AUTOPRESERVACIÓN (17)
En el viaje de regreso de
París, en Mannheim, Mozart debe afrontar nuevos sufrimientos. Aloysia Weber
rechaza su amor. Su total desconsuelo se refleja en una carta al padre:
¡Mon
trés che père!
Le
escribo desde la casa del señor Becckè. Llegué gracias a Dios sano y salvo el
25, pero hasta ahora me fue imposible escribirle. Me reservo las noticias para
cuando tenga el placer y la suerte de poder hacerlo oralmente, aunque hoy no
puedo hacer otra cosa que llorar, tengo un corazón demasiado sensible…
Tengo
por naturaleza mala letra, lo sabe usted, pues nunca aprendí a escribir, pero
nunca he escrito peor que esta vez. ¡No puedo, mi corazón está demasiado
predispuesto al llanto! Espero que usted me escriba pronto y me consuele. Creo
que lo mejor será que me escriba a poste restante así podré retirar yo mismo la
carta. Vivo en lo de Weber. Pero, mejor sería, sí, lo mejor sería que dirigiera
usted sus cartas a nuestro buen amigo Becckè. Escribiré aquí una misa (entre
nosotros, es el mayor secreto), todos los amigos me lo aconsejan, no puedo
describirle qué amigos son Cannabich y Raaff para mí. ¡Hasta pronto, querido,
amado padre!, escríbame pronto, le beso mil veces las manos y a mi querida
hermana la abrazo de todo corazón y soy suyo hasta la muerte
Suyo
¡Muy
feliz año nuevo, no me sale otra cosa hoy!
su obediente hijo
Wolfgang Amadè Mozt. (1)
En esta carta se muestra
muy cariñoso e implora consuelo como un niño desamparado. Ya no se siente capaz
de escribir, él, que sostiene que escribir cartas es un remedio para superar
ataques de melancolía. No nos puede sorprender que después de este fracaso de
su autodefensa admita que su viaje a París no ha agregado gran cosa a su obra.
…allá
hubiera podido disponer de tiempo para componer, pero no hubiera sido capaz de
escribir una nota, (2)
…no
le traigo muchas novedades de mi música, pues no he hecho mucho; (3)
Estas dos, las más
extrañas de entre todas las cartas de Mozart, fueron escritas en un momento de
peligrosa crisis en su vida. La forma quebrada, la forzada contención y la
conclusión desalentadora testimonian la supremacía del sentimiento sobre la
fortaleza espiritual. La debilidad es pasajera. En su última y miserable época
vienesa ni en las peores circunstancias se nota alguna pérdida de dominio.
Deben exceptuarse las siguientes líneas llenas de desolación:
…no
puedo explicarte lo que siento, es un cierto vacío que me duele, es un ansia
que no puede ser satisfecha y por lo tanto no termina nunca -siempre sigue
estando y hasta crece día a día-. Cuando pienso qué alegres e infantiles éramos
cuando estábamos juntos en Baden y qué tristes horas estoy viviendo aquí
-tampoco me interesa mi trabajo, pues estaba acostumbrado a descansar a ratos y
a conversar algunas palabras contigo y ello me es imposible ahora- voy al piano
y canto algo de la ópera, pero en seguida tengo que dejar, pues me causa
demasiadas emociones. (4)
Notas
(1) A su padre, Munich,
29-XII-1778, I, 570.
(2) A su padre, París,
31-VII-1778, I, 502.
(3) A su padre, Nancy,
3-X-1778, I, 544.
(4) A su esposa, Viena,
7-VII-1791, II, 285.
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