamamiento a la población”. Es la hora de despedirse, pero
luego del abrazo José distingue junto a una baldosa de la vereda un volante que
por algún motivo le llama la atención, está escrito en verso y lo recoge para
leerlo entre los dos. El volante dice:
El que borda, es Bordaberry
Y borda con hilo negro.
Está haciendo una mortaja.
Para enterrar a su pueblo.
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