El actor presenta ‘Toy Story 4’, la última entrega de la saga de Pixar
en la que pone voz de nuevo al vaquero Woody
Un Tom
Hanks elegantemente trajeado de negro –sin duda no venía de las playas
de Normandía- y con un anillo en la mano izquierda rematado por una piedra roja
que parecía sacado de El código Da Vinci,
ha aparecido este mediodía ante los medios junto al director y los productores
de Toy Story 4 (John Cooley, Jonas Rivera y Mark
Nielsen, respectivamente) para hablar de la película, que se estrena este
viernes, y en la que pone voz de nuevo al muñeco vaquero y sheriff Woody. El
actor lleva 25 años, desde Toy Story, en 1995, siendo la voz
del juguete.
Hanks (Concord,
California, 1956), en plena forma, extraordinariamente cercano para ser la gran
estrella de Hollywood que es, se ha mostrado vital, locuaz, divertido, irónico
y hasta un punto histriónico, dejando patente sus grandes dotes interpretativas
en un festín de imitación de voces, con registros asombrosos que han hecho
alternativamente reír y dejado boquiabiertos a los presentes. Uno de los
imitados ha sido Keanu Reaves, que pone voz al nuevo personaje del motorista
fardón Duke Caboom. Entre los momentos cómicos, cuando ha explicado su
estupefacción al ir a los lavabos de los estudios durante la grabación y ver
que el de hombres estaba señalizado con la figura de su muñeco cowboy.
Ha destacado Hanks
que le encanta ser el alma de Woody, que la nueva historia está llena de
detalles muy emocionantes y que su personaje, con el que comparte creer que en
la vida “hay que saber formar parte de un grupo”, tiene en esta entrega algunos
matices distintos, “en relación con los demás personajes y con su propio
pasado”.
“Es un trabajo muy
duro, mucho más de lo que puede parecer”, ha explicado al preguntarle por el
proceso de grabación. “Nunca estaban satisfechos a la primera, y había que
repetir. ‘Está bien, Tom’, me decían. ‘Pero ¿y si tratas ahora de darle a la
frase un dolor existencial?”. Ha sido emocionante cuando, al interrogarle sobre
sus propios juguetes, ha recordado la figurita de “un pequeño astronauta barato”,
una de sus posesiones más preciadas de niño (no, no era un balón de voleibol
con el que hablaba). Ha relacionado ese muñeco con lo que significan para los
niños Woody, Buzz y los otros, especialmente el nuevo personaje, el genial
cenizo Forky. Construido por la niña Bonnie en el colegio con un tenedor, Forky
es en cierta manera el protagonista (con permiso de los clásicos y sobre todo
de las empoderadas féminas Bo Peep, ya nada muñeca de porcelana como cantaba
Sisa, y Gabby Gabby) o el McGuffin –pues no deja de ser un trasto- de la
película.
Hanks ha dicho que
buena parte de la magia del filme está en que en el fondo todo el mundo quiere
creer que los juguetes de verdad cobran vida cuando se quedan solos en la
habitación. Él de niño lo pensaba. Ante la paradoja de que los filmes de Toy Story se dirigen a unas generaciones que
parecen preferir las máquinas a los juguetes, ha hecho un despliegue de mimo
imitando a un niño que juega moviéndose de un lado a otro y gesticulando y otro
que se encierra sobre sí mismo con un mecanismo portátil. “Reivindico los
juguetes sobre las pantallas”, ha recalcado.
No se imagina
haciendo un archivillano de Bond y matiza que “cuando he tenido que matar a
alguien en el cine es porque era mi trabajo y no por gusto”.
Sobre su forma de
entender el oficio de actor y si prefiere comedia o drama, ha reflexionado:
“Tuve la suerte de empezar en una compañía de teatro de repertorio en la que
hacía de todo, lo importante al actuar no es el género, sino ser fiel a la
naturaleza humana”. Ha señalado también que “estar vivo es tener que afrontar
retos”, como les sucede a los muñecos en cada entrega de Toy Story (en esta Buzz ha de hacer de premio de
feria).
Con su cara icónica
de buen tipo -el vecino, el piloto y el capitán ideal- virada a ratos a una
mueca gamberra, Hanks, sin barba y de apariencia mucho más juvenil que en sus
últimas películas, ha respondido realizando imitaciones a la pregunta de a qué
otros personajes de Disney le gustaría ponerles voz, para acabar lamentando en
broma no disponer de los profundos registros que hacen falta para ser, por
ejemplo, Goofy. Un show parecido
ha montado al cuestionarle por qué no hace de malo-malo en el cine. Dice que no
les encuentra la motivación y no le salen “orgánicamente”. Ha precisado que no
se refiere a los grandes malvados de verdad “como Ricardo III o Yago, a los que
puedo entender, aunque me cueste decir ‘Al final, mi plan está llegando a una
conclusión satisfactoria’” (“At Last My Plan Is Coming To
Fruition”, lo declamó con voz shakespeariana), sino a esos
villanos de cine como los malos de las películas de 007, “cuya gran frase suele
ser ‘Antes de matarle, señor Bond, venga a dar una vuelta por mis
instalaciones”. No se ve, pues, haciendo un archivillano de Bond y matiza:
“Cuando he tenido que matar a alguien en el cine es porque era mi trabajo y no
por gusto”.
"El único papel
de Marvel en el que realmente me veo es en el de policía que le dice al Capitán
América: ‘¡Rápido, hay gente atrapada en el séptimo piso!”.
A la pregunta de si
está en el nuevo proyecto de Pinocho como
Gepeto, ha dicho que pocas veces ha podido dar una respuesta tan corta: “No”.
Acerca de si hará algún papel en una franquicia Marvel, ha respondido en broma:
“Seguro, aunque el único papel en el que realmente me veo es en el de policía
que le dice al Capitán América: ‘¡Rápido, hay gente atrapada en el séptimo
piso!”. En cuanto a si hay en proyecto un Toy Story 5: “No
teníamos planes para la cuarta, así que...”.
Hanks volverá a la
Segunda Guerra Mundial en las pantallas el año que viene con Greyhound, adaptación de la novela The Good Shepherd, del gran C. S. Forester (el
creador de Hornblower), en la que encarna al
protagonista, el capitán de un destructor aliado en la Batalla del Atlántico.
El actor dice que le interesa esa guerra, la segunda, porque es la de la
generación de sus padres y que las películas históricas tienen el atractivo de
que nos preguntamos qué hubiéramos hecho nosotros de hallarnos en esa
situación. El intérprete también tiene en cartera estrenar la versión
cinematográfica de En el jardín de las bestias, el
llibro de Erik Larson sobre la historia del embajador estadounidense en
Alemania en los años treinta, William Dodd
WOODY HABLA CON SU VOZ (HABITUAL) EN ESPAÑOL
El tráiler de Toy Story 4 que Disney
España compartió el pasado mes de marzo desató las protestas de sus seguidores
en redes sociales. En el avance no sonabaÓscar
Barberán. El actor de doblaje se había encargado hasta ese momento de poner voz
en castellano al personaje que interpreta Tom Hanks. Pero, a pocos meses
del estreno de la nueva película, el catalán seguía sin llegar a un acuerdo
económico para encarnar otra vez al vaquero. El sueldo que estipulan los
precarios y obsoletos convenios profesionales de los actores de doblaje en
España para un papel protagonista sería de unos 1.000 euros brutos, explicaban
entonces a EL PAÍS Barberán y el sindicato ADOMA. La anterior entrega de la
saga, en cambio, recaudó más de 30 millones de euros en España. Solo unos pocos
actores estrella, cuyo rostro es conocido en cine o televisión, suelen tener la
oportunidad de negociar su contrato al alza. Y así lo intentó él. “Propuse una
cifra hace tiempo para estar en la película y no he recibido respuesta”, decía
en marzo. Horas después de que este periódico consultara a Disney por el
asunto, se reactivaron las negociaciones entre ambas partes. En mayo, Barberán
confirmaba que volvería a ser el Woody español, “porque la presión del público
así lo ha decidido”, comentaba.
(EL PAÍS - España/ 19-6-2019)
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