En la casa del Zorrino (1)
Iban cerca ya de la casa
del Zorrino, cuando este se sujetó y dijo:
-¡Caracho! ¡Mirá al Teruteru
cerca de mi casa!
En efecto. Allí estaba,
con el sombrero más a la nuca y aun así, rebasándole el ala su copetito de
atrás, por lo que le quedaba como coleta.
-¿Estará de espía?
-desconfió Don Juan.
-¡Alcahuete! Claro que es
una fija que está espiando. Pero déjame acomodarlo por mi cuenta y ya vas a ver
en qué le quedan las ganas de propalación. Vos escóndete por aquí y cuando veas
que ha llegado el momento te metés adentro y me esperás.
Se guareció Don Juan tras
un espinillo. Y el Zorrino salió como que iba derecho a su casa, con la cabeza
muy agachada, mirando afanosamente el suelo. De pronto de paraba, miraba a su
alrededor, registraba alguna mata de pasto, y seguía, y más allá volvía a hacer
lo mismo… Cuando estuvo a poca distancia del Teruteru hizo como que recién
reparaba en él y lo saludó muy atento.
-Buen día, aparcero -dijo
el Zorrino retribuyendo el tratamiento y parándose de frente. -¿No sabe lo que
me ha pasado?
-No tengo noticia. Cuente
pues el sucedido.
Y avanzó con sigilo y un
pasito que denunciaba de lejos su egoísmo y la doblez de su carácter.
-Que perdí el cinto con
veinte amarillas y plata en papel, además.
El Zorrino no se movió y
el Teruteru se detuvo. Y siguieron hablándose como a través de un cerco.
-¡No me diga! ¿Y dónde
pudo haber sido eso?
-¡Pero amigo, si yo lo
supiera! Lo ando campiando desde anoche.
-Usté sabe que yo soy
pobre; pobre pero honrado -dijo adelantándose seis o siete pasos el Teruteru y
volviendo a detenerse.
-¡Cómo no lo viá saber!
Pero no colijo a qué viene eso -respondió el otro dando con suavidad dos pasos
tan grandes que le valieron por cinco y poniéndose de nuevo firme.
-Viene por esta cuestión.
Yo no tengo nada que hacer, ando al cuete, y si usté me promete darme la mitá
de la plata, puede dar unos vuelos -de arriba se ve mejor- a ver si le agencio
el cinto.
Dieron varios pasos más
cada uno y ahora sí que se detuvieron porque estaban ya pecho con pecho.
-Trato hecho -dijo el
Zorrino. -La mitá de la plata puede contarla ya como suya.
-Bueno; usté indique el
camino.
Y, como rastreadores de
oficio, se pusieron en movimiento.
-Por aquí anduve… Después
de una vuelta por aquí… Estuve parado solo un ratito, ¿sabe? ¡esas cosas…! En una
de esas chilcas… Desvié este matorral…
El Teruteru, por el aire,
lo seguía haciendo círculos, con los ojos clavados en tierra. Como se había
recogido el poncho sobre los hombros para aligerarse, era grande la sombra que
hacía mover en el suelo. El barbijo le sostuvo firme el sombrero. Y con toda
intención el Zorrino lo iba alejando de su vivienda; profundizándolo cada vez
más en el chilcal. Hasta que calculó que el Zorro estaría mateando lo más
tranquilo. Entonces se detuvo y dijo:
-Mire, compañero, de aquí
me acuerdo como si fuera ahora que me fui derecho a la pulpería. Yo de tanto
campiar estoy que no valgo un cobre, de cansado. Siga usté solito, nomás, y si
tiene alguna novedá se viene y me noticea. ¿Usté sabe mi casa, no? -agregó con
aire de inocencia.
-Sí; ¡cómo no lo via a
saber! -exclamó el Teruteru sin advertir que su socio lo estaba sobrando.
-No, ¡como usté siempre
es tan distraído…!
-¡La mitá, ya sabe!
-Pierda cuidado, socio.
Mi palabra es una firma. La mitá de la plata y todo mi agradecimiento.
El Teruteru siguió dando
vueltas rumbo a la pulpería. Y al galope, el Zorrino llegó a su casa.
Como supusiera, Don Juan
había calentado el agua y estaba tomando mate, con la pava entre las piernas,
sombrío.
-¿Qué diablos le dijiste
al Teuteru que salieron los dos como si fueran rastriadores de oficio?
El Zorrino agarró un
cráneo vacuno, lo acercó junto al de Don Juan, tomó asiento y le contó lo
sucedido.
La tristeza de Don Juan
se entreabrió para dejar pasar una sonrisa que revoloteaba.
-¿Sabés que la hiciste
lindo? -dijo.
-¡Y, se hace lo que se
puede! -contestó el otro sin disimular su orgullo por aquel aprecio.
Pero observó que la sonrisa
de Don Juan iba bajando, huyendo casi invisiblemente y que desapareció en su
interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario