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/ APOTEOSIS (9)
Cierto asceta hindú que
se echó a descansar cerca del sagrado Ganges, colocó los pies sobre un símbolo de
Shiva (un “lingam”, una vulva y un falo combinados que simbolizan la unión de
Dios con su esposa). Un sacerdote que pasaba vio al hombre y le hizo este
reproche: “¿Cómo te atreves a profanar este símbolo de Dios poniendo los pies
sobre él?”, preguntó el sacerdote; el asceta replicó: “Buen señor, lo siento.
¿Me harías el favor de tomar mis pies y colocarlos donde no se halle el lingam
sagrado?” El sacerdote tomó los tobillos del asceta y los movió hacia la
derecha, pero tan pronto los hubo dejado en el suelo, un falo brotó de él y los
pies quedaron como antes. Los movió de nuevo y otro falo los recibió. “Ah, ya
veo” dijo el sacerdote con humildad, hizo una reverencia al santo que
descansaba y siguió su camino.
La tercera maravilla del
mito de Bodhisattva es que la primera maravilla (o sea, la forma bisexual) es
el símbolo de la segunda (la identidad de la eternidad y del tiempo). Porque en
el lenguaje de las figuras divinas, el mundo del tiempo es el vientre de la
gran madre. Por lo tanto la vida, engendrada por el padre, está compuesta de la
oscuridad de ella y de la luz de él. (131) Somos concebidos en ella y vivimos
apartados del padre, pero cuando pasamos del vientre del tiempo a la muerte
(que es nuestro nacimiento a la eternidad) quedamos en las manos de él. Los
sabios comprenden que, aun dentro de este vientre, han venido del padre y
regresan a él: pero los más sabios saben que ella y él en sustancia son uno.
Este es el significado de
estas imágenes tibetanas de la unión de los Buddhas y de los Bodhisattvas con
sus propios aspectos femeninos, unión que ha parecido tan indecente a tantos críticos
cristianos. De acuerdo con una de las maneras tradicionales de considerar a
estos soportes de la meditación, la forma femenina (yum, en tibetano) ha
de comprenderse como el tiempo, y el varón (yab) como la eternidad. La
unión de los dos engendra el mundo, en el cual todas las cosas son eternas y
temporales al mismo tiempo, creadas a la imagen de este Dios
masculino-femenino, que se conoce a sí mismo. El iniciado, por medio de la
meditación, es llevado al recuerdo de esta Forma de formas (yab-yum)
dentro de sí mismo. O bien, por otra parte, la forma masculina puede entenderse
como el símbolo del principio iniciador, el método, y en ese caso la forma
femenina implica la finalidad a la que lleva la iniciación. Pero esta finalidad
es el Nirvana (eternidad). Y es por ello por lo que el macho y la hembra han de
verse, alternativamente, como el tiempo y la eternidad. O sea que los dos son
el mismo, que cada uno es ambos, y que la forma dual (yab-yum) es sólo
un efecto de la ilusión que, sin embargo, no es diferente de la iluminación.
(132)
Esta es la declaración
suprema de la gran paradoja con la cual desaparece la pared de las parejas de
contrarios y el candidato es admitido a la visión de Dios quien, cuando creó al
hombre a su imagen, le creó a la vez femenino y masculino. La mano derecha del
varón sostiene un rayo, que es la contraparte de sí mismo, mientras que en la
izquierda sostiene una campana, que simboliza a la diosa. El rayo es al mismo
tiempo el método y la eternidad y la campana es “la mente iluminada”; el sonido
que produce es el hermoso sonido de la eternidad que escuchan las mentes puras
a través de la creación y, por lo tanto, dentro de sí mismas. (133)
Precisamente se hace
sonar esa misma campana en la Misa cristiana en el momento en que Dios, por
medio de la fuerza de las palabras de la consagración, desciende al pan y al
vino. Y las palabras cristianas son las mismas en su significado: Et Verbum
caro factum est, (134) “la Joya está en el Loto”; Om moni padme hum. (135)
Notas
(132) Comparativamente la
diosa hindú Kali (supra, p. 109) se muestra de pie sobre la forma postrada
del dios Shiva, su esposo. Blande la espada de la muerte, o sea la disciplina
espiritual. La cabeza humana que chorrea sangre, le dice al devoto que haya
perdido su vida por ella, la encontrará. La actitud de “no temáis”, y de “entrega
de dones” enseña que protege a sus hijos, y que las parejas de contrarios de la
agonía universal no son lo que parecen y que para aquel que está centrado en la
eternidad la fantasmagoría de los “bienes” y los “males” temporales no es sino
un reflejo de la mente, como la diosa misma, que aunque aparentemente pisotea
al dios, no es más que un sueño bienaventurado del mismo dios.
Por debajo de la diosa de
la Isla de las Joyas (ver supra, pp. 113-114) se representan dos
aspectos del dios: uno, con el rostro hacia arriba, en unión con ella, es el
aspecto creador, que disfruta del mundo; el otro, vuelto hacia abajo, es el deus
absconditus, la esencia divina en y por sí misma, por encima de los hechos y
de los cambios, inactiva, latente, vacía, por encima también del misterio de la
maravilla del misterio del hermafroditismo. (Ver Zimmer, Myths and Symbols in Iridian Art and Civilization,
pp. 210-214.)
(133) Compárese con el tambor
de la creación en la Mano del Dios Danzante hindú Shiva, supra, p. 121,
nota 46.
(134) “Y el Verbo se hizo
carne”, verso del Ángelus, que celebra la concepción de Jesús en el vientre de
María.
(135) En este capítulo se
han equiparado los términos siguientes:
El Vacío El Mundo
Eternidad Tiempo
Nirvana Samsara
Verdad Ilusión
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