CANCIÓN
38
El
aspirar de el aire,
el
canto de la dulce filomena,
el
soto y su donaire,
en
la noche serena,
con
llama que consume y no da pena.
DECLARACIÓN
(3)
5 /
¡Oh almas criadas para estas grandezas y por ellas llamadas, ¿qué hacéis?, ¿en
qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas, y vuestras posesiones
miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta
luz estáis ciegos y para tantas grandes voces sordos, no viendo que, en tanto
que buscáis grandezas y gloria, os quedáis misrables y bajos, de tantos bienes
hechos ignorantes e indignos! Síguese lo segundo que el alma pide, es a saber,
el canto de la dulce
filomena.
6 /
Lo que nace en el alma de aquel aspirar de el aire, es “el canto de la dulce
filomena”, que es el ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya los fríos y
lluvias del invierno y hace melodía al oído y al espíritu recreación, así en
esta actual comunicación y transformación de amor, amparada ya la esposa y
libre de todas las turbaciones y variedades temporales, y desnuda y purgada de
las imperfecciones, y penalidades y nieblas naturales, siente nueva primavera
en su espíritu, en la cual siente la dulce voz de el Esposo, que es su dulce
filomena, la cual refrigera y renueva la sustancia de su alma, diciendo: “Levántate,
date prisa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía y ven, porque ya ha pasado el
invierno, las lluvias se han ya ido y apartado lejos, las flores han aparecido
en nuestra tierra, y llegado el tiempo de el podar, y la voz de la tortolica se
ha oído en nuestra tierra” (Cant. 2,10-12).
7 /
En la cual la voz de el Esposo -que la habla en lo incierto de el alma- siente
la esposa fin de males y principio de bienes, en cuyo refrigerio y amparo y
sentimiento sabroso ella también da su voz de dulce filomena con nuevo canto a
Dios juntamente con el que la causa. Porque Él da la voz a ella para que ella
en uno la dé junto con Él a Dios, según también el mismo Esposo lo desea en los
Cantares, que, hablando con ella, dice: “Levántate, date prisa, amiga mía, y
ven, paloma mía, en los agujeros de la piedra y caverna de la cerca; muéstrame
tu rostro, suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce y tu rostro
hermoso” (2,13-14). Los oídos de Dios significan aquí los deseos de Dios que
tiene de que le alabemos perfectamente; porque la voz que aquí pide a la esposa
es alabanza perfecta y jubilación de Dios, la cual voz, para que sea perfecta,
dice el Esposo que la dé y suene en las cavernas de la piedra, que son las inteligencias
amorosas de los misterios de Cristo, en que dijimos arriba estaba el alma unida
con Él. Que, porque en esta unión el alma jubila y alaba a Dios con el mismo
Dios, como decíamos de el amor, es alabanza perfecta, porque, estando el alma
en perfección, hace las obras perfectas. Y así esta voz es muy dulce para Dios
y para el alma; y así se sigue: “porque tu voz es dulce”, es a saber, no sólo
para ti, sino también para mí, porque estando en uno conmigo, das tu voz en uno
de dulce filomena para mí conmigo.
El soto y su donaire.
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