por Toni Montesinos
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la
autobiografía que nunca escribió. Lo tituló “Atorretrato” (en Los perros
ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y
brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones,
deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente
“entrevista capotiana”, con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de
Jorge Boccanera.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él,
¿cuál elegiría?
Elegiría vivir encerrado en el viaje, que también es un lugar. O en su
defecto, en un puerto junto al Atlántico parecido al de Ingeniero White –antes
llamado “De la Esperanza”, con calles atestadas de marineros, peones de estiba,
bailarinas, pescadores, acordeonistas y forasteros.
¿Prefiere los animales a la gente?
Diría que por ratos me entiendo mejor con los animales.
¿Es usted cruel?
No siento ningún tipo de placer en causar humillación o dolor al otro.
¿Tiene muchos amigos?
Los necesarios. Hermanos de la vida, de muchas experiencias compartidas;
compañeros; me gusta esa palabra que, según algunos, su etimología tiene que
ver el “compartir el mismo pan”.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Aquellas que se han forjado a sí mismo para ser quienes son en la vida.
Lealtad, humor, conciencia crítica, humor, afecto y humor, solidaridad, humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Para nada.
¿Es usted una persona sincera?
La sinceridad entre las personas conlleva una instancia muy importante
para cualquier tipo de vínculo, la confianza. Nunca me ha gustado la mentira; escapo
de aquellos que tienen la lengua dividida y dicen una cosa por otra.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
En aquellas actividades que permitan no sentir el paso del tiempo. Eso
que magistralmente el poeta mexicano Renato Leduc llamó, en uno de sus sonetos:
“la dicha inicua de perder el tiempo”.
¿Qué le da más miedo?
El avance del fascismo en todas sus formas, bélicas, económicas,
mediáticas, jurídicas, que siempre llegan combinadas. Como decía mi abuela
italiana, respecto de la guerra, “es una desgracia”; un retroceso humano
descomunal.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La palabra “escandaliza” se enlaza, creo yo, al gesto del indignado; esa
ofuscación pasajera que experimentan aquellos que ven por primera vez las
penurias que padecemos hace siglos. Diría que me espanta lo poco que vale hoy
la dignidad frente a la idolatría del dinero y la idea obscena de que puede
comprarlo todo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué
habría hecho?
Algo relativo a la música. Pertenezco a una familia de cantantes y las
letras de canciones fueron mi primera biblioteca. Además, me hubiera gustado
dedicarme al cine, a la historieta o ser payaso de circo, ¿qué personaje ha
escarbado más profundo en el alma humana que Charles Chaplin?
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Ahora ando en bicicleta por el barrio y camino bastante. Hasta los
cincuenta años jugué fútbol.
¿Sabe cocinar?
Sí. Disfruto comprar los alimentos, lavar las verduras y hacer mis
guisos especiales que bautizo con nombres extraños. En uno de mis poemas,
escribí: “Los hombres que cocinan/ encontraron el modo de evitar el suicidio”.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos
artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Seguro que justamente a una revista como esa no le interesaría el perfil
de quienes considero personajes inolvidables. En mis libros de crónicas y
entrevistas, reuní algunos diálogos mantenidos con personajes como Gregorio
Fuentes, capitán del barco de Hemingway, entre otros. Hay otros personajes de
novela que me interesan, como el escritor que entre otros seudónimos utilizó el
de B. Traven, y del que nunca se supo a ciencia cierta su verdadera identidad.
Un anarquista que llegó a vender millones de ejemplares de sus novelas; una de
ellas, El tesoro de la Sierra Madre, fue llevada el cine por John
Houston y ganó tres Oscars. Escribí una crónica sobre Traven que llamé “La
popularidad de un fantasma”.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sin duda “libertad”. Pero también “solidaridad, que encierra lo
fraterno, la capacidad de soñar, los afectos, la reciprocidad, el futuro, el trabajo
y lo creativo.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. (Otra respuesta podría servir para incriminarme en algún hecho
desgraciado que ocurra de aquí en adelante, ¿no?)
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De izquierda.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Los zapatos que pintó Van Gogh, que seguro tienen mucho que contar.
¿Cuáles son sus vicios principales?
¿Vicios o defectos? Vicios, los dulces (y las dulces) y el trabajo (asumo
más que los que puedo realizar); defectos: tengo el sí fácil, soy ansioso, me
acusan de ser hipercrítico.
¿Y sus virtudes?
Mantener mis ideas, compartir y ayudar; tratar de ser honesto, armar
ruedas de diálogos con amigos; el humor, en fin, sobre mis virtudes y defectos
deberían hablar quienes me conocen.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico,
le pasarían por la cabeza?
Después de que me
ahogue, se lo cuento.
(ALMA EN LAS PALABRAS / 8-1-2018)
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