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JAMES RHODES “APRENDER A TOCAR UN INSTRUMENTO DEBERÍA SER UN DERECHO HUMANO FUNDAMENTAL”



por Sara Plaza

El pianista inglés regresa a las librerías con su segundo libro, 'Fugas o la ansiedad de sentirse vivo', un relato que recoge los meses de una gira europea marcada por la depresión y la ansiedad.

Tras el éxito de Instrumental (Blackie Books, 2015), James Rhodes vuelve a enfrentarse a su pasado y este miércoles publica su segundo libro, Fugas o la ansiedad de sentirse vivo (Ed. Blackie Books). Esta vez el pianista británico habla sin tapujos de sus enfermedades mentales: de la depresión, la ansiedad y de los distintos trastornos diagnosticados, que son consecuencia de cuatro años de violaciones y de abusos sexualescuando sólo tenía seis años.

A través de un diario que escribió durante los meses de gira por Europa en el año 2016 -en pleno auge de su primer libro-, Rhodes cuenta su lucha constante por callar a las voces de su cabeza que no le dejan vivir. Y de nuevo, la música clásica aparece como eje vertebrador de todo el libro, donde Bach, Chopin o Beethoven vuelven a ser sus salvadores.

James Rhodes es desde hace pocos meses vecino de Madrid, una ciudad de la que dice estar enamorado. "Finalmente he encontrado mi sitio, mi casa. La gente es muy amable, es una ciudad mucho más relajada, que me ayuda a calmarme de una manera muy agradable. Lo siento, pero me voy a quedar mucho tiempo aquí".

El pianista ha recibido a Público en una de las habitaciones del Hotel Totem Madrid donde, con una amabilidad y una cercanía infinitas, ha hablado sobre su nuevo libro, la música clásica y sobre lo empeñados que estamos todos en ser felices, aunque nos resulte imposible.

El libro de 'Fugas', como ya hizo en su momento 'Instrumental' con los abusos sexuales, habla sin rodeos de las enfermedades mentales y pone sobre la mesa un tema que sigue estando marcado por el estigma. ¿Por qué sigue costando tanto acabar con este tabú social?

Tenemos tabús sociales sobre todo. Una de las cosas buenas, si es que hay alguna, en el caso Westein es que estamos rompiendo el tabú sobre el abuso de poder o la violación. Y estamos siendo capaces de hablar de ello y, más importante aún, la gente está empezando a escuchar.

Lo que pasa con las enfermedades mentales es que fingimos que nuestra vida es fantástica, nos hacemos 45 selfies y elegimos el que sea perfecto. Y todos creemos que la vida de los demás es maravillosa, cuando en realidad todos tenemos vidas de mierda, todos tenemos ansiedad, depresión… Todos, a veces, nos sentimos una mierda en nuestro trabajo, todos tenemos problemas en nuestras relaciones. A veces nos odiamos o no podemos mirarnos al espejo. Y es normal y no pasa nada. Creo que deberíamos aprender a sentir eso y no esconderlo. Espero que si la gente lee el libro pueda sentirse identificada. Parece que todo el mundo tiene ese manual de instrucciones de la vida. Y yo no lo tengo, no sé lo que estoy haciendo. A veces no me siento como un adulto y no pasa nada. Tiene que estar bien poder decir esto. Y si cada vez más gente dice esto, cada vez habrá menos estigma y menos tabú al respecto.

Por eso pienso que los libros de autoayuda son tan peligrosos, porque los lees y piensas: "Lo estoy haciendo todo mal". Te dicen que puedes encontrar la felicidad en tres semanas y eso es una gilipollez, es mentira. Tenemos que empezar a contextualizar esto y hablar de ello de otra manera.

A pesar de que Fugas no es un libro de autoayuda, ¿te ha servido, personalmente, como terapia enfrentarte de nuevo a esos meses tan duros?

Sí, creo que sí. Creo que escribir ayuda. Cualquier actividad creativa ayuda. En el mundo en el que vivimos las cosas son tan rápidas, hay tanta presión, tanta velocidad, tantos estímulos por todas partes, que encontrar algo creativo es una especie de antídoto para esto, nos ayuda a relajarnos.

Mi palabra favorita en español es duende. Se trata de encontrar algo que te pueda dar ese duende. Joder, es increíble. En mi caso es la música, pero es algo que la trasciende. Tiene que ver con la autoestima, con la disciplina, con la concentración, con el trabajo en equipo, la alfabetización. Mejora todo. Si encuentras algo creativo te puede ayudar mucho.

De nuevo la música clásica tiene un papel protagonista en el libro. ¿Cómo ha influido en su proceso de recuperación?

Creo que podríamos deshacernos del adjetivo "clásica" y decir sólo música, porque entonces es lo mismo para todos. Nos da igual que sea Jorge Drexler, Lana del Rey o Luis Fonsi. La música es fundamental en la vida de todas las personas, la vida sin música sería inconcebible. Escuchamos música para hacer ejercicio, cuando vemos películas está presente, cuando lo dejamos con nuestros novios y nuestras novias, cuando estamos en el metro, cuando nos relajamos… Es la expresión más unificadora del mundo. Más que la religión, más que el fútbol. Está en todas partes.

Y la razón por la que es tan poderosa para mí, la música clásica en particular, es porque va por debajo de las palabras. Es un lenguaje, un idioma que va directamente al corazón, sin pasar por el cerebro y es maravilloso. Es como estar delante de un cuadro en el Thyssen. No hay palabras, pero te emociona y esa es la experiencia que tengo yo con la música, me hace dejar de pensar. Y cualquier cosa que me haga dejar de pensar que no sea un químico es muy importante.

¿Por qué se sigue viendo la música clásica como algo alejado, antiguo y pretencioso?

La mayoría del público son pijos y van para que les vean con sus abrigos de piel, con sus trajes y van como diciendo "mirad qué cultura tengo escuchando a Brahms y pago 200 euros para ir al Palacio Real para ver Don Giovanni". Eso es una idiotez. La gente de la industria, los músicos y los promotores quieren mantener la música clásica como una forma de arte elevada, que es mejor que todas las demás y, además, tienes que ser muy culto y tener dinero para comprenderlo. Nada de eso es cierto, la música es de todos y de alguna manera se la están apropiando esas personas. Es una de las razones por las que la música y la enseñanza musical son tan importantes: para que los niños sientan que es algo accesible.

Muchas veces pienso, ¿podemos llevar ropa que no parezca una puta ridiculez como si estuviéramos en el siglo XVIII, podemos ser más relajados, no tomarnos esto tan en serio? La música en sí es perfecta, no hay que cambiar nada, pero la presentación y todo lo que le rodea es demasiado. A veces parece que estés yendo a misa y no se puede hacer ningún tipo de ruido. Debería ser como ir al cine, que es un ambiente relajado, que lo disfrutas, debería ser posible cerrar los ojos y disfrutar de la música durante hora y media. Escaparse de Twitter, de Gran Hermano, de Tinder, de todo esto… Y escuchar la música, eso es algo maravilloso.

¿Cómo definiría a esos “guardianes” de la música clásica que has mencionado?

Creo que están asustados. A veces dicen que quieren abrir las puertas para que entren nuevos públicos, pero luego al final no lo hacen, quieren que vaya la gente de los grandes bancos, la gente de mucho dinero y, sinceramente, creo que son gilipollas. Es una generalización y seguro que hay gente que le gusta tener nuevos públicos, chavales con pendientes y con tatuajes. 

Mucha gente ha venido a conciertos míos en el Teatro Price, por ejemplo, que nunca habían ido a un concierto de música clásica antes y me hace muy feliz, pero también es difícil porque si no sabes nada de música clásica ¿por dónde empiezas? Igual por la Quinta sinfonía de Beethoven, pero hay cuatrocientas grabaciones de esta pieza. Luego ves allegro, sexto adagio, segundo movimiento, tercer movimiento…Te sientes un poco tonto y te compras los cincuenta mejores clásicos chill out. No hace falta llegar a este punto. Una de las cosas que me pone muy contento es que los sábados hago un espectáculo corto con Javier del Pino en la Cadena Ser y tenemos dos millones de oyentes: gente que trabaja en la hostelería, taxistas o gente en su casa. En vez de hablar de política o del Real Madrid hablamos de Brahms, de Mozart y de torrijas - y de otras cosas divertidas - (risas). Creo que tenemos que hacer esto más a menudo, en televisión, en la radio, deberíamos tocar en diferentes sitios, en diferentes momentos e intentar que la gente tenga acceso a la música. Con este libro espero que la gente diga: "Sí, he escuchado un poco de Mozart, un poco de Bach" y también que sigan escuchando a Lana del Rey, a Muse, claro.

Desde la industria no se hace muy accesible, pero desde fuera tampoco se incentiva mucho su aprendizaje. Apenas se destinan recursos para aprender a tocar instrumentos y al final todo depende que los padres tengan dinero para pagar las clases a sus hijos…

Esto ocurre porque los gobiernos de todo el mundo no lo priorizan. Por alguna ridícula razón piensan que el álgebra es más importante que la música. ¿Pero qué coño es eso? ¿Necesitamos más banqueros? No, en realidad no, necesitamos a gente que sea capaz de estar en una orquesta, que sea capaz de experimentar la música de distintas formas. He trabajado con niños en colegios y he visto la diferencia increíble que puede suponer la vocación musical, porque no es sólo aprender a tocar un piano o un violín, sino trabajar en equipo, tener más autoestima, poder concentrarte en algo. También tiene un impacto en las familias, en las vidas sociales de cada uno.

Es muy importante y los gobiernos deberían hacer un esfuerzo mucho mayor en la situación en la que estamos ahora. Creo que es igual en España y en Inglaterra: a menos que tus padres tengan dinero no vas a aprender a tocar un instrumento. Si tuviera una varita mágica todos los niños de todos los colegios del mundo aprenderían a tocar un instrumento. Y luego si quieren continuar deberían tener la oportunidad de hacerlo, pero tienen que tener una enseñanza básica, debería ser un derecho humano fundamental.

En España la asignatura de música ha dejado de ser obligatoria en los centros públicos y se han reducido las horas lectivas. ¿Qué les diría a los políticos que toman este tipo de decisiones?

Es terriblemente triste, pero es muy difícil cambiar un sistema político cuando hay una crisis económica y política. Ningún político va a defender la música porque lo que quieren son votos. Es muy difícil, pero sí que tiene que cambiar.

Los profesores tienen que tener más formación, los colegios más dinero, más acceso a instrumentos y a tener un lugar donde guardar esos instrumentos. He trabajado en algunos colegios en Inglaterra donde se compraron instrumentos a los niños y algunos no los podían llevar a casa porque eran tan pobres que su madre los vendería para comprar drogas, por ejemplo. Tiene que haber un cambio enorme y esto conlleva mucho tiempo y mucho dinero. No creo que sea difícil, pero es casi imposible sin intención política. Diría que cualquier político que disfruta escuchando una sinfonía o yendo a la ópera o escuchando a Bach o, incluso, a Lana del Rey, es un hipócrita enorme si hace esto y a la vez no está luchando por la educación musical. Debería sentir vergüenza.


(Público / 14-11-2017)

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