Maryse Renaud es una experimentada
escritora francesa cuyo amor por la lengua española la ha llevado a publicar en
diversos países de habla hispana. Su libro Relato
de ceniza fue escogido como el mejor libro publicado en 2016 por la afamada
escritora argentina María Rosa Lojo: Azul
mortal, su sexta novela, espera correr la misma suerte. Conoced más acerca
de esta escritora y su novela en la siguiente entrevista.
Háblanos un poco de ti.
Nací en 1947 en Fort-de-France, la capital de Martinica (la isla es
oficialmente un «departamento francés de América»). Viví gran parte de mi
vida en París, por haber estado mi padre obligado a expatriarse a Francia por
razones políticas. Estudié en la Sorbona y fui luego catedrática de
español en la Universidad de Poitiers. Soy doctora en literatura
hispanoamericana, y en Poitiers dirigí durante largos años el Seminario de
Literatura Latinoamericana del CRLA (Centre de Recherches Latino-Américaines).Soy
autora de numerosos artículos sobre Borges, Carpentier, Asturias, Uslar Pietri,
Onetti, Mempo Giardinelli, Felisberto Hernández, García Márquez, Roa Bastos,
Pablo Urbanyi, María Rosa Lojo, Rodrigo Soto, Andrés L. Mateo, entre
otros. Viví en Cuba durante un año (1968-69), en La Habana (El Vedado),
becada por la ÉCOLE NORMALE SUPÉRIEURE DE FONTENAY-AUX- ROSES. Conozco
bien México, Ecuador, Bolivia, Guatemala, el Caribe hispano, Argentina. Si bien
soy francófona, mis ficciones todas van escritas en español, idioma que me
deslumbró y me sedujo desde el primer momento en que me lo enseñaron en
Fénelon, mi instituto parisino en el Barrio Latino. Por amor a la lengua de
Cervantes, Gabriel Miró, Valle-Inclán, que también es la del colombiano García
Márquez y del mexicano Rulfo, decidí lanzarme yo también a la aventura de la
escritura.
Azul mortal... ¿por
qué?
Resido en Francia desde hace muchos años y, por muy gratificantes que
resulten Poitiers y París, el ambiente estudioso y excitante de la vida universitaria
que fue la mía, la belleza de los museos y teatros, no es de extrañar, creo,
que haya sentido la necesidad de retornar fantasmagóricamente a mi tierra natal
mediante la novela. Al cielo diáfano de sus amaneceres, al soplo tibio de los
alisios, al mar Caribe. Como si hubiese en mí un irreprimible afán de
reencontrarme con mis raíces, de reconstruirlas a mi antojo, compensando con la
imaginación el vago sabor amargo que siempre deja en la boca cualquier forma de
expatriación, por muy suave que sea. En Azul mortal, a
diferencia de mis textos anteriores, he querido hacer de Martinica el único
centro del relato, desentrañar los momentos sombríos de su historia,
inclinándome con cariño y humor ante esas figuras del siglo XX, esos
combatientes de la Utopía en gran parte fallecidos hoy, convencidos de la
posibilidad y la urgencia de cambiar el mundo. Decidí acudir a los resortes de
la novela policíaca —todo un reto para mí—, mezclando fantasías y realidades,
para evocar la tremenda Martinica de los años 50, 60, y hasta los 30. El azul,
desafortunadamente, no siempre remite al espléndido color de las aguas del mar
Caribe, como lo irá descubriendo el lector.
¿Qué podremos encontrar a través de las páginas de Azul mortal?
Azul mortal es una novela criminal, detectivesca, por así decirlo, aunque
bastante atípica, que juega deliberadamente con los códigos del género: el
supuesto «detective». Albert Constant se lanza mal de su grado en la aventura
de la investigación, las violencias parecen pertenecer a un pasado remoto, el
humor atenúa a menudo la tensión que engendra la Martinica falsamente idílica
evocada en el texto. Todo es paradójico al comienzo, hasta que se bifurca la
intriga y se refuerza el suspense: más allá de su caso individual, decide el
detective interesarse también por el trágico destino, nunca realmente
dilucidado, de un compatriota suyo, figura relevante y respetada de la vida
política de los años 30, blanco como él de la prepotencia colonial.
La opacidad intriga, los enigmas se multiplican y exacerban, la impunidad
suscita indignación, rebeldía y, de parte de los dos amigos del alma, Albert
Constant y Roland Ozana, una cohesión sin fisuras. El lector va descubriendo
entonces una Martinica compleja, ambigua, en crisis, socavada por pasiones
bajas, profundamente humanas, sin embargo, producto en gran parte de un racismo
ancestral legado por la colonización, pero también capaz de impulsos nobles y
generosos, de verdadera solidaridad. Buenos ejemplos de ello son, por una parte,
el amor venenoso (y tal vez sincero) de la criolla Clarysse Lambert por su
amante mulato, y, por otra, la ayuda desinteresada prestada a Albert Constant
por no pocos nativos entrañables y truculentos como el señor Aprilus o la
bibliotecaria. Otros personajes, como el enigmático jardinero andaluz o la
desquiciada Mariscala, parecen burlar, en cambio, todo intento de descifrar,
suscitando hasta el final la suspicacia del lector.
Además de Azul mortal, ¿tienes otros libros publicados?
Tengo en mi haber cinco textos de ficción, publicados respectivamente en
Argentina y en España: En abril, infancias mil (cuentos); El
cuaderno granate (novela); La mano en el canal (novela),
todos ellos publicados por Corregidor, Buenos Aires. Bajo el sello editorial Verbum,
Madrid, salieron otras dos novelas: Junglas (2014), un
experimento barroco multicéntrico, y Relato de ceniza (2016).
Uno de ellos fue elegido por María Rosa Lojo, novelista argentina, como
uno de los mejores libros de 2016…
Relato de ceniza fue
efectivamente elegido por la novelista María Rosa Lojo, una de las voces más
destacadas de la actual literatura argentina, entre los mejores libros del año
2016. Por la originalidad del tema —la vida extraordinaria del joven
martiniqués Cyparis, único superviviente de la erupción del monte Pelado en
1902, o sea, testigo y víctima de la mayor catástrofe natural del siglo XX, que
arrasó la ciudad de Saint-Pierre en algunos minutos, dejando más de
veintiséis mil muertos; y por la plasticidad de su escritura, por la
fuerza gráfica de sus descripciones.
Cyparis, como se sabe, quedó tironeado entre su tierra
natal, Nueva York, donde gozó durante varios años de un estatuto
estelar en el marco del Circo Barnum y el Canal de Panamá en el
que trabajó y terminó su vida, pobre y olvidado por todos en 1929.Creo,
además, por haber sido entrevistada ya con detenimiento por María Rosa Lojo,
buena conocedora de Martinica justamente, que aprecia mi empeño en reivindicar
para Martinica, que tantas semejanzas guarda con los otros territorios del
Caribe y hasta con algunos del continente americano, más allá de las
diferencias de idioma, el estatuto que a mis ojos le corresponde. Un
estatuto doble: somos oficialmente, desde 1945, un «departamento francés de América»,
herederos de la cultura gala, del racionalismo del Centro, de la Metrópoli, por
supuesto, pero también por nuestra ubicación geográfica y nuestra sensibilidad
periférica, mestiza, los hijos emocionales del vasto conjunto americano, un
eslabón no desdeñable de la cadena. De ahí que en mis ficciones haga todo lo
posible para que Martinica, la «isla-migaja» celebrada, en francés, por el gran
poeta martiniqués Aimé Césaire, también ingrese en el imaginario del lector
hispanohablante, que suele ignorar hasta su ubicación en el mapa. Y para
terminar, voy a citar a la misma María Rosa Lojo:«Una de sus singularidades
y grandes aportes literarios es haber puesto en castellano, para un amplio
público lector hispano, todo un imaginario sobre Martinica».
¿A qué tipo de público está dirigido Azul mortal?
A decir verdad, escribo sin pensar precisamente en
el lector que ha de leerme. Escribo, creo, para tratar de resolver una
inquietud propia de aflojar los hilos apretados de un ovillo exageradamente
compacto, esperando que la ficción me ayude a respirar, a orientarme más
fácilmente en ese laberinto de causas y efectos insólitos, de sombra y de luz
que es la vida. Este tipo de sensación, de experiencia vital, de
interrogación, creo que lo comparto con el público lector en general, tanto
adulto como joven. ¿A qué joven no seduce, en las novelas criminales
específicamente, la experiencia de la transgresión, del exceso, la violencia
irracional del amor? ¿Qué joven quedará insensible a la fuerza de la amistad
que une indefectiblemente al intelectual Albert Constant y el pescador Roland
Ozana? ¿Qué adulto no siente placer analizando situaciones enrevesadas,
progresando paso a paso, pese a los obstáculos, hasta la resolución del enigma?
¿Qué lector puede afirmar que nunca se ha puesto a reflexionar, gracias a la literatura,
sobre la gran, la insoslayable cuestión metafísica del Mal?
(6-5-2019)
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