por Sergio Bizzio
"Me encuentro con mi poesía al no saber cómo hacerla". Poco
antes de su muerte, en 1987, Sergio Bizzio le hizo al poeta Héctor Viel
Temperley esta entrevista, publicada en la revista Vuelta Sudamericana. La
tituló "Estado de comunión", y le agradecemos el permiso de
recuperarla aquí ahora.
Viel Temperley
nació en Buenos Aires en 1933. Con su primer libro, a los 23 años, obtuvo la
Faja de Honor de la SADE. Entre ese libro y el último volaron 30 años. Sus
lectores, pocos, hablan de Viel como uno de los mejores actuales. Ahora –el
presente vale– llega de una sesión de rayos y está en la cama, una frazada
prolijamente doblada a la altura del pecho.
–Ojóó– hace,
sonriendo, y en el piso suena el teléfono.
Por todas partes
hay pequeños cuadros pintados por él o por Luisa, su mujer. Hay una biblioteca
fina y alta rodeada de fotografías y un Cristo azul acosado por un bosquecillo
de plantas sin flores. Viel no es un poeta de cuchicheo mallarmeano. No dice
“un texto por fin real que será la explicación órfica de la tierra”, ni “un
Cosmos organizado bajo el signo de la belleza”. Él dice: “lo mío tenía que ser
todo un mundo”. (Tiempo atrás, hojeando la novela de un sabio, rozado yo por el
eco de su éxito, se me ocurrió que la percepción de la belleza tiene que ver
más con las sensaciones que con el juicio –lábil ocurrencia, pero me gusta esa
antigüedad. ¿No hay un dios que desaparece automáticamente si se lo toca
demasiado?). Y si habla de sus libros –en este caso “Legión Extranjera” (1978),
“Crawl” (1982) y “Hospital Británico” (1986)–, hace justamente lo contrario de
las gentes que, diría Arreola, caen unas en brazos de otras sin detallar la
aventura.
–Desenchufá –pide–.
No quiero que me interrumpan.
Le digo que parece
que hubiera entrado en escena de golpe, en este último año, cuando tiene nueve
libros editados.
–Creo que eso es
culpa mía. No hice ningún movimiento para acercarme. No estuve en ningún grupo.
Siempre rehuí las presentaciones. Y hasta “Carta de Marear”, que apareció en
1978, había publicado cinco libros... pero yo tenía la intención de romper mi
poesía; la notaba demasiado rígida, como atada a un molde, un principio, un
medio, un fin: sabía qué iba a decir. Después pasé a decir, a ver, empezó a
interesarme la poesía que me permitía no solamente esconderme sino evadirme y
hacer un mundo, tener un mundo.
–¿Evadirte de qué?
De lo excesivamente
claro. Yo me destrozo en cada imagen para esconderme, pero dejo (por ejemplo en
“Legión Extranjera”) citas y personajes que hacen de distintos poemas un solo
poema. Así que después de esto, cuando tuve oportunidad de mandar todo al
diablo, me encierro con un título, “Crawl”, y la intención de dar un testimonio
de mi fe en Cristo, al que nunca había nombrado: decía “Dios”; un dios
panteísta, no el hijo, el hombre. Y el hecho es que me encuentro con mi poesía
al no saber cómo hacerla. Termino explicando cómo se nada, cómo poner una mano
al nadar... Pero descubro que para escribir “Crawl” tengo que aprender a rezar,
y empiezo a tener una relación distinta con la oración y con el aliento. Y al fin
de todo consigo mencionarlo como “éste” o “ése”, con minúscula, porque en aquel
momento de mi vida espiritual hubiera sido una mentira poner reiteradamente
“Jesucristo”. A lo largo del libro lo nombro una sola vez. Yo no era dueño de
ese nombre.
–Más que la
búsqueda de El Nombre parece la búsqueda de un nombre. ¿O pensás que sos
un poeta religioso?
–¿Un poeta
religioso? No. De ninguna manera. Seré un místico, un poeta surrealista,
cualquier cosa, pero no religioso. Hablo de marineros y de nadadores. Jesucristo
aparece a través de un rufián, de un vago, de un bañero. Pongo “Besarme el
rostro en Jesucristo” queriendo decir que Cristo me había llevado a besarme a
mí mismo en él. En él, pero a mí mismo, eso es lo que me interesa. No me dirijo
a él dejando de lado mi amor por esa chica al lado de la lámpara: lo busco ahí.
Me bastó con haberlo puesto una vez. Di testimonio. Macanudo. Ya después me
copo con la tapa, con el marinero de la caja de cigarros John Player... Yo
creía que existía. Me lo había presentado un tío en una pieza empapelada con
flores. Y recuerdo que lo quise. Pero ahí dejé de verlo y no volví a
encontrarlo hasta mucho tiempo después en un atado de cigarrillos. Había soñado
con él, y lo tomé como la cara de Cristo. Dios es idéntico a un marinero, tal
vez un marinero judío, por la mandíbula tan fuerte, cuadrada. En lugar de un
salvavidas, entonces, le pedí a un amigo que dibujara una corona de espinas.
Finalmente, se me ocurrió acompañarlo con la diagramación. Si mirás “Crawl”
arriba es como un cuerpo que va nadando. Yo desplegaba el poema en el suelo y
me paraba en una silla para ver dónde había algo que se saliera del dibujo. Me
pasaba horas arriba de la silla fumando y mirando, y corrigiendo para que
tuviera esa forma. Incluso trato de que las estrofas no tengan puntos hasta la
tercera parte, porque quería que fuera un respirar, quería que cada brazada
fuera una respiración. Solamente al final, cuando habla con otros hombres, hay
puntos y cortes. Pero donde es pura natación, son estrofas.
–¿Y en cuanto al
leit motiv “Vengo de comulgar y estoy en éxtasis”?
–Eso sucedió un día
en que estaba terriblemente angustiado y me metí en el Santísimo, la iglesia
que está acá atrás del Kavanagh. Sin embargo no soporté estar ahí adentro.
Salí, me senté en el pasto, en la plaza, y tuve de pronto una sensación de
éxtasis extraordinaria... Y me dije que ese era el motivo para empezar cada
parte. Y en la primera sigue “aunque comulgué como un ahogado”. Eso, como un
ahogado... Otra vez, yo venía caminando por el puerto, y entre una fila de
plátanos sentí un ataque de Dios, el golpe de Dios, y me puse a llorar. Hay un
plátano en “Crawl”. También recuerdo que cuando yo era muy chico vivía en
Vicente López, y todas las mañanas mamá me llevaba al río, cargado en la
espalda. Yo todavía no sabía caminar. Y un día me caí al agua. Recuerdo que
estaba sentado debajo del agua en paz, sin extrañar absolutamente la vida, la
respiración, el mundo. Lo único que sentía era el éxtasis de ver una pared
color tierra cruzada por el sol: era un manto anaranjado que yo tenía ante los
ojos. Y era feliz.
–En El Nadador
escribís “...agua tan azul que el hombre / entraba en ella y respiraba”.
–Respira el cielo.
Por eso en “Crawl” me quedo tranquilo hasta que un día nublado estoy en una
playa y al cerrar los ojos sale el sol y veo dos figuras blanquísimas, y me
dije que iba a escribir acerca de esos dos tipos haciendo guardia en la arena.
Ese libro sería “Hospital Británico”. Yo estuve en el Británico. Caí enfermo
cuando vi a mamá que quería morirse, y murió cuatro días después de que a mí me
trepanaran. Habíamos pasado tres meses los dos tirados en la cama. Bueno, me
operan del mate y a los dos o tres días salgo al jardín. Iba del brazo de mi
mujer. Nos sentamos delante de un pabellón, al que llamo Pabellón Rosetto.
Volaban unas mariposas y había unos eucaliptus muy hermosos, nada más que esto,
y fui rodeado y traspasado por una sensación de amor tan intensa que me arruinó
la vida en el mundo.
–¿Cómo?
–Sí, la sensación
de estar rodeado por cielo, y de que ese cielo me tocara como carne, y que
podía ser la carne de Cristo y que al mismo tiempo lo tenía a Cristo adentro...
Yo era amado con una intensidad que estaba en el límite de lo soportable. Eso
duró una semana. Cuando volví a casa me tiré en el living y abrí la ventana
para que el viento moviera la enredadera y estuve hasta el amanecer tratando de
recuperar ese estado de comunión, pero no apareció nada.
–Bueno,
apareció Hospital Británico.
–El libro de un trepanado. El que escribió ese poema no existe más. Yo,
en aquel entonces (no sabía que iban a darme rayos) salí volando con la cabeza
abierta: iba a escribir. Se me ocurrió la solución de las esquirlas, lo ordené,
escribí lo que habla de la muerte de mamá... y el resto en el estado de un tipo
que se había salido de la realidad porque tenía un huevo en la cabeza. Después,
sí, después tienen que darme rayos. ¿Quién carajo armó todo eso? No tengo idea.
Llega gente, vienen a visitarme, caen cartas, pero lo que yo tengo que ver con
el efecto de ese libro es muy poco. No soy el autor de eso como de “Crawl”.
“Hospital Británico” es algo que estaba en el aire. Yo no hice más que
encontrarlo. “Hospital Británico” me permite creer que me salí del mundo y no
sé para qué. El cielo estaba en la enfermera que pasaba...
(ETERNA CADENCIA / 12-6-2017)
(ETERNA CADENCIA / 12-6-2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario