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EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (69) - JOSEPH CAMPBELL


4 / APOTEOSIS (9)

Cierto asceta hindú que se echó a descansar cerca del sagrado Ganges, colocó los pies sobre un símbolo de Shiva (un “lingam”, una vulva y un falo combinados que simbolizan la unión de Dios con su esposa). Un sacerdote que pasaba vio al hombre y le hizo este reproche: “¿Cómo te atreves a profanar este símbolo de Dios poniendo los pies sobre él?”, preguntó el sacerdote; el asceta replicó: “Buen señor, lo siento. ¿Me harías el favor de tomar mis pies y colocarlos donde no se halle el lingam sagrado?” El sacerdote tomó los tobillos del asceta y los movió hacia la derecha, pero tan pronto los hubo dejado en el suelo, un falo brotó de él y los pies quedaron como antes. Los movió de nuevo y otro falo los recibió. “Ah, ya veo” dijo el sacerdote con humildad, hizo una reverencia al santo que descansaba y siguió su camino.

La tercera maravilla del mito de Bodhisattva es que la primera maravilla (o sea, la forma bisexual) es el símbolo de la segunda (la identidad de la eternidad y del tiempo). Porque en el lenguaje de las figuras divinas, el mundo del tiempo es el vientre de la gran madre. Por lo tanto la vida, engendrada por el padre, está compuesta de la oscuridad de ella y de la luz de él. (131) Somos concebidos en ella y vivimos apartados del padre, pero cuando pasamos del vientre del tiempo a la muerte (que es nuestro nacimiento a la eternidad) quedamos en las manos de él. Los sabios comprenden que, aun dentro de este vientre, han venido del padre y regresan a él: pero los más sabios saben que ella y él en sustancia son uno.

Este es el significado de estas imágenes tibetanas de la unión de los Buddhas y de los Bodhisattvas con sus propios aspectos femeninos, unión que ha parecido tan indecente a tantos críticos cristianos. De acuerdo con una de las maneras tradicionales de considerar a estos soportes de la meditación, la forma femenina (yum, en tibetano) ha de comprenderse como el tiempo, y el varón (yab) como la eternidad. La unión de los dos engendra el mundo, en el cual todas las cosas son eternas y temporales al mismo tiempo, creadas a la imagen de este Dios masculino-femenino, que se conoce a sí mismo. El iniciado, por medio de la meditación, es llevado al recuerdo de esta Forma de formas (yab-yum) dentro de sí mismo. O bien, por otra parte, la forma masculina puede entenderse como el símbolo del principio iniciador, el método, y en ese caso la forma femenina implica la finalidad a la que lleva la iniciación. Pero esta finalidad es el Nirvana (eternidad). Y es por ello por lo que el macho y la hembra han de verse, alternativamente, como el tiempo y la eternidad. O sea que los dos son el mismo, que cada uno es ambos, y que la forma dual (yab-yum) es sólo un efecto de la ilusión que, sin embargo, no es diferente de la iluminación. (132)

Esta es la declaración suprema de la gran paradoja con la cual desaparece la pared de las parejas de contrarios y el candidato es admitido a la visión de Dios quien, cuando creó al hombre a su imagen, le creó a la vez femenino y masculino. La mano derecha del varón sostiene un rayo, que es la contraparte de sí mismo, mientras que en la izquierda sostiene una campana, que simboliza a la diosa. El rayo es al mismo tiempo el método y la eternidad y la campana es “la mente iluminada”; el sonido que produce es el hermoso sonido de la eternidad que escuchan las mentes puras a través de la creación y, por lo tanto, dentro de sí mismas. (133)

Precisamente se hace sonar esa misma campana en la Misa cristiana en el momento en que Dios, por medio de la fuerza de las palabras de la consagración, desciende al pan y al vino. Y las palabras cristianas son las mismas en su significado: Et Verbum caro factum est, (134) “la Joya está en el Loto”; Om moni padme hum. (135)


Notas

(132) Comparativamente la diosa hindú Kali (supra, p. 109) se muestra de pie sobre la forma postrada del dios Shiva, su esposo. Blande la espada de la muerte, o sea la disciplina espiritual. La cabeza humana que chorrea sangre, le dice al devoto que haya perdido su vida por ella, la encontrará. La actitud de “no temáis”, y de “entrega de dones” enseña que protege a sus hijos, y que las parejas de contrarios de la agonía universal no son lo que parecen y que para aquel que está centrado en la eternidad la fantasmagoría de los “bienes” y los “males” temporales no es sino un reflejo de la mente, como la diosa misma, que aunque aparentemente pisotea al dios, no es más que un sueño bienaventurado del mismo dios.
Por debajo de la diosa de la Isla de las Joyas (ver supra, pp. 113-114) se representan dos aspectos del dios: uno, con el rostro hacia arriba, en unión con ella, es el aspecto creador, que disfruta del mundo; el otro, vuelto hacia abajo, es el deus absconditus, la esencia divina en y por sí misma, por encima de los hechos y de los cambios, inactiva, latente, vacía, por encima también del misterio de la maravilla del misterio del hermafroditismo. (Ver Zimmer, Myths and Symbols in Iridian Art and Civilization, pp. 210-214.)
(133) Compárese con el tambor de la creación en la Mano del Dios Danzante hindú Shiva, supra, p. 121, nota 46.
(134) “Y el Verbo se hizo carne”, verso del Ángelus, que celebra la concepción de Jesús en el vientre de María.
(135) En este capítulo se han equiparado los términos siguientes:

                                               El Vacío              El Mundo
                                       Eternidad             Tiempo
                                              Nirvana                Samsara
                                              Verdad                 Ilusión

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