2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (16)
Conforme al principio de la magia homeopática, las cosas inanimadas, del
mismo modo que las plantas y los animales, pueden difundir beneficios o daños a
su alrededor de acuerdo con su propia naturaleza intrínseca y la maestría del
brujo para hacer fluir o represar, según el caso, las bienandanzas o
calamidades. En Samarcanda las mujeres dan azúcar cande a los niños para que la
chupen y les ponen goma en la palma de la mano para que, cuando mayores, sus
palabras sean dulces y las cosas de valor se peguen a sus manos como si
estuvieran engomadas. Los griegos pensaban que una prenda de vestir hecha con
lana de oveja que hubiera sido mordida por un lobo perjudicaría al que la
vistiera, produciéndole picor o irritación en la piel. También creían que si
una piedra mordida por un perro era arrojada al vino, quienes lo bebiesen
regañarían entre sí. Entre los árabes del Moab una mujer sin hijos pide
prestada con frecuencia la ropa de otra que ha tenido muchos hijos, en la
confianza de que con el vestido adquirirá la fertilidad de su dueña. Los cafres
de Sofala, en el África Oriental, temían sobremanera ser golpeados con algo
hueco, como una caña o una paja, y preferían serlo con un grueso garrote o una
barra de hierro, aunque se les hiciera mucho daño. Pensaban que a un hombre
golpeado con cualquier cosa hueca se le disiparía el interior del cuerpo hasta
morirse. En los mares orientales existen unas conchas grandes de molusco que
los bugineses de Célebes llaman “el hombre viejo” (kadjâwo). En viernes vuelcan
boca abajo las conchas de este molusco en el umbral de sus casas creyendo que
quienquiera que pase el umbral llegará a viejo. En la iniciación de un brahmán,
el muchacho pisa una piedra con el pie derecho y mientras tanto le dirigen las
siguientes palabras: “Pisa esta piedra; sé tan firme como ella”. Y la misma
ceremonia con las mismas palabras se efectúa en el casamiento de una novia brahmán.
En Madagascar, con objeto de contrarrestar la inconsistencia de la suerte,
entierran una piedra al pie del poste principal de la casa. La costumbre
general de jurar sobre una piedra pudiera hallarse fundada en parte en la
creencia de que la robustez y estabilidad de la piedra presta ratificación al
juramento. Así, el antiguo historiador inglés Saxo Grammatico nos dice que “los
antiguos, cuando estaban eligiendo un rey, se colocaban sobre piedras puestas
en el suelo, para votar, simbolizando así, con la persistencia de las piedras,
la firmeza del voto”.
Al mismo tiempo que se supone una eficacia mágica en general a todas las
piedras por razón de sus propiedades comunes de peso y solidez, se atribuyen virtudes
mágicas especiales a ciertas piedras o clases de piedras de acuerdo con sus
cualidades individuales o específicas de forma y color. Por ejemplo, los indios
del Perú empleaban ciertas piedras para aumentar las cosechas del maíz, otras
para mejorar las cosechas de patatas y aun otras para que el ganado se
reprodujese. Las piedras que usaban para hacer crecer el maíz tenían una forma
semejante a las mazorcas y las piedras destinadas a multiplicar el ganado, la
forma de una oveja.
En algunas partes de la Melanesia se conserva la creencia de que ciertas
piedras sagradas están dotadas de virtudes milagrosas que corresponden en su
modo de ser a la forma de las piedras: así, un trozo de coral desgastado por la
arena de la playa presenta con frecuencia un parecido sorprendente al fruto del
árbol del pan. Por esto, en las islas Banks, el hombre que encuentra un trozo
de coral de estos, lo coloca entre las raíces de sus árboles del pan, esperando
que el árbol produzca más frutos. Si el resultado corresponde a sus esperanzas,
mediante una remuneración adecuada, recoge de otros poseedores de piedras las
de carácter menos marcado y las pone cerca de la suya con el designio de que se
transmita a ellas la virtud mágica de la que él tiene. De modo semejante, una
piedra que tiene marcas a modo de discos o círculos es útil para atraer moneda,
y si alguno encuentra una gran piedra con otras numerosas y pequeñas, debajo,
como si tratase de una cerda y su lechigada, es seguro que la ofrenda de
monedas sobre aquella le atraerá cerdos. En estos casos y otros parecidos, los
melanesios adscriben el maravilloso poder no a la piedra misma, sino al
espíritu que mora en ella, y en ocasiones, como las que acabamos de ver, el
hombre intenta propiciarse al espíritu dejando ofrendas sobre la piedra. Mas el
concepto de espíritus que deben ser propiciados sale de la esfera de la magia y
entra en la de la religión. Cuando se encuentra tal concepto, como en este
último caso, en conjunción con las simples ideas y prácticas mágicas, podemos
suponer, por lo general, que estas últimas son el tronco originario en el que
se han injertado posteriormente los conceptos religiosos. Hay fuertes razones
para pensar que, en la evolución del pensamiento, la magia precedió a la
religión. Volveremos a este punto más tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario