Escóndete,
Carillo,
y
mira con tu haz a las montañas,
y
no quieras decillo;
mas
mira las compañas
de
la que va por ínsulas extrañas.
DECLARACIÓN
(2)
4
/
Es a saber, y no quieras decillo como antes, cuando las comunicaciones que en
mí hacías eran de manera que las decías a los sentidos exteriores -por ser
cosas de que ellos eran capaces- porque no eran tan altas y profundas que no
pudiesen ellos alcanzarlas; mas ahora sean tan subidas y substanciales y tan de
adentro, que no quieras decírselo a ellos de manera que sean capaces de ellas;
porque la subtancia no se puede comunicar en los sentidos, y así lo que puede
caer en sentido no es Dios esencialmente. Deseando, pues, el ánima aquí está
comunicación de Dios esencial que no cae en sentido, le pide que sea de manera
que no se les diga a ellos, esto es: No quieras comunicarte en ese término tan
bajo y tan de afuera que pueda en él comunicar el sentido y el dicho.
Mas
mira las compañas.
5
/
Ya habemos dicho que el mirar de Dios es amar. Las que aquí llama “compañas”
son la multitud de virtudes y dones y perfecciones y riquezas espirituales de
el alma. Y así, es como si dijera: Mas antes conviértete adentro, Carillo,
enamorándote de las compañías de las virtudes y perfecciones que has puesto en mi
alma, para que, enamorado de ellas en ellas, en ella te escondas y te detengas,
pues que es verdad que, aunque son tuyas, ya, por habérselas tú dado, también
son suyas.
De
la que va por ínsulas extrañas.
6
/
De mi alma, que va a ti por extrañas noticias de ti, y por modos y vías
extrañas, y ajenas de todos los sentidos y de el común conocimiento natural. Y
así, es como si dijera: pues va mi alma a ti por noticias extrañas y ajenas de
los sentidos, comunícate tú a ella también ya interior y subidamente, que se
ajena de todos ellos.
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