El amor
inmaculado de la Madre Bendita por el alma salvaje
PRIMERA ENTREGA
Clarissa Pinkola Estés es estadounidense de primera generación, de origen
mestizo mexicano y con herencia de las tribus magiar y suaba; su familia está
compuesta por inmigrantes y refugiados europeos.
Es poeta laureada, activista social y psicoanalista diplomada certificada
por el colegio C. G. Jung International Association of Psychoanalysts, en
Zurich, Suiza. Ha practicado clínicamente durante 41 años su especialidad en
recuperación postraumática y psicoanálisis. Ha sido editora, miembro de la
Asociación de Periodistas Hispanos, trabajado en proyectos de alfabetización
-principalmente en las cárceles-, y es contadora de viejas historias de la
tradición latinoamericana.
Sus trabajos han sido publicados en cuarenta idiomas y se ha reconocido su
labor con innumerables premios.
Es la autora del best seller Mujeres que corren con los lobos y de
la serie de audio The Dangerous Old Woman (La anciana peligrosa), Sounds
True, 2010, 2011. Desatando a la mujer fuerte es la continuación de sus
dos trabajos anteriores donde se analiza el arquetipo mayor de la mujer.
Desatando a la mujer fuerte
la pequeña Madona, encima de un chapitel
para que fungiera como la fuerza
que guiara a la ciudad.
Eterno estudioso de las lenguas,
dijiste que el nombre de la ciudad, Milán,
venía del Mediolanum de los celtas ancestrales
y del latín antiguo, que se dice significaba
“santuario del centro del corazón”.
Aquí, pensamos, estaba el umbral perfecto
Para cruzar con este trabajo.
Esa frase preferida de Kafka que todos los amantes de la
lengua se saben de memoria:
“Un libro debe ser como un hacha para partir el mar
helado
que llevamos dentro…”.
Justo así. La ilustra pequeña Madona que mira
la ciudad encima de la catedral de Milán,
se alza radiante y con las manos abiertas;
su halo estrellado relumbra y tiene una lanza feroz con
una filosa cuchilla de Cruz para hacer justamente eso por
nosotros, es un hacha para abrir la paralización moderna
que llevamos dentro, de modo que tengamos
la libertad de fluir hacia delante de las maneras más
respetadas por la historia… todos, almas
que caminamos o algún día caminaremos con Nuestra
Señora, la Gran Mujer, la Madre Santísima,
manteniéndola cerca,
con cualquier nombre,
vestimenta,
raza
o
rostro.
Primeras palabras (1)
NUESTRA GRAN MADRE ANCESTRAL
Bendición inicial:
Totus Tuus, te pertenezco
Madre Bendita
Con agujas e hilo, suave fieltro rojo y tinta blanca, con esmero adorné y
formé palabras, más hojas, ramas y pájaros en una colcha para colgar sobre mi
cama y que sirviera de umbral al sueño.
Nombré a este umbral Totus Tuus ego sum María, pues es una carta de
amor a la Gran Mujer, una carta que escribo y envío constantemente, una carta
desde el corazón, que dice: “Soy tuya completamente, mi Madre. (1) Por favor
ora por mí y quédate conmigo, Madre Santísima”.
En un mundo donde a menudo el horror hiela el corazón y la belleza corta la
respiración, demasiadas veces corroído hasta los huesos por los que escupen
desdén con orgullo enfermizo, es la Madre Bendita, tan indescriptiblemente
llena de gracia, quien vierte en nosotros inspiraciones brillantes, si
escuchamos, si las buscamos.
Hay, pues, una razón bendita para buscar y estar cerca de esta gran fuerza
de enseñanza, conocida en el mundo como Nuestra Señora, y en particular
llamada, con lealtad y amor, Nuestra Madre, Nuestra Santa Madre. Es nuestra.
Se le conoce por muchos nombres y muchas imágenes, y se le aparece a
personas en todo el mundo, en distintas épocas, con las formas e imágenes
precisas para que el alma la entienda, la asimile más fácilmente, para que
pueda abrazarla y ser abrazada por Ella.
Usa miles de nombres, miles de tonalidades de piel, miles de ropajes para
decir que es patrona de desiertos, montañas, estrellas y océanos. Si hay más de
seis mil millones de personas en la Tierra, entonces nos llega literalmente en
miles de millones de imágenes, pero en su centro solo hay un gran Inmaculado
Corazón.
Desde que salimos tambaleándonos de la Bruma, hemos tenido inagotable
anhelo de esta Gran Madre. Desde tiempos inmemoriales, no hay fuerza femenina
con mayor compasión, entendimiento de las extrañezas, y capacidad de amar las
variaciones salvajes y asombrosas de los seres humanos.
En ningún lugar hay mejor ejemplo, maestra y mentora que Ella, a quien,
entre muchos otros nombres verdaderos, se le llama Trono de Sabiduría.
Para la Madre Santísima, todos podemos ser amados, todas las almas se
aceptan, llevan dulzura en el corazón, son hermosas a la vista; somos dignos de
conciencia, de ser inspirados, ayudados, consolados y protegidos, incluso
cuando otros simples humanos, tonta y ciegamente, crean lo contrario.
Si siguiendo los senderos trazados en los cuentos de los “viejos
creyentes”, si después de que el viejo Dios Yahvé Jehová, quien parecía ocupar
una cantidad exorbitante de tiempo en crear y destruir, llegó a nosotros, en
gran contraste, el Dios del Amor, entonces Nuestra Santísima Madre es la Madre
Definitiva, que Dio a luz el Amor…
Ella es la Madre que ascendió entera, la Madre que ha vivido guerras,
conquistas, enrolamientos. Es la Madre que ha sido prohibida, ultrajada,
silenciada, bombardeada, escondida, acuchillada, desnudada, quemada,
plastificada y desechada.
Y aun así sobrevivió, en nosotros y para nosotros, sin
importar quién levantaba una mano en su contra o intentaba minar su alcance
infinito. Ella está inscrita en cada libro sagrado, en cada documento de los
misterios y en cada pergamino que la detalla como Viento, Fuego, Guerrera,
Corazón de Oro, La que sabe y más.
Y más que nada, está inscrita en nuestras almas mismas. Nuestros anhelos
por Ella, nuestros deseos de conocerla, de que nos cambie, de seguir su actitud
de perspicacia aguda, sus maneras protectoras, su confianza en la bondad, todas
son evidencias de que Ella existe, de que Ella sigue viviendo como una gran
fuerza en nuestro mundo ahora mismo, si bien no siempre perceptible, sí de
manera patente.
Incluso cuando “se perdió de vista”, cuando la desaparecieron matones y
dictadores en las décadas de la llamada Guerra Fría, que fue en realidad un
tiempo de oscuridad destinado a destrozar la voz del alma a través de vastos
territorios, de todos modos la soñábamos de noche.
Vimos sus colores y flores, sus rosas, correhuelas, lirios, campanitas,
caléndulas y demás, aparecer a la orilla de los senderos más oscuros, a pesar
de que nos dijeran que se había ido, que en primer lugar nunca existió.
La descubrimos en el camino entre los árboles. Nuestra Señora de las
Basílicas de Abedules, Nuestra Señora de los Sicomoros, Nuestra Señora del
Santuario del Pinar, Nuestra Señora de las Catedrales de Secoya. Aunque
prohibida hasta en nuestro pensamiento y nuestra imaginación, Ella se quedó. A
pesar de todo, seguía ahí, pues es por excelencia la Madre que no deja atrás a
sus hijos, ni los dejará.
Incluso cuando sus ermitas y bosques, y las vías, caminos de peregrinación,
se borraron de los mapas, cambiaron de nombre o los reescribieron o arrasaron
con ellos, se aparecía en nuestras tribulaciones y momentos creativos más
intensos; arrancaba lo obstinado de nuestro interior, ayudándonos a dejar morir
lo que debe morir y ayudándonos a dejar vivir lo que debe vivir.
Ella compartirá su aliento con nosotros cuando sintamos que perdemos el
nuestro. Ella nos dará calor cuando tengamos demasiado frío y nos refrescará
cuando tengamos demasiado calor: en la emoción, en el espíritu, en la mente, la
ideación, el deseo, los juicios, en la vida creativa del alma. Nos dice que
seamos amables, pero también nos dice: “Sé amigable, mas nunca dócil”.
Lo único que tenemos que hacer es pedir y Ella estará ahí de formas que
quizás podamos ver o sentir de inmediato, o quizás tengamos que tratar de
alcanzarla, aprehenderla de una manera nueva y, al principio, no del todo
cómoda.
Dicen que San Francisco de Asís corrió de cueva en cueva, lamentándose
porque acababa de perder a Dios y no lo podía encontrar. Pero Dios le dijo a
Francisco que Él había estado ahí todo el tiempo, y que debía aprender a ver a
Dios en todas sus formas
Así, lo único que debemos hacer es llamarla con el corazón y Ella
atravesará los muros, cruzará las aguas y pasará bajo montañas y entre barrotes
de hierro dorados para darse a conocer. Lo único que debemos hacer es
recordarla, y Ella estará con nosotros al instante, enseñándonos, volviendo a
centrarnos en su perspectiva espiritual, escondiéndonos, reconfortándonos,
ayudándonos a realmente ver. Es lo que en yidis antiguo se llama un mensch,
“alguien innatamente sabio”; lo que en budismo se conoce como bodi, “un
lugar de conocimiento”. Los Latinos llamamos a esto un ser humano, alguien que
por medio de las tribulaciones aprendió a ser humano de verdad.
Nuestra Señora personifica la Compasión y aparece fácilmente cuando
contempla el espíritu y el alma humana en el sufrimiento, en el daño, en la
fatiga, y también cuando el sendero es largo y el oro de los carismas y
talentos del alma pesa en la vida creativa o cuando se enreda la vida de la
familia y del trabajo. Especialmente entonces, se inclina para cuidar el alma
necesitada.
Ella aparecerá en nuestros pensamientos, nuestros sueños, nuestras
intuiciones, nuestros entendimientos repentinos… con la rueda de repuesto más
útil, la palanca, el músculo espiritual, el hilo y la aguja, la urdimbre y la
trama, el barro, la materia, la música, el alimento, la revelación dificultosa
de algo, el pensamiento luminoso, el portal hacia una nueva actitud, la palabra
exacta y necesaria de aliento.
Ella está aquí con nosotros, siempre ha estado aquí con nosotros, sin
importar cuál “aquí” crucemos o a cuál entremos.
(1) Nota de la traductora: Debido a la importancia de la oralidad en
la obra de Clarissa Pinkola Estés, esta traducción buscó preservar el giro
original que la autora dio a sus frases. Por tanto, cuando se utilizan cursivas
en la versión inglesa para denotar énfasis o señalar expresiones locales y
vocablos extranjeros (incluyendo frases en nuestro idioma), la edición en
español las usa también. Es importante subrayar que en todo el libro se
respetaron peculiaridades de lenguaje como Cristocito, oracionadora,
bookicito, prayercito, etcétera, ya que, como la misma doctora Clarissa
explica en sus Notas al lector, sus diversos orígenes étnicos y los
grupos sociales que la rodearon en distintos momento de su vida dieron como
resultado el uso específico de estas palabras.
1 comentario:
Gracias
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